Capítulo 2

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Eleonor fue corriendo hasta la entrada principal de palacio donde la esperaba su padre.

La relación que tenía con él no era muy estrecha; él siempre creía hacer lo mejor para su hija, pero claro, según sus criterios. Esto era algo que no agradaba a Eleonor, ya que ella creía que primero habías de consultar con la persona en cuestión, o por lo menos tener una gran determinación con dicha persona. Pensaréis pues, que su padre sería una de aquellas personas, pero no era así. Su padre, Adalberto,  jamás tuvo estrechas relaciones con ella, ya que la gran ilusión de su vida era tener un descendiente varón, cosa que para su “desgracia” no consiguió tener nunca a causa de que en el primer parto de Agnese, su madre, la vida de ésta peligró de tal manera que las posibilidades de supervivencia llegaron a ser casi nulas. Esto no creó un gran rechazo sobre Eleonor, pero si fue motivo de algo de repudio.

En su infancia, su padre tenía que trasladarse de un lado para otro y poder así mantener su estatus económico y social, ya que no eran una parte estricta de la nobleza, pero si adinerados; digámosle burgueses. Esto último era a causa de sus inmensas relaciones con la sociedad nacional e internacional, así pues, como su integración en diversos proyectos económicos, herencia de su padre. 

 Actualmente, es totalmente distinto, ya que es su padre quien reside más tiempo en palacio y su madre la que debe pasar más tiempo fuera de él.  Agnese, estaba al otro lado de la ciudad ejerciendo una serie de cuidados para su abuela y su tía, las cuales estaban afectadas por un virus que mantenía ocupado a toda aquella parte de la ciudad al otro lado del río.

Una vez llegó a la puerta principal, saludó a su padre con un beso en la mejilla y le preguntó:

-¿Por qué esta reunión aquí padre?

-Vaya, estas muy guapa Eleonor ¿Acaso ya te ha dicho algo Cipriano? Te he visto hablando con él. –Dijo Adalberto mirando a la lejanía del camino.

-Gracias padre, pero no, ¿Qué es lo que había de decirme?

Justo en ese momento se oyó el sonido de unos cascabeles y los pasos de unos caballos, a los pocos segundos, se deslumbró un extraordinario carruaje arrastrado efectivamente por dos magníficos caballos blancos que torcían el camino para llegar hasta la puerta del palacio.

-Lo sabrás ahora mismo querida. –Dijo Adalberto satisfecho y sonriendo mientras le acariciaba el pelo a su hija.

Así pues, el carruaje se quedó parado justo delante de ellos. Eleonor estaba sorprendida por cuánta riqueza podía rodear ese carruaje; ella pertenecía a una familia adinerada pero estaba claro que ese carruaje no podía corresponder a nadie más que a una persona perteneciente a la nobleza. Era un gran carruaje, alto, con forma redondeada y pintado de un blanco deslumbrante en su totalidad rodeado también por una fina línea plateada en todos su contornos;  en su parte trasera guardaba las iniciales D.L con una finísima escritura de color negro; el mango de la puerta era de oro, y su respectiva cortina, de seda roja, y además, gozaba de unas grandes ruedas bañadas en oro, cuyo movimiento junto con los rayos del sol alumbraban el camino como si de luz propia se tratase.

De aquella gran entidad, bajó un robusto hombre con un frondoso bigote y una capa de verdadero pelo animal, posteriormente una delgada anciana muy maquillada y peinada, la cual llevaba un vestido muy lujoso, y por último un varón aparentemente más petizo que Eleonor pero no por esto menos atractivo, con unos grandes y a la vez rasgados ojos azules, su pelo era algo largo y muy rubio; poseía una tez blanquecina que hacía que las pequeñas venas de sus párpados quedaran casi al descubierto, su nariz era muy perfilada y sus labios rosados y pequeños; sus brazos no eran muy gruesos pero sí algo velludos, solo que al ser rubios no era fácil constatarse de ello; su espalda era ancha y su indumentaria, propia de alguien adulto de la nobleza, cosa, que en aquel varón que consideraba tener la misma o menor edad que Eleonor no era muy adecuada.

Ai Giusti. Nuestra historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora