De todas las cosas que Elizabeth Archibald podría estar haciendo en esos momentos, esa era la que en definitiva habría querido aplazar. Se encontraba de frente a su valija, tratando de acomodar infructuosamente su equipaje; era la tercera vez que lo hacía, ya que la primera vez que lo había terminado, llegó su madre, la duquesa Holfsworth, y le gritó que esa no era ropa para una dama de la aristocracia.
La segunda vez, su hermana Patrice entró gritando que no encontraba su blusa nueva, por lo cual rebuscó en toda la maleta, desordenando todo, para que al final, una de las sirvientas subiera a decirle que las bolsas de sus últimas compras recién habían llegado. Patrice ni siquiera se disculpó; Elizabeth estaba segura de que fue totalmente apropósito, mas no dijo nada.
-¿Está todo bien Srta. Lizzie? ¿Quiere que acabe su equipaje por usted?- se ofreció amablemente su nada.
-No, Betty, yo lo terminaré...
-¡Elizabeth! Ven acá- gritó su madre.
Para autoproclamarse como "toda una dama", la duquesa se pasaba gran parte del tiempo gritando a la servidumbre, y de una forma especial a su pequeña Elizabeth, que agradecía a Dios que la enviaran a un internado durante el año escolar; ya que era mucho más tolerable ser menospreciada por unas chicas de su edad, que por su madre y su hermana Patrice.
-Aquí estoy madre, ¿Qué sucede?
-Pasado mañana sales temprano, y más te vale que durante todo el camino seas amable con los Crawley.
-¿Por qué con los Crawley?
-¡Chiquilla tonta! Pues porque Patrice, Edgar y yo tenemos que llegar antes, y nos vamos mañana; pero ellos aceptaron llevarte el jueves. ¡Qué amables han sido!
-Yo no quiero ir con ellos.
-Si me pidieran llevar a una muchachita tan arisca como tú, me habría negado.
Se quedó callada. Así era siempre con su madre, Isabela Holfsworth era una mujer de mal carácter, que se regodeaba en sus mentiras dando órdenes a cuantos pudiera. Se casó la primera vez por amor, pero la segunda por profundo interés, ya que el Duque era un hombre de mal ver, con una pierna rota y unos 10 años más que su mujer.
Sin embargo, Edgar Holfsworth amaba definitivamente a Isabela, y se sentía tremendamente orgulloso por la belleza tan celebrada que poseía Patrice, y que llamaba la atención de cuanto caballero se cruzara por su camino. Elizabeth estaba segura de que ellos 3 habrían sido una familia absolutamente feliz, de no haber sido por ella.
-Está bien, mamá. Iré a dormir.
-No puedes, van a servir la cena...
-Por favor, estoy cansada.
-¡Elizabeth, vuelve aquí!
Su hija no volvió la vista, pero si sentía la mirada de reproche clavada en su espalda.
No entendía porque si no la querían cerca, no la dejaban en paz. No quería ir a "La Corte", y los miembros de "La Corte" tampoco la querían cerca, así que... ¿Por qué no podían dejarla en casa de Lady Camille? Lady Camille era la madre de su única amiga en el internado, y era la única chica que en toda su vida había considerado una amiga. Cuando llegaban a pelear sufría demasiado.
Cuando entró a su habitación, Betty estaba acabando de doblar sus blusas de algodón, y cerró de golpe la valija rosada.
-Está todo listo, Srta. Lizzie.
-Gracias Betty. Buenas noches.
-Buenas noches Srta. Lizzie.
Respiró profundo y cerró la puerta con seguro cuando Betty salió. No necesitaba que su madre o Patrice entraran en la madrugada, fingiendo perder otra cosa para desacomodar de nuevos sus pertenencias.
Sonrió, pensando que tendría la casa para ella sola. Y rió en silencio imaginando que si tuviera amigos, podría dar una buena fiesta.
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Destino y deber
RomanceElizabeth Archibald pertenece a la aristocracia moderna, siempre eclipsada por su hermosa hermana, por lo que su vida es muy aburrida... hasta que conoce a Nicholas de quien se enamora a primera vista... y a quien no ha reconocido como el príncipe. ...