Caminaba por la calle desesperado, se había agobiado su genio creativo, un paseo le despejaría las ideas rápidamente. Las calles de Viena estaban abarrotadas, había llegado el mes de Mayo y todo el mundo deseaba disfrutar del cálido sol de la tarde. Las gentes paseaban tranquilas y compartía las noticias del día entre susurros y chanzas. Sin embargo, la noticia más comentada seguía siendo Mozart y su despido tan violento que el arzobispo Colloredo le había propinado.
Por lo visto ahora Mozart iba por libre y sin patrón que reprimiera su genio con peticiones absurdas, y aun así se las apañaba para sacar dinero el muy cerdo. La envidia de Hans Blumer hacia Mozart era notoria, aunque habían trabajado juntos y su violín se había enfrentado con fiereza a su piano, jamás había obtenido ni tan siquiera la mitad de reconocimiento que ese joven genio. Podía ir por libre, componer lo que quisiera y la gente seguiría consumiendo sus obras con avidez, jamás dejarían que ese imbécil muriese de hambre.
Él, en cambio, tenía por patrón a un burgués que lo atosigaba para que compusiera obras tan mediocres como la vida de su patrón, agotaba su genio, y no lo soportaba. Había sido violinista solista de la filarmónica de Munich y abandonó su puesto por buscar suerte componiendo, no simplemente tocando. Odiaba su vida, un nuevo país, una nueva ciudad y un nuevo trabajo deprimente y mediocre.
Se decidió por tomar un trago en un local que conocía, donde se hablaba de todo menos de música, su necesidad de olvidarse de Mozart, de su patrón y del poco reconocimiento que tenía era imperante. Empujó la puerta del local con parsimonia, estaba cansado, su vida no era como había imaginado, el único pensamiento que recorría su mente en ese instante era quitarse la vida y hacerlo de la manera más creativa que se le ocurriera; así al menos obtendría un reconocimiento final.
Sentado en la barra y ya con su cerveza en la mano se giró para observar el local y a sus parroquianos que charlaban animosamente de todo tipo de temas. Una conversación llamó en especial su atención, hablaban dos hombres con pinta de intelectuales sobre un tal Fausto, que hace siglos consiguió invocar a un demonio y vender su alma al diablo para lograr los placeres más mundanos y poder así disfrutar de su existencia. Pronto acabó su pinta de un largo trago, le encantaba el sabor de aquella bebida.
Salió corriendo de allí, su cabeza apartó las ideas suicidas a un lado y sólo daba vueltas a la idea de invocar él mismo a Mefistófeles para pedirle reconocimiento y fama. Perdió la noción del tiempo y el espacio mientras andaba y sin embargo se hallaba ante las puertas de la biblioteca nacional. Ya que estaba allí investigaría cómo invocar al demonio y qué peligros podía conllevar aquella acción.
En una mesa Hans investigaba todos los libros sobre demonios que había podido encontrar, casi todos estaban escritos en latín, y aunque había aprendido a traducirlo en la escuela, se había olvidado de casi todo por la poca práctica. Se las apañó con un pequeño diccionario para traducir varias frases del texto referente a la invocación de demonios. "Sacrificio" "Castigo eterno" y "Engaño". En el libro también aparecía dibujado un pentagrama contenido en un círculo, seguramente el conjuro para la invocación.
Un sacrificio, nunca había pensado en quitar otra vida hasta en ese mismo momento, aunque de todas formas no se creía capaz de realizar tal brutalidad una vez llegado el momento. Los días pasaron para Hans encerrado en su habitación, intentando componer la obra que su mecenas le había encargado. ¿Cómo demonios compone uno una sinfonía que pueda realzar las propiedades de la seda? Su patrón había perdido el juicio, y él no aguantaba más. Se dirigió al despacho de su patrón y se despidió arrojando todas sus composiciones a su cara tachándolas de basura.
Esa misma tarde volvió a Munich, donde si bien no sería capaz de recuperar su puesto en la filarmónica si tenía cierta fama por su antiguo puesto. Se hospedaba junto a su hermana, en casa de sus padres que recientemente habían fallecido. Por fin había alcanzado su sueño, era libre como Mozart y compondría usando todo su genio creativo sin ningún tipo de límites.A pesar de haber vuelto, su antigua fama se había diluido, y ni siquiera en su ciudad natal se libraba de escuchar maravillas sobre Mozart. Pasó casi un año creando nuevas piezas de arte, la mayoría de ellas apenas obtuvieron reconocimiento y el público acudía a escuchar sus conciertos debido a su anterior puesto en la orquesta.
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Insomne
Paranormal"¡El dolor del insomnio o el dolor del miedo a dormirme, y con los desconocidos horrores que tiene para mí! ¡Qué bendición tienen esas personas cuyas vidas no tienen temores, ni amenazas; para quienes el dormir es una dicha que llega cada noche, y n...