《 Hay una leyenda Germánica que todos y pocos conocemos, donde siempre se ha pensado que la persona que te ha de amar siempre se refleja en tus ojos, que cuando ves esos orbes mirarte todo se vuelve estable, un todo cuando sabes que esa persona es para ti. Se refleja en ellos el efímero instante donde cruzas la línea de lo sensato y deseas siempre permanecer ahí, cuando tú te das cuenta de que tu otra mitad se encuentra en esos ojos. Se dijo que las personas nacían en los tiempos de los dioses con ojos bicolor, uno del color que era tuyo y otro el de esa alma que debía estar a tu lado, y que al encontrar a ese alguien, tus ojos se volvían del color que naturalmente eran, haciendo que los de esa persona también se hicieran uno con los propios. 》
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La primera vez que le dijeron que sus ojos eran extraños fue en el jardín de niños, donde llevaba entre sus pequeñas manitas una manzana verde y un listón azul en el cuello.
Un mocoso mayor que él le mencionó que no le era grato el ver que sus ojos eran diferentes a los de cualquier otra persona, que realmente no merecía el privilegio de llamarse un niño dotado de un don como lo era aquel, para que después cerrara su boca cuando el de la cabellera castaña le lanzara la ramita que sobresalía de la manzana a la cabeza y se alejara cantando alguna canción que se le ocurrió mientras sus divagues de infante crecían.
La segunda vez que sus fanales le fueron señalados fue cuando su edad no rebasaba de los siete años, ésta vez con un corbatín y una camisa de uniforme sucia por el polvo que había creado al correr de allá hacia acá por todo el patio de el edificio. Esa vez fue una maestra, una docente del plantel educativo señaló que sus ojos eran bonitos, diciendo con sus aires de ser una educadora promedio que era algo como un don que no todos podían poseer, Tony, como quien no quiere alegar contra aquello, asintió, con sus mejillas regordetas mirando a los demás niños correr mientras sus pantaloncillos se doblaban cuando sus tobillos tocaban el concreto de la banca donde estaban sentados, bajo un sicomoro viejo.
La tercera vez fue una copia de las dos anteriores, si podría decirse que simplemente fue el mismo cuento, en su adolescencia le susurraron al oído que no podía ser parte del club de deporte porque sus ojos no eran normales y que su inteligencia opacaba a la del resto, cosa que fue injusta a los ojos del muchacho, el cual, días después provocó la expulsión de todo el grupo de deportes por mirar porno en las horas de computación, el día que se hizo capitán del equipo traía un pantalón caqui y una camisa tinta de media manga, y se preguntó, ¿por qué alguien tenía el derecho de burlarse de algo solo por ser diferente a lo usual?
El problema no era él, por supuesto, él solo vivía como sus padres le habían enseñado y se limitaba a estudiar, no veía el caso de soportar en sus vivencias las señalaciones que sus ojos llevaban con simples miradas todos los días de su existencia.
Pudo decir alguna vez que realmente le molestaba que le dijeran que sus ojos no eran normales, pero estaría mintiendo, no era ni bien ni mal, porque en algunas ocasiones le llegaba a alegrar que las personas dijeran que se diferenciaba en algo, que no era la igualdad de su persona a la de los demás. Esos días en las que su chaqueta de cuero roja le protegía de las ofensas y se convertía en su escudo, como la armadura que evitaba que sus pensamientos divagaran hasta hacerse unos ataques de ansiedad memorables en sus ansias.
Cuando Tony se deshizo de todo lo que le llegaba a afectar, se percató de que la vida podía llegar a ser sencilla si se ignoraba a las personas, si se alejaba de los medios que solían llamarse amigos y empezaba su vida solo y sin problemas, al fin y al cabos un genio de ojos extraños no necesitaba de más personas para vivir feliz.
A sus 23 años, estudiando robótica elemental y sin amigos seguía teniendo aquella mentalidad.
Preguntándose cada mañana si lo correcto era seguir con la farsa a la que llamaba vida y desayunando donas cada vez que se le olvidaba preparar un pan tostado.
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Del Color de el Sol | Thunderiron
Não Ficção❝ Porque un opalino no se resiste a un sol, sagrado, destellante ❞ t h u n d e r i r o n