¿Por qué me había dejado liar para esto? Después de tantos años lo normal sería ser algo más inmune a los pucheritos de Alfred, pero no, seguía igual de perdida que el primer día.
Picaba con el pie en el suelo impaciente, ¿a cuánta distancia podían tener la maldita trastienda? Llevé la vista hasta Emma para asegurarme que aún estaba tirando del mismo tul que antes. Reí al comprobar que se había confeccionado una capucha al echarse por encima la falda del vestido y el tul cubría todo su cuerpecito como una cortina. Sacando el móvil de la bolsa del carrito, me agaché a su altura y le hice una ráfaga de fotos, alguna sería lo suficientemente adorable como para mandarla a los abuelos de regalo.
- ¿Le importaría decirle a la niña que deje el vestido de muestra? Puede romperlo -mandó la señora de la tienda.
- No lo habría cogido si usted no hubiese tardado 30 minutos en traerme el mío -ataqué mientras cogía a mi hija.
Emma me miró con los ojitos suplicantes para que la volviese a bajar al suelo, pero negué con la cabeza y le besé la frente. Suficiente paciencia tenía la niña con todo esto, no sabía de quién lo habría sacado.
- He tenido que atender una llamada -informó la señora-. Debería probarse el vestido antes de irse, este se supone que es el definitivo. ¿Dónde está su madre? Siempre viene con usted.
- Mi madre no vive aquí y hoy le era imposible venir -suspiré-. Y a mi suegra tampoco le iba bien, así que hoy solo somos Emma y yo.
- ¿No tiene amigas? -preguntó impertinente.
- Le parecerá descabellado, pero mis amigas trabajan -contesté con retintín mientras ataba a mi hija en el carro-. Sé que todo esto me lo está preguntando porque le molesta que haya traído a la niña a su tienda, pero no se preocupe, es muy buena, se quedará quieta ahí un rato.
Como no había nadie más en el local, decidí desvestirme en medio de la sala de prueba, sorprendiendo a la señora que desvió su mirada hasta la puerta con inquietud. Me alegré de ver que la estaba incomodando con mi espontaneidad, si mi hija tenía que estar atada en el carrito yo no me iba a ir a un vestidor a cambiarme.
Mi niña empezó a aplaudir al ver como la señora me abrochaba los delicados botones de detrás de la fina blusa de manga corta que llevaba el vestido.
- ¿Te gusta, cielo? -pregunté a mi hija.
Sus risitas y el ritmo creciente de las palmadas me indicaron que sí, le gustaba lo que había elegido. El vestido consistía en una blusa transparente de gasa, con algunos detalles bordados a mano, y una falda fluida que se amarraba a la cintura y caía hasta los pies en suaves ondulaciones. Al principio mi madre no había estado muy convencida de mi elección, ella prefería algo más clásico, pero al recordarle la suerte que tenía de poder verme en algo así, se le disiparon las dudas.
Mi boda no sería la más convencional del mundo, de hecho, yo nunca había querido casarme, me parecía algo inútil a la par que postureta. No consideraba que un trozo de papel y el beneplácito de 200 invitados midieran lo mucho que quería a mi pareja, pero como a él le hacía ilusión, al final había caído.
Mientras enredaba mis manos en el poroso tul de la falda, recordé la noche en que Alfred me convenció de casarnos.
Emma llevaba un rato dormida cuando Alfred volvió del estudio. Yo estaba un poco mosqueada porque me dijo que llegaría a tiempo para cenar con nosotras y, como siempre, el trabajo había sido más importante. ¿Se creía que yo no tenía compromisos? Pero siempre sacaba hueco para pasar el mayor tiempo posible con la niña. Estaba muy contenta de que Xus y Alfredo estuvieran dispuestos a quedarse con su nieta todo el rato que hiciera falta, pero me parecía abusar de su tiempo cuando parte del trabajo lo podía hacer desde casa. Pero Alfred no, él no tenía mesura en cuanto al trabajo, era acercarse al estudio y perderse para el resto del universo. Realmente no podía quejarme, cuando le compré ya sabía que sería así.
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Son canciones
Fiksi PenggemarEl otro día estaba trabajando y se me ocurrió una idea para compensarme a mí misma sin tener que gastar dinero: escribir. Para mí, plasmar ideas en forma de palabras es una desconexión de la realidad, así que no puede haber mejor forma. No puedo com...