Amara Hale es la típica chica que va caminando por la vida con los ojos tristes y perdidos, de apariencia débil y frágil.
No hay otra descripción más cierta que está.
O bueno... Casi.
Amara Hale es tan extraña y misteriosa de los pies a la cabeza...
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Mis manos comienzan a sudar pero no me detengo a quejarme del asco. Tengo salir de aquí. Busco mis llaves en el pantalón y una vez que las encuentro las llevo a la cerradura. Aunque parezca estúpido tengo que despistar a la policía aunque sea unos minutos.
Cada minuto cuenta...
Mi mano se aferra a la llave que se resbala a causa del sudor y el temblor imparable en todo mi cuerpo. Muerdo mi labio frustrada.
—Buenos días Amara. —brinco del susto ante la voz de mi vecino y se me caen las llaves. —¿Haz visto las noticias?
A la mierda mi plan.
Me giro disimuladamente en dirección al ascensor pero un gran cuerpo me lo impide, William. Mi vecino; cabello castaño chocolate y ojos de angel. Se agacha y me entrega mis llaves, las cuales tomó para disimular pero evito mirarlo a los ojos a toda costa. Con la gorra solo logro ver su sonrisa y el diario que tiene en su mano izquierda.
—N-no. —respondo totalmente nerviosa, lo rodeó y caminó algo rápido pero al parecer su intención era seguir conversando pues llega hasta mi lado.
Él me sonríe amigable y se ríe.
—Te lo resumo entonces; un mounstro está en nuestro pueblo. — baja la voz como si fuese el mayor secreto del mundo. Asiento sin dejar de caminar. Su cuerpo se detiene a mitad del pasillo y solo escucho su susurro a mis espaldas.— Que ha decir verdad se parece a tí...
Avanzo con más rapidez y con el corazón en la boca. Mierda, está dudando. Siento su mirada mi espalda y rezo a todos los dioses para que no la compare con la fotografía en primera plana de su diario. Presiono el botón del ascensor y se abren las puertas.
—Eres tú...
Abro mis ojos impactada y entro rápidamenteme al ascensor presionando el botón del primer piso. Levanto mi vista y me asusto al verlo a él, mi vecino, con los ojos oscuros y llenos de odio mientras corre en mi dirección. Vuelvo a presionar repetidas veces y de manera desesperante el botón para que se cierren las puertas de una vez por todas pero parece no funcionar. La preocupación invade todo mi ser, no puedo matarlo, no en estos momentos. Y cuando parece que es mi fin las puertas se cierran, dejándome como un último recuerdo sus ojos oscuros...
Suspiro.
Mi espalda choca lentamente con el espejo y evito ver mi reflejo a toda costa. No era necesario que lo haga para saber que me veía demacrada y asustada.
—Tengo ocho pisos antes que comience la locura...—pienso en voz alta.