Capítulo 6: Lucas

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Mi respiración es pausada, tranquila y relajada. Mis parpados están cerrados y en mi mente se lleva a cabo una especie de escena en la que yo me encuentro dando una rueda de prensa con el magnate Adler Müller a mi lado. Los flashes de me ciegan y el bullicio de la gente me obliga a cerrar los ojos y desviar mi mirada al suelo. Siento una mano en mi cintura y luego un leve apreton que me hace dar un paso adelante.

Adler se inclina levemente hacia los micrófono y basta con que comience a hablar, para que su imponente voz haga callar al resto de los periodistas y fotógrafos. No soy muy consciente de lo que sale de sus labios, siento un pitido en mi oreja que me hace hacer una mueca y luego unas palabras me hacen mirar al hombre que tengo al lado.

— Mi amor...

Siento unas manos moverme ligeramente, Adler me observa y me zarandea, al mismo tiempo que me llama por mi nombre repetidas, veces. Lo miro con el ceño fruncido, para luego cerrar los ojos. Las voces se oyen cada vez más cerca y se van distorsionando, cada vez se vuelven más suaves y chillonas, más femeninas.

Abro los ojos de golpe y me siento automáticamente, parpadeo varias veces y enfoco todo a mi alrededor. Estoy en la sala de mi casa, con la laptop que me facilitó Hélène, en mi regazo. Mi respiración es agitada, llevo una mano a mi pecho para intentar regularla.

Mi hermana me observa asustada y su mano sigue en el aire. Doy una larga respiración, sintiendo mi boca seca y mis labios pegajosos.

—¿Qué hora es? ¿Les hago la cena? —me las arreglo para preguntar.

—Más bien el desayuno. —corrige Jean, entrando a la sala, con su mochila sobre su hombro. Abro los ojos de par en par y volteo mi cuello para ver el reloj en la pared.

—Maldita sea —murmuro y justo después de que la obsenidad sale de mi boca, me arrepiento y ruego para que los dos menores no me hayan escuchado. Me levanto de prisa, dejando caer la laptop, pero la atajo en el aire y la dejo sobre la mesa. —Denme cinco minutos y les hago el desayuno. —digo, corriendo a las escaleras.

—¡Ya desayunamos! —chilla Jean y yo suelto un suspiro. Siento como si me hubieran quitado un peso de encima. Yo no se que haría sin ellos. Los amo con mi vida.

Entro corriendo al baño, lavo mi rostro rápidamente y cepillo mis dientes. Recojo mi cabello en un moño mal hecho y entro a la ducha. No duro más de tres minutos. Salgo nuevamente y envuelvo mi cuerpo en una toalla. Entro a mi habitación, abro mi armario y tomo lo primero que tocan mis manos que es, básicamente, un jean azul oscuro, y una blusa blanca. Calzo mis viejos converse y salgo de mí habitación corriendo.

Bajo las escaleras ante la atenta mirada de mis hermanos y entro a la cocina. Me bebo un vaso de agua y cojo una banana y una mandarina de la nevera. Entro nuevamente a la sala y hago un ademán a la puerta, ellos se encaminan a ella, mientras yo tomo el bolso que dejé en la entrada. Saco mi teléfono y verifico la batería, está por la mitad, debo ponerlo a cargar. Tengo dinero y las llaves de la casa. Salimos y cierro la puerta. Los tomo de la mano y justo cuando comenzamos a caminar por la acera, veo en la esquina el transporte público.

Corremos hasta el y dejo que suban primero, me detengo a pagar el pasaje de los tres y luego subo yo. Ellos se sientan y yo me quedo de pié. En menos de diez minutos ya estamos bajando de el autobús, frente a la escuela.

No hay nadie por fuera, pero la profesora de Jolie está esperando en la entrada del instituto junto con el guardia de seguridad.

—Lo siento. Fue mi culpa. —suelto nada más llegar. Jean se apresura a entrar luego de despedirse con un saludo de mano y Jolie se queda junto a su profesora.

La Maldad Viste De Traje Donde viven las historias. Descúbrelo ahora