Al llegar a casa, Isabel me tenía hecho el almuerzo. Después de comer, volví a mi cuarto y me tendí en la cama. Tras dar miles de vueltas en ella, una tras otra, salí de la habitación. Entro de nuevo en la sala donde están los cuartos de Noel y Carol. No sé qué es lo que me hace ir para allá, pero tengo una necesidad incontrolable.
Al llegar, veo la puerta de Carol totalmente en sombra como siempre. Miro hacia las escaleras y observo que están más iluminadas de lo que deberían de estar porque las horas pasan y con ellas la luz del sol.
Pongo con indecisión el pie en el primer escalón, pero seguidamente siento como si unas manos sujetaran el resto de mi cuerpo y voy ascendiendo hacia la puerta. La abro derramando luz dorada por las escaleras.
Era tal y como lo recordaba, una gran habitación donde la pared frontal era de cristal y desde ella se podía ver todo el bosque moviéndose por el viento. Veo miles de fotos de las dos, de Noel y mías. Cojo una y la aprieto con fuerza contra el pecho.
Voy hasta la cómoda y me siento en la pequeña silla de terciopelo rojizo. Rozo la fría madera y al azar, abro el tercer cajón donde encuentro un medallón de una piedra negra como una noche sin estrellas, con un cordón de espinas de plata. Lo sostengo entre los dedos hasta que cambia de color. Primero es verde, luego azul y cuando un rayo de luz la atraviesa, se vuelve de un color amarillo reluciente. Me lo cuelgo del cuello y veo que se pone de un color entre rosa y violeta. Entonces, la voz de Noel irrumpe en la habitación:
- Solo los ángeles lo saben usar. – Siento como mi corazón se encoje y me pongo de pie mirando de un lado a otro de la habitación.
Al final, salgo de allí y desciendo por las escaleras. Me quedo mirando la piedra y veo que se pone de un color azul reluciente. La meto dentro de la sudadera y en ese momento me fijo en que la puerta de Carol está abierta. Con cierto temor voy hasta ella, pero me quedo fuera. Es tal la oscuridad allí dentro que si me quedara mirando toda mi vida, nunca conseguiría ver en su interior.
- ¿Eres tú? – Una voz con cierta fuerza susurra desde el interior de la habitación. – ¿Alessia? – Vuelve a susurrar.
- Sí.
- Soy Carol. Me cuesta mirarte desde ahí. El sol parece brillar con gran fuerza hoy. – Una mano delgada de un blanco reluciente y piel fina sin imperfecciones, con las uñas pintadas de negro, sale en mi busca de la oscuridad. – ¡No temas! – Es lo único que dice. – Yo seré tus ojos en la oscuridad si lo necesitas. – Dice para intentar convencerme de tomar su mano.
Sin saber muy bien por qué, no dudo y agarro su mano entrando en la habitación. Para mi sorpresa lo veo todo con claridad, excepto su rostro. Entrecierra la puerta y lleva una de sus manos a mi mejilla para acariciármela. Después, la va descendiendo hasta terminar en mi muñeca.
- ¡Cuánto has crecido! – Parecía feliz al afirmar eso.
- Bueno, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí. – Se aleja de mí y se sienta. Toma aire que retiene para luego soltarlo en un largo suspiro.
- Ves, ¿verdad? – Me tenso ante su pregunta.
- Bueno, pensaba que no lo conseguiría.
- Sabía que no necesitarías mi ayuda. – En la oscuridad diferencio su sonrisa. – Pocas personas pueden ver a total oscuridad.
- Me alegra comprobar que soy una de esas personas.
- Hay más cosas que descubrirás pequeña Alessia. – Suspira. – Y espero que pronto. – No entiendo sus palabras y no le contesto. – Bueno, me gustaría cenar hoy contigo, ¿te importaría decírselo a Isabel?
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Sauce
FantasyEn algún recóndito lugar del mundo, Alessia vuelve a casa tras varios años de ausencia debido a la muerte repentina de su madre, al parecer, por un ataque de lobos. Su llegada se ve envuelta entre sucesos inexplicables como el hecho de que el bosque...