Pertenezco a esa rara especie de personas que aman los lunes —y no es de ahora—, siempre he disfrutado de ese día que inicia la semana.
"Comienzo" es una palabra cargada de esperanzas. En la escuela, siendo buena alumna, esperaba con ansiedad el sonido del despertador que me indicaba que era hora de levantarme para aprender algo que el día anterior ignoraba. Me he llegado a cuestionar, si mi predilección no obedecía al hecho de vivir en un barrio del conurbano, donde las cosas discurren de una manera diferente.
Muriendo el viernes empezaba mi suplicio. Los que sufrimos de soledad crónica, sabemos lo que los fines de semana nos deparan: aislamiento. La vida parece detenerse y desfallecer en un domingo ajeno a los afectos, cuya única señal de existencia está marcada por el canto de los pájaros. Las calles y veredas vacías planchadas por un sol de verano o inundadas de lluvias invernales. De cualquier manera es territorio de la soledad.
Me estoy yendo de esta vida y no me reconcilio con la idea de un día dedicado exclusivamente al ocio. Me aburre hasta el hartazgo la falta de acción. Como tampoco pertenezco a la generación de la nocturnidad, no logro encontrarle sentido a esa evasión de fines de semana ahogados en alcohol o cualquier tipo de sustancias.
Para mí la vida es simple: aprender, saber, compartir, volver a aprender y aplicar lo aprendido. Ayudar en lo que nos sea posible y, para todas estas cosas, hay que tener los ojos bien abiertos, la mente despejada y los pies dispuestos a caminar. Creo que todos tenemos un papel en el rompecabezas y ese papel es dinámico y activo. Una casa no se construye con deseos sino con manos. Mi alegato puede terminar cuestionado, como el de una desequilibrada, pero después de todo ¡pobre lunes!, con tantos detractores era necesario que alguien testificara a su favor.
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Cuentos ...que fueron llegando
Short StoryCuentos, relatos, pequeñas historias mezcladas sin pretensiones , más que de expresar un momento, un exacto momento en este juego de sensaciones que llamamos vida.