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                    Cerró la puerta de su apartamento detrás de sí, tiró la maleta a un lado de la entrada y después caminó en dirección a la cocina. Prendió la luz con total tranquilidad, sacó un vaso de vidrio de la alacena y se dispuso a llenarlo de agua con una jarra que estaba en la nevera, mientras que con otra mano agarró el arma que tenía escondida en el mesón para momentos como ese. En cuanto el vaso estuvo lleno, dejó a un lado la jarra y dio media vuelta apuntando con la pistola en dirección a la figura de la persona que la esperaba sentada en su sala. La presencia que había percibido desde antes de que ella ingresara al lugar.

Ladeó la cabeza y terminó dejando el arma de fuego en la isla, para después apoyar sus manos sobre la fría y lisa superficie de cerámica.

—No puedes entrar a los hogares de las personas de esa manera, padre.

El hombre canoso de ojos claros y porte impecable se levantó de su sitio y avanzó hasta estar al frente de su hija, al otro lado de la isla, dejándose bañar por la luz cálida de la cocina. Miró de reojo la pistola que descansaba sobre el espacio, luciendo de alguna manera satisfecho. En realidad, no le importaba que Alexandra pudo haberle disparado si la situación se hubiera desarrollado de forma diferente, porque sabía de sobra las habilidades que la mujer había ganado con los años.

—Hay algo importante que debemos discutir.

La castaña rojiza asintió y se fue a sentar en un taburete alto, mostrando total e inquebrantable atención.

—Que llegues sin avisar dice demasiado.

—Ya estoy al tanto de lo sucedido hace casi una hora en el gimnasio —comentó luciendo relajado y tomando asiento también, pero la agente Pierce sabía que algo más había picado el interés de su progenitor.

—Solucioné una situación que estaba a punto de estallar cual bomba programada —contestó sin quitar sus ojos verdosos de los azules de su padre, mientras que su mano derecha se dirigió a agarrar el vaso con agua —. ¿Estoy a punto de recibir un sermón por ello?

—No en realidad —comenzó el director de HYDRA, levantándose de su sitio para así caminar alrededor. Algo que solía hacer cuando se encontraba en una reunión —. Pronto necesitaremos al Soldado del Invierno, pero ya lo hemos tenido demasiado tiempo afuera y lo sucedido hoy demuestra mucho más que su comportamiento es errático.

Alexandra se mordió la lengua, temerosa de que la astucia e inteligencia de su padre lo llevara a la conclusión de que entonces el Soldado no se estaba comportando como el arma que debía ser. Que se estaba comportando de una manera más humana, ajena a lo que la entidad había creado y tratado de perfeccionar.

Alzó el vaso y lo llevó a sus labios para tomar un largo trago, agradeciendo el frío y refrescante líquido en su boca y garganta, que de repente sintió secas.

MERCY  «bucky barnes»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora