Amor Asesinado /PARTE 1

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Ya van 3650 horas de martirio, 3650 horas de dolor, 3650 horas de desnudes; ¿Qué pasó con las flores bonitas? ¿Qué pasó con las palabras de amor? ¿Dónde quedaron tus caricias de un buen corazón?, yo creo que en el olvido de la eternidad.

Hace ocho meses...

Eran las 10 de la noche mientras me veía al espejo para ver los últimos detalles; veo una mujer bella con curvas envidiables y un rostro de seda, ¿Qué más podría pedir a la vida que me hizo tan bella?, pensaba.

En aquel entonces el físico era lo más importante para una chiquilla como yo, pero ahora lo más importante para mí es la libertad, que deseo tenerla en estos instantes con tantas ansias...

Bajé los escalones hacia la sala, mi madre estaba justo en la puerta esperándome, ¡maldita sea ahora que quiere!, dije interiormente.
Se acercó a mí con cautela como si tuviera miedo de algo, hasta ese día no me había dado cuenta que temía de mí, de su propia hija; al principio no entendí muy bien el por qué pero después de unos instantes de reflexión recordé todos los episodios que causaron ese miedo.

Y cuando estaba en el último escalón me dijo:

―Hija, ¿A dónde irás tan tarde?, te puede pasar algo...

Respondí con tono burlón:

― ¡Hay, por favor!, ¿Otra vez con esas tonteras de que me puede pasar algo?, Dios ya estoy grande; ahora sal de ahí porque estoy apurada.

Y con un bufido salí de casa dando un portazo, sin pensar que sería la última vez que la vería.

Mientras iba con mis cascos por las oscuras calles pensaba en lo buena que se avecinaba la noche, alcohol, música y baile sería todo perfecto.

Llegué a casa de Martha, estaba con un vestido de lentejuelas plateadas y dos copas de vino en la mano, el salón estaba rebalsando de gente, cómo no iba a ir a la fiesta de la hija del empresario más pudiente de toda la ciudad, además yo soy su mejor amiga por el hecho de que mi padre no necesariamente este trabajando en algo tan limpio como se suele decir, decía en mi mente; se acercó a mí con una sonrisa en la cara, estaba contenta porque su padre la había complacido con la fiesta que quería y me dijo:

― Hola Stacy; toma, es del mejor de la casa, exclusivamente desde Francia para ti.

Respondo con entusiasmo:

― ¡Oh, gracias Martha, eres la mejor!

― De nada; si quieres más vas y pides en el bar, él ya sabe mis instrucciones sobre ti.

― ¡De acuerdo!

― ¡Ahora a divertirse, que esto apenas comienza!

Y justo antes de irse me dijo:

― ¡Ah! y dile que no habrá la botella de etiqueta azul, que aún no llega ya sabes quién.

Le pregunté con curiosidad:

― ¿Va a venir? ¿Enserio?

― ¡Sí! Estamos en constante contacto, tú ya sabes.

― ¡Claro!, entonces le diré.

― Si... porfa ahora tengo que atender a los otros, ya vengo espérame y no te vayas con un tío como aquella noche ¿ok?...

― ¡Jajaja! ok, ok no me iré con ninguno hasta que vengas tú.

Nos echamos a reír ambas, mientras la veo alejarse entre la multitud.

Las horas pasaron, las copas se agotaron y el encargo simplemente para mi mente en ese momento no existió nunca, hasta que lo recordé dos horas más tarde.

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