La Travesía

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Capítulo 3: La travesía

Y de pronto, la oscuridad se hizo luz tras sus párpados.

No se preguntó que sería, ni de donde podía provenir aquel rayo divino que se había posado de pronto sobre sus ojos. Pero sí que se preguntó porqué ya no escuchaba el rugir del fuego ni los hechizos cayendo al suelo como bombas. Porqué ya no sentía el calor que emanaba el cuerpo de aquel chico que le había contado que se había sentido libre allí arriba, volando con ella.

Ginny no tenía miedo a la muerte. Nunca se había cuestionado la vida, ¿porque el final de ésta la iba a asustar? Había convivido con ella durante demasiado tiempo y ya la sentía como una vieja amiga. Lo que verdaderamente le daba miedo era pensar que si no despertaba, que si no abría los ojos hacia luz, nunca podría contarle que ella jamás tuvo miedo. Que ya no podría pedirle perdón aunque quisiera.

Pero la decisión ya estaba tomada. Alzó la mano hacia delante y se dejó caer. Caía hacia la luz, caía dentro de la luz... y ya no habría más oscuridad.

...

No la despertó la mano de su frente, ni siquiera la voz. La despertó el simple hecho de que volvía a sentir dolor y se removió desorientada sobre lo que creía que era una especie de asiento. Lo último que recordaba era el sueño, o el recuerdo de haber soñado un recuerdo, y luego la luz. Pero nada más.

—Bienvenida —e intuyó que quién hablaba no sonreía—. Pensé que no lo ibas a contar.

¿Dónde estaba? Se preguntaba, aún sin abrir los ojos. ¿Se encontraría otra vez en mitad de la batalla? ¿Estaría allí el chico herido al que le pidió una historia mientras se moría? ¿O quizás estaría aún atrapada entre los hechizos con aquel hombre que no la salvó?

Demasiado silencio para las dos opciones. Demasiada calma.

—¿Estás despierta, Gin?

Pero, ¿qué se iba a encontrar cuando abriera los ojos? ¿Qué vida sería?

...

Cuando Ginny por fin miró a su alrededor, observó, tal y como se temía, que ya no se encontraba en el mismo lugar. Se hallaba otra vez en aquel compartimento viejo y descolorido con la cabeza descansando sobre la pared, tapada con su chaqueta hasta la barbilla. Draco, por otro lado, también estaba allí, a su lado, asomando el ojo cicatrizado por encima de su cabeza. Serio, irreal, casi pertubador. Y en aquellos escasos segundos que le tomó volver a sentirse de ese mundo, algo desorientada aún, alargó una mano hacia él como si no estuviese segura del todo...

—Te he visto —le susurró, con la voz ronca—. Te he visto...en mis sueños.

Pero Draco ni siquiera se movió cuando sintió aquel contacto fugaz. Ginny notó de inmediato como su boca, bajo aquel leve roce de sus dedos, se había cerrado en un rictus hostil mientras tensionaba los músculos de su cara como si quisiera repeler su caricia, su contacto, su mano; y a Ginny le bastó eso para retroceder lentamente dolida y sin saber qué pensar, hasta que de pronto, el peso de todos sus recuerdos la dejó sin respiración.

Draco no dijo nada cuando la vio incorporarse y ponerse de pie, con la mirada perdida, el gesto contraído de sorpresa, jadeando levemente. Simplemente se quedó allí sentado sobre el sillón con los brazos cruzados e intentando dilucidar que pasaría a partir de ahora, qué le diría. Cuanto habría recordado y hasta qué punto. En qué sueño le habría visto a él, en qué lugar. Por cuanto errores pagaría esta vez.

Pero Draco no tardaría en descubrirlo. Ginny se acercaría lentamente hasta quedar frente a él.

—¿Porqué? —susurró, moviendo apenas los labios—. ¿Porqué me mentiste?

Rusia, mon amour [DracoxGinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora