Capítulo 3

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Rory me sonrío, una blanca y sincera sonrisa angelical(ja,cómo no). Me acabé el café en dos grandes sorbos y doblé las mangas de mi camisa hasta los codos, preparada para la oleada de oficinistas que entraban a desayunar antes de coger el taxi o el metro. Entre cafés, pastelillos y tostadas, miré por la ventana para ver como la lluvia aumentaba. La gente corría con los cuellos de los abrigos levantados y subían a los taxis lo más rápido que podían sin chocarse con nada ni nadie. Neoyorquinos, solo ellos tienen ese radar.

La mañana paso igual de ajetreada que siempre. Con la fuerte tormenta ahí fuera, la gente no quería mojarse sus Vans o sus zapatos de piel. En unas horas, ya estaban todos fuera.

-Toma.- Me dijo Rory mientras me tendía unos billetes.- Te lo ganaste. Hoy parecías muy concentrada.

Me limité a encogerme de hombros y sonreir. Si que estaba concentrada, pensaba en la calle de la que fue la casa de Carol. Pensaba en cada centímetro de ese lugar.

Suspiré y subí rápidamente a mi casa tras coger el dinero. En cuanto abrí la puerta, vi a mi gata blanca mirándome atenta con ojos enormemente negros.

-¡Hola Mrs. Shiro!-sí, yo también era de esas que deleitan a sus mascotas a una sesión de soltar chorradas y darle caricias. ¿Qué queréis? Vale, tengo parte de demonio pero adoro a mi gata...mejor ese tema lo tocamos más adelante...

Shiro puso su morrito en mi mano y...obviamente me mordió. Nunca entendería la manera de agradecer las cosas que tienen los gatos. La miré arqueando una ceja y me fijé si tenía comida antes de dejarme caer en el sofá y arrastrarme al sueño guiada por Morfeo

Eternidad y romance no son compatiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora