Epílogo

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Victoria lloraba, lloraba y lloraba sin cesar y no paraba de besarle la cara a Jeremy; las mejillas, la frente, los labios...

Jeremy lloraba también y reía a la vez mientras ella hacía todo esto, y al final, acabó por sujetar el rostro de ella entre sus manos y besarla, ahora sí, largo y tendido, expresando todo el miedo que había sentido, la desesperación, la incertidumbre, la tristeza y la vez todo el alivio de verla, toda la alegría, la felicidad.

Cuando se separaron, Jeremy había dejado de llorar y ahora solo sonreía.

Pero Victoria seguía sollozando desconsoladamente, abrazada fuertemente a él.

-Ey.- le había dicho  su marido conmovido.- Vic, estoy aquí, ya ha pasado todo.

Ella negó y siguió llorando. Jeremy sonrió y se levantó del suelo sin soltarla, arrastrándola consigo.

Tuvo que hacer más fuerza de lo que esperaba para hacerlo, ella casi no se daba mantenido en pie.

-Vicky- le dijo él apartándola un poco de sí para mirarle el rostro, el cual estaba rojo de tanto llorar, sujetárselo entre las manos y apoyar su frente en la de ella.- Ya estamos juntos. Estoy aquí. ¿Qué pasa amor?

Victoria lo miró a los ojos, a uno y a otro, frenéticamente.

-Te amo.- le susurró.

A Jeremy se le cortó la respiración.

-Te amo.- le dijo de nuevo, esta vez más alto.- No quería hacerlo. Temía hacerlo. Pero te amo. Te llevo amando mucho tiempo. Toda mi vida.- le confesó a él y a sí misma.- Amo como miras el mundo, amo lo bondadoso que eres con todos, amo tu amabilidad, amo tus sonrisas, sobre todo las que me diriges a mí, amo tus ojos y la forma en la que me miras con ellos, amo tu pelo y la forma en la que brilla bajo el sol, amo la forma en la que me besas, en la que me coges de la mano, amo las caricias en la mejilla con las que me despiertas por la mañana, amo tu paciencia, tu sinceridad. Amo la forma en la que me lees. Amo nuestras discusiones literarias. Amo tus risas discretas con las que te burlas de mí. Amo la forma en la que siempre me defiendes y me proteges. Amo la forma en la que me amas. Amo... amo todo de ti.- terminó.A Jeremy le brillaban los ojos y le temblaba el labio .- Te amo.- le dijo con la voz entrecortada por la emoción.

Jeremy cerró entonces los ojos intentando aceptar lo que estaba oyendo. Entenderlo. Darse de cuenta de que en verdad había oído lo que había oído. De queno era un sueño.

-Repítelo, te lo suplico, solo una vez más te lo ruego, repítelo solo...solo...- le pidió él.

Victoria rió feliz, le cogió el rostro entre las manos y lo obligó así a abrir los ojos y mirarla.

-Jeremy William Blackthorne, te amo, lo he hecho siempre y siempre lo haré. Te amo, profundamente. No puedo concebir una vida sin ti porque tú eres mi vida, o mejor dicho, eres todo lo que hace que merezca la pena vivir, lo mejor de este mundo. Tú me entiendes, me respetas, me quieres. Y yo te amo por ello. Te amo.- le dijo mientras los besaba una vez.- Te amo.- le dijo mientras lo volvía a besar.

Jeremy dejó su aturdimiento a un lado y la besó de nuevo numerosas veces, oyendo con él corazón en un puño, agitado, como ella le repetía que lo amaba una y otra vez.

-Dios mío.- le dijo unos segundos después, cuando aún abrazados, ambos habían dejado de lado las lágrimas y ahora solo reían.- ¿Se puede ser más feliz que yo ahora mismo?- se preguntó más a sí mismo que a ella.

Pero Victoria lo oyó y sonrió.

-En realidad...

Unos pasos acercándose la detuvieron. Era William.

Jeremy se despegó de Victoria y se acercó a su amigo para abrazarlo y darle unas palmadas en la espalda.

Todo sin soltar la mano de su mujer. No se veía capaz de hacerlo, separarse de ella, en un tiempo al menos.

- Tienes que contarme donde demonios estabas. No sabes lo que nos ha costado encontrarte, hemos revisado todos los campamentos y...-William se detuvo cuando se dio cuenta de que su amigo había dejado de mirarlo a él y ahora miraba solo a su esposa de nuevo. Negó divertido con la cabeza.- Eres el hombre más feliz que he visto después de una batalla. Pero bueno. No es de extrañarse. Felicidades.

Jeremy lo miró confundido y Victoria lo observó con una mirada asesina de advertencia, pero este estaba demasiado ocupado hablando como para darse cuenta de ello.

-¿Felicidades por qué?- le preguntó con el ceño fruncido.

-¡Felicidades por tu próxima paternidad! - la cara pálida e inexpresiva que de repente puso Jeremy lo dejó confuso.- Porque eso es lo que te estaba diciendo tu mujer. ¿No? Que vas a ser padre. Que por eso estuvo indispuesta estas últimas semanas.Por eso sonreías...¿No?- William vio a Victoria negar resignada su cabeza y chocar la palma de su mano contra su cara, frustrada. Oh, no, pensó.- Bueno, creo que... os esperaré allí... junto a...

Pero no llegó nunca a terminar la frase, simplemente se fue azorado y maldiciendo su mala suerte.

Victoria lo vio marchar. Sí, pensó,  que huyera ese cobarde, que huyera, que ya se encargaría ella de...

-¿Es verdad?- la voz estrangula de Jeremy captó de nuevo su atención hacia él.

Él la estaba mirando buscando con desesperación, lágrimas contenidas y el semblante banco  una respuesta, una confirmación en sus ojos de que lo que había dicho su amigo era cierto. De que no se lo había imaginado. De que no había oído mal.

Victoria se puso colorada y sonrió tímidamente.

-Si.- le dijo mientras acariciaba la mejilla e su marido con ternura para limpiar la lágrima que se le había escapado.-Sí, es cierto.

-¿Va...vamos a ser padres?- le preguntó su marido tartamudeando mientras se llevaba una mano a la boca, con incredulidad, intentando tapar la gran sonrisa que se estaba formando en su cara.

Victoria soltó un breve risita nerviosa y asintió de forma entusiasta.

Jeremy alzó la cabeza y soltó un fuerte y gran carcajada de incrédula felicidad.

Y Victoria, de repente, pasó de estar en el suelo a estar girando en el aire entre sus brazos.

Ya habría tiempo, pensaron.

Y habría tiempo de dar explicaciones sobre lo que les había acontecido, ya habría tiempo de contarle sobre lo que le había sucedido a Harding, ya habría tiempo de volver a casa, ya habría tiempo de tomar a sus sobrinos en brazos, de pasarse horas y horas hablando, leyendo, arreglando la habitación de su futuro hijo, discutiendo nombres para él o ella.

Ya habría tiempo de cogerla por primera vez en brazos, a su pequeña Alicia, y de ver al recién estrenado papá, emocionado y orgulloso, coger la manita del bebé y susurrar, embelesado, lo preciosa que era.

Ya habría tiempo de todo eso.

De todo eso y mucho más.

Pero nada de eso importaba ahora.

Ni el futuro, ni el pasado.

Solo el presente.

Ellos, en ese instante, juntos, sonriéndose.

Porque allí, se dieron de cuenta, es donde se encontraba la verdadera felicidad.

No en mirar juntos al futuro, no en mirar juntos al pasado, si no en mirarse en uno al otro a los ojos.

Porque allí, en la mirada del otro, es donde a lo largo de toda su vida habían encontrado, encontraban y siempre encontrarían la felicidad.

                           FIN

Lady Perfecta Adams( Saga héroes de guerra 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora