Un día antes de su presentación en sociedad Victoria se hayaba rebuscando en su armario, con la mitad del contenido de este ciscado por la habitación, los pendientes que le había regalado su madre, cuando Jeremy irrumpió en la habitación.
-Menos mal, que has llegado.- le dijo sin ni siquera girarse para comprobar quien era.- ayúdame a encontrar los pendientes de mi madre, los de diamantes.
-De acuerdo.- accedió él sin rechitar al tiempo que comenzaba a revolver entre sus cosas.- ¿Qué tal estás? ¿Nerviosa?
-No estoy nerviosa. Pero...- dijo al teimpo que se giraba para encararlo.- verás, mi vida en sociedad siempre ha sido un hecho, por lo que nunca la he cuestionado. Pero ahora que se aproxima tanto, no he podido evitar pararme a pensar en lo injustas que son las normas que la rigen.
-¿Lo injustas que son las normas?-preguntó Jer frunciendo el ceño.
-Tú no lo entiendes, eres un hombre. Pero las mujeres lo tenemos muy complicado. Todo se resume en "no hagas esto" ," no hagas lo otro". Hay tantos "no" que deberían haberse limitado a decirnos que simplemente no hiceramos otra cosa que no fuera sonreir.
-¿Y qué es exactamente eso que no te dejan hacer y tú quieres hacer?- preguntó intentando llegar a la raíz del problema.
-¡Dar mi opinión! ¡Decir no a bailar con alguien que no me gusta sin que me consideren maleducada! ¡Poder reír normal, no de manera tonta y falsa, como nos enseñan! Poder hablar de cualquier cosa, y no solo del tiempo y temas triviales, hablar a solas con caballeros...- comenzó a enumerar ella.
-¿Hablar a solas con caballeros?- le preguntó alarmado Jer.
-Por supuesto. ¿Cómo se supone que voy a conocerlos si no? ¿Cómo se supone que voy a enamorarme de alguien con el queu ni siquera puedo mantener un conversación que no vaya a oír todo el mundo?
Sí, lo que decía Victoria tenía sentido, y estaba de acuerdo, era injusto. Pero todo argumento a favor de su discurso se evaopró ante la idea de ella hablando con hombres, a solas, riéndose con ellos, sonriéndoles, compartiendo con ellos sus pensamientos, besándolos, enamo....
Oh no, de ninguna manera.
Celos, esa era la única excusa que Jeremy pensaría en su favor a lo largo del día por lo que estaba a punto de hacer. Un ataque de celos que le había nublado el juicio pero que no lo hacía sentir menos culpable por lo que había hecho.
-Verás...- comenzó Jeremy a relatar la primera y última mentira que jamás le contaría a Victoria.- Esa norma, la de no estar a solas con hombres, tiene sentido y debes respetarla por que si no, puede que cuando estés a solas con algún caballero, este quiera hacer contigo lo que se hace en la noche de bodas.
-¿Lo que se hace en la noche de bodas?- le preguntó ella sin comprender.
Jeremy se aclaró la garganta y después procedió a contarle con detalles lo que acontecía, recalcando el hecho del dolor profundo de ese día y la semana siguiente, de la mucha sangre que había y habría y incluso de lo malo que era para la salud.
Un relato exagerado hasta tal punto que provocó que cuando se fue, una vez encontraron las joyas dos horas después, Victoria aún siguiera blanca como el mármol.
ESTÁS LEYENDO
Lady Perfecta Adams( Saga héroes de guerra 2)
Ficción históricaJeremy, futuro marqués de Thornhill lleva, desde que tiene uso de razón, total e irrevocablemente enamorado de Victoria Adams, la mayor del clan Adams y también la más testaruda, ambiciosa y puntillosa. Victoria tiene como único objetivo en la vida...