⇝ Viejas Historias ⇜

13 5 0
                                    

Abro los ojos, sobre mi cabeza brillan millones de estrellas. Debería de estar helada, pero no es así. Me pongo de pie sin ningún tipo de dificultad y voy caminando hasta el bosque. No sé por dónde cogí, pero sigo una especie de camino entre los árboles y poco después observo las luces del porche. Al entrar, descubro como el lado izquierdo de la casa está iluminado. Voy cruzando las salas hasta terminar en el gran comedor. Me dirijo a una de las paredes donde una discreta puerta de madera da paso a la cocina. Dentro está Isabel. Cojo una silla y me siento en la mesa que hay en mitad de la cocina.

- Al fin has llegado. – Me dice entretenida haciendo algo.

- Bueno, solo quería pasear por el bosque. – Le digo.

- No tienes que dar explicaciones. – Se gira y me sonríe. – ¿Hambre?

- Sí, ¿cómo se llama el bosque? – Cuando le pregunto se gira en redondo y me pone un plato de sopa por delante.

- En realidad no tiene nombre, pero los de aquí lo llamamos el Bosque del Sauce. – Me dice cogiendo una silla y sentándose a la mesa.

- ¿Y eso por qué? – Le pregunto, llevándome una cucharada del plato a la boca.

- Hay leyendas que hablan sobre el amor de los ángeles hacia criaturas que no deberían ni saber de su existencia. Ese sauce... – Hace una pausa. –... es el vestigio de un amor pasado. Cuentan que un ángel con el poder suficiente pudo ponerlo ahí para así ver a su amada.

- ¿Qué sucedió? – Le consulto.

- Dios tomó ese acto como un acto de rebeldía hacia él. No entendía cómo el ángel podía amar y lo condenó junto con su amada. Desde entonces, se dice que el árbol marchitó con la muerte de su amor.

- Es triste. – Vuelvo a tomar otra cucharada del plato.

- Todas lo son. – Dice con suavidad.

- ¿Hay más historias? – Le pregunto.

- Otras cuentan lazos de sangre entre humanos y ángeles. El fruto de esas uniones se llama Moradores de la Tierra.

- ¿Tú crees en esas historias? Quiero decir, ¿crees que esos Moradores son reales? – Al preguntarle, los ojos negros de Isabel parecen más grandes.

- No importa qué cuente una historia ni lo que puede significar. Todas tienen algo en común, relatan verdades que de otra forma no se podrían saber. – Me dice.

Me quedo en silencio, dejo que mis pensamientos me lleven lejos del lugar donde estoy. No sabía nada de esas historias. Noel siempre decía que eran tonterías que solo servían para llenar las cabezas vacías del resto. Sin embargo, ahora es como si algo hubiera cambiado, como si las encontrara más reales.

- Hay algo en este lugar. – Rompe el silencio Isabel. – Algo que pocos pueden sentir, pero es fuerte. – Me sonríe. – Me voy a la cama. No estés mucho tiempo despierta.

- Buenas noches. – Digo con un hilo de voz.

Y entonces me quedo sola en la cocina. Cuando miro el plato, veo que ya me lo he comido todo mientras hablaba con Isabel. Sé que hay miles de historias sobre ángeles que tienen hijos con personas normales, pero de ahí a esos Moradores de la Tierra... Mamá siempre solía hablar de otras leyendas sobre la procedencia de los Hulúa, quienes provenían de los lobos siendo así licántropos. ¡Y pensar que ella ha muerto por un ataque de lobos!

Al reflexionar en eso siento un escalofrío, como una llamada. Miro en todas direcciones y no veo nada. Salgo de allí y voy a mi cuarto. Es hora de dormir. Me coloco sobre la cama tras ponerme el pijama de algodón. Recuerdo que desde pequeña me daba miedo dormir porque solía «ver» en sueños cosas que pasados unos días sucedían, como si pudiera descubrir el futuro más cercano. Pero ya pertenece al pasado, a uno que envidio porque en él sigue viva Noel. Y con ese pensamiento me abandono en los rincones oscuros de mi mente...

SauceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora