III

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Nos casamos varias semanas después en una fría mañana de enero, un viernes trece, igual que cuando la conocí. Sus padres no vivían desde hacía más de diez años y era hija única, así que no tenía más compañía que un par de compañeras y amigas del trabajo y los novios de ellas en ese día tan especial.

Por mi parte solo invité a mi hermana, la única persona en el mundo que me seguía queriendo con el pasar de los años y los problemas. Con esa cantidad mínima de invitados, la ceremonia fue privada y pequeña pero no por ello menos maravillosa.

Creo que ni siquiera un ángel puede igualar o acercarse a la belleza de ella en vestido blanco, sonriendo tras un translúcido velo y caminando en mi dirección dispuesta a unir su vida con la mía hasta que la muerte nos separara.

Mis ojos incluso se humedecieron ante tal visión y es una imagen que guardaré por siempre, así la muerte esté en medio y el pacto sagrado se quiebre.

Ni su apartamento ni el mío eran suficientemente grandes para albergarnos juntos así que nos mudamos a una casita de dos pisos un poco más alejada de la pastelería donde trabajaba pero no tanto como para que considerara buscar otro empleo.

Me emocionaba verla acomodando nuestras cosas en las paredes, en las repisas y en el armario; intentaba colaborar cada que podía, pero ella decía que no lo hiciera, que en cuanto a la organización de la casa no le gustaba que le ayudaran, cuando intentaba objetar, ella me besaba y se me olvidaba la objeción. La amaba tanto.

Seguía dándole lirios cada vez que el anterior se marchitaba, era una forma de mantener esa chispa de romance encendida.

Con el paso de los meses, nuestro matrimonio iba viento en popa, cada día parecía más deleitable que el anterior, cada beso se sentía más apasionado que su predecesor y cada noche, en nuestra habitación, el fuego que encendíamos juntos parecía más ardiente.

Cuatro meses pasaron y la economía del hogar parecía que estaba sobreviviendo por los límites. Le daban menos horas en la pastelería y eso sumado a mis ingresos empezaron a ser insuficientes.

Con la llama del amor, el matrimonio y el inicio de una vida, habíamos hablado de la posibilidad de tener hijos pronto, incluso en nuestra pequeña casa teníamos una habitación destinada al primer bebé que pudiera llegar; sin embargo, viendo las cuentas bancarias, parecía que ese sueño debía aplazarse y aunque nos entristecía a ambos por igual, concluímos que antes de cumplir sueños debíamos ser conscientes de la realidad.

A esa habitación en el momento usada para guardar cajas y trastes, le vimos el potencial de traernos un ingreso extra si la rentábamos. Se puso un anuncio y un precio justo y en menos de un mes, fue tomada.

Todos los eventos negativos tienen siempre un comienzo y el que me llevó a despedirme de ella, tuvo como comienzo la llegada de ese inquilino a mi casa.

Todos los eventos negativos tienen siempre un comienzo y el que me llevó a despedirme de ella, tuvo como comienzo la llegada de ese inquilino a mi casa

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Delirio de amor  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora