III. FINAL.

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Cuando dejó a Levi en la cama, Petra se cambió de ropa por un atuendo holgado; un suéter encima de un camisón blanco que no dejaba ver su vientre apenas abultado de 4 meses de gestión. Ella acarició su estómago para encontrarse con Levi.

—Levi —se acostó junto con él; cuando vio sus ojos oscuros, Petra le acarició la mejilla—. Te amo.

Él puso una mano sobre la de ella apretándola con fuerza; sin hacerle daño, sin insultarla o rechazarla. Era aliviador, hasta encantador, cuando él no se apartaba.

—No tienes idea —susurró dolido—, de cuánto me gustaría poder amarte también.

Petra no se dolió con eso, lo conocía desde la cuna y sabía que él se consideraba indigno de sentir algo por todos sus pecados. Pero con sus esfuerzos por dejar el cigarro, la bebida y mejorar su explosivo carácter, le demostraban a ella que su lucha no era en vano y había un buen hombre que la necesitaba debajo de esa piel maltratada.

Un hombre que la amaba.

—Yo lo sé —le respondió amorosa—, mi amor basta para los dos.

Le dio un corto beso y lo mandó a asearse; momentos después él regresó con su piyama puesta u una navaja de afeitar en las manos.

Petra por un segundo se asustó pues Hanji ya le había advertido que tuviese cuidado con el estado mental de Levi, el cual, por su brutal pasado no era muy bueno ni alentador.

Además, cada vez que él aparecía con esa mirada y un arma en sus manos era el presagio de una tragedia sangrienta.

Así había sido cuando lo vio armando una pistola una noche y a la mañana siguiente su profesor de inglés había sido baleado en su propia casa. Así había sido cuando lo vio afilando una navaja mientras ella, entre lágrimas, le contaba que su primer novio le había sido infiel y al siguiente día, éste había sido asesinado por alguien que la policía nunca pudo atrapar; el chico simplemente apareció degollado a las puertas de la casa que compartía con su actual pareja incluso antes de dejar a Petra.

No permitiendo que el miedo la embargara, ella se levantó de la cama y fue hasta él sin parpadear, tomó la navaja en sus manos descubriendo que las palmas de Levi estaban sangrando.

—Dámelo —pidió él intentando recuperar el filo pero ella lo besó.

—No.

Sin esperar a que él hiciera algo, Petra abrió la ventana y lanzó esa cosa afuera de su recámara.

—Vamos a dormir —no es que no le importase que él sangrase ni que esa sangre manchase las sábanas que ella tanto le costaba limpiar; era solo que Petra sabía que Levi, gracias al alcohol que había ingerido, estaba dejando que su cabeza lo convenciese de que no valía la pena seguir viviendo.

Él nunca demostraba su debilidad porque su vida nunca había sido fácil y nunca había tenido la oportunidad de relajarse ni un segundo. Pero como todo ser humano él tenía un límite para todo. Por eso ella estaba con él; porque lo amaba, y porque lo amaba no iba a dejarlo solo.

»Perdón... perdóname.

Levi no lo recordaba, seguro, pero la niña Petra de 13 años supo que él había querido hacerle daño esa noche; violarla y hacer que lo odiase, alejarse de él porque en el fondo Levi sentía que no merecía su compañía ni ser feliz; pero él no se atrevió a cruzar esa línea. Ni siquiera le quitó la ropa y se detuvo cuando la besó por primera vez, de hecho ni siquiera fue violento; tembló durante todo el tiempo que estuvo frente a ella tratando de continuar, y lloró hasta quedarse dormido encima de ella.

Ahí fue cuando Petra se dio cuenta de que Levi no era de acero ni tampoco era un monstruo cruel carente de empatía, y podía ser dañado.

—Mañana tengo día libre. Iremos a la iglesia, y te oiré tocar —le prometió Petra acostándose sobre el pecho de Levi. Él la abrazó aun con las manos heridas.

—Lo haré horrible y te sangrarán los oídos —amenazó sin sentimiento alguno—. Por culpa tuya soy voluntario en ese sitio.

Por ese tono ella supo que él mentía y que no se sentía mal por tocar el piano de la iglesia. De hecho, desde que Petra lo incitó como voluntario, él parecía alejarse más y más de lo que antes fue.

—Me arriesgaré. Y de nada —apretó su abrazo sobre él.

Ambos sabían que ella estaba arriesgándose mucho al estar con él y no sólo a sí misma sino a su hijo no nato; Hanji ya lo había dicho antes en privado; Levi Ackerman era inestable, pero estaba haciendo buenos progresos y eso le daba esperanza a Petra, además, si él no le había hecho daño en su peor momento, confiaba en que no lo haría ahora.

—Petra... no puedo dormir.

Ella sonrió antes de empezar a tararear una sonata infantil.

La misma que él una vez le cantó mientras la llevaba en brazos hasta el hospital después de verla salir del orfanato en llamas con heridas no tan graves; ese orfanato del que ella había querido escapar y afortunadamente así fue.

Cuando la escuchó, Levi Ackerman supo que su vida valía algo más que un diminuto trozo de basura desechada por el infierno. Y que no era sólo de él.

Ambos cerraron sus ojos cuando la melodía los llevó a un lugar donde no los esperaban ni almas malditas ni recuerdos dolorosos. Sea como sea, estaban juntos y así estarían por mucho más tiempo.

—FIN—

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𝑳𝒂 𝑽𝒐𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝑺𝒂𝒍𝒗𝒐́ | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora