No le sorprendió en nada cuando al entrar a su habitación, se encontró con su madre que gritaba como desesperada, que ninguna jovencita que se respetara estaría por ahí, cayendo a la piscina con la ropa puesta. "No mamá, la próxima vez que me empujen a la piscina me desnudaré antes" contestó en su mente.
En contra de las posibilidades, la duquesa no notó que su hija llevaba un saco masculino sobre los hombros, y menos que tenía bordado el emblema de la casa real Le Roux. La mandó a bañarse y la reprendió media hora más por su comportamiento, luego 10 minutos sobre haber perdido la peineta de su hermana, y 10 más porque gracias a que estuvo regañándola, no tuvo tiempo de su siesta reparadora.
-Lo siento mamá-
-Con eso no arreglas nada Elizabeth. ¡Y justo hoy llegó el príncipe!
Salió alborotándose el cabello, y murmurando lo tarde que era. Por su parte, Lizzie aun tenía las mejillas sonrosadas por el caballero que la salvó; no le interesaba si era un lacayo. Había salvado su vida, y eso era lo importante; mañana le compraría algún presente, como agradecimiento.
Pero ahora era el momento de arreglarse, ponerse kilos de maquillaje, pero que pareciera que no se había puesto nada; usar un vestido incomodo que no la hacía ver mayor, y destrozarse los pies con tacones altísimos.
-Está lista, Srta. Elizabeth.
-Gracias.
Su cabello estaba suelto y lacio, con algo de volumen. Justo de la forma que más detestaba su madre, porque así todos podían notar que no era tan rubia como ella o su hermana. Estaba lista.
Bajó al gran salón, donde la aristocracia esperaba la gran llegada del príncipe y la princesa viuda; se suponía que dentro de unos días también llegaran el archiduque, y Lady Johnson. La duquesa Archibald fue a tomar su lugar de siempre al lado de la baronesa y el marqués; todos hablaban de que el príncipe buscaba esposa, y no encontraban chica más idónea que Patrice, excepto...
-Yo creo que le convendría más Clarissa Johnson, porque es más joven – indicó la condesa Marie.
A punto estuvo la duquesa de comenzar una pelea épica, mas no lo consiguió, ya que fue anunciada la entrada de la princesa, y el joven príncipe. Los dos usaban sus coronas adornadas, pero sencillas a su manera.
-Madre... ¿Es el príncipe?
No podía creer lo que veía. Ahí, al lado de la princesa, sosteniendo su mano estaba él. Ese joven que le salvó la vida y le informó ser parte de la servidumbre del príncipe... ¡Era el príncipe! Lucía tremendamente atractivo con su cabello castaño peinado de lado, sus ojos nerviosos y ese traje oscuro perfecto para él.
¿En serio había sido ese joven, quien sin conocerla se adentró a la piscina solo por ella? Parecía tan ajeno a todo...
ESTÁS LEYENDO
Destino y deber
RomanceElizabeth Archibald pertenece a la aristocracia moderna, siempre eclipsada por su hermosa hermana, por lo que su vida es muy aburrida... hasta que conoce a Nicholas de quien se enamora a primera vista... y a quien no ha reconocido como el príncipe. ...