Toma mi mano

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Capítulo 4: Toma mi mano

*Seis horas atrás*

El cielo no había abierto aún cuando dieron las seis, y Ginny, que se había quedado a comer en el camarote de Genevieve "para dag el último toque a su vestido"esperaba a su anfitriona frente al balcón que daba hacia el mar. Durante el almuerzo habían intercambiado algunos datos sobre sus vidas por encima del vino y de unos solos de pianos larguísimos, que salían de una radio mágica en una de las esquinas del pequeño salón.

Ginny le contó largo y tendido. Le contó que había vivido en Moscú como quien relata una historia incierta, que había vivido no solo alejada del mundo mágico si no de todos sus acontecimientos, que no le gustaba el chocolate ni los espejos rotos, que tenía por norma no jurar para decir la verdad. Genevieve en cambio habló poco y bebió mucho, y apenas la interrumpió mientras iba ordenando su vida a retazos y callándose los secretos que la habían hecho embarcarse en el Victoria Queen.

Y ahora estaba allí, apoyada en la barandilla, dejando que la brisa marina le acariciara el rostro.

A pesar de todos los interrogantes de su vida, a pesar de que no sabía a ciencia cierta a donde se dirigía ni que pasaría una vez allí, solo una cosa tenía clara: el pasado ya pasó. La guerra no podría volver para hacerle daño, las imágenes solo estaban allí, en su mente, en una vida que ya no recordaba y que tampoco la sentía suya de cierta manera. Ahora solo quedaba enfrentarse con su presente, averiguar si Draco le había contado la verdad: que tenía familia, que había tenido una buena vida antes de que su destino se malograra. Quería confiar en él, con todas sus fuerzas. Pero Draco...

¿Qué habría ocurrido en el pasado? Se preguntaba, rescatando esa sensación de amor que le invadía cuando estaba a su lado. ¿Qué significaba aquello? ¿Quién sería entonces Astoria? ¿Qué había sido Ginny para él? A veces lo sentía tan lejano y tan inalcanzable que dudaba que en otro tiempo ellos dos hubiesen tenido algo, algo serio. Pero entonces, ¿qué?

Inmersa en sus cavilaciones desatadas como un río cenagoso, no vio como Genevieve la espiaba tras los cristales del comedor. Parecía esperar encontrarse algo en la melena pelirroja que batía el aire, en la figura alta y espigada de la joven que miraba las aguas embravecidas como si no las viera. Si Ginny hubiera sentido esa mirada sobre sí y se hubiera dado la vuelta en ese momento, no habría entendido el significado de esa expresión anhelante, ansiosa.

Pero solo se dio la vuelta cuando la escuchó carraspear, mientras se acercaba a ella con una bandeja de plata en la mano y dos tazas llenas de té.

—¡Pegdón por la tardanza!—se disculpó—. Este barco tiene un servicio hogible. He tenido que mandag mi patronus dos veces para que me trajeran el té y mira, ¡está frío!—exclamó disgustada—. ¡En fin! Sentémonos adentro antes de que se nos congelen los labios, ¡allez,allez!

Ginny la acompañó hacia el salón y se sentó frente a la mujer, colocándose una servilleta en el regazo tal y como veía hacerlo a su anfitriona.

—¿Qué te ha parecido el día de hoy? —le preguntó por fin cuando las dos tuvieran ya sus tazas entre las manos—. ¡Charmant!, ¿verdad? ¡No hay nada mejog que un día de compras para subig el ánimo!

Por fin se había despojado del abrigo peludo y ahora volvía a tener aquel traje de lentejuelas, con las muñecas llenas de pulseras que tintinearon entre sí cuando levantó la mano para sorber.

—Mmm, ¡congelado!

—No te preocupes —se apresuró a decir Ginny de inmediato—. Está bueno.

La verdad es que nunca le había gustado demasiado el té.

Rusia, mon amour [DracoxGinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora