La última actuación había sido un éxito.
Como la mayoría de las noches, realmente.
No obstante, en vez de irse con sus compañeros a celebrar el éxito del último pase, se había excusado diciendo que estaba muy cansado y sólo tenía ganas de pegarse una ducha e irse a dormir.
Lo cierto es que ella había ido a verle, después de semanas separados a causa de la nueva producción de la compañía.
Parecía que aquello no iba a acabarse nunca.
Aunque las llamadas interminables estaban muy bien y lograban calmar sus ganas de estar con ella entre las sábanas, el hecho de volver al hotel donde ella se alojaba era, con creces, muchísimo mejor.
No es cuestión de mentir, estaba muy cansado. Pero el tacto de la piel ajena es siempre un buen relajante a tener en cuenta, ¿no?
Una vez llegados a la habitación, él se dejó caer en la cama cual largo era, clamando sus atenciones.
- Nena...
- No.
- Porfa...
- He dicho que no.
- Sólo un besito chiquitín...
- Te conozco. – le cogió una de las manos, estirando para levantarlo. – y para ti un beso nunca es suficiente. Vamos, ni siquiera has tenido la amabilidad de ducharte, si piensas que voy a acostarme con un tío que huele que apesta estás muy equivocado.
- Vaaaale... ¿me ayudas?
- Claro, Zenny.
Ambos se van juntos al baño.
Primero ha de librarse la capa de maquillaje. Bien es verdad que al actuar desde un escenario con la luz dándote directamente en la cara hace que la mayoría de la pintura se vaya degastando, pero siempre quedan restos, y ella no va a permitir que el maquillaje estropee la maravillosa piel de él.
- Siéntate.- le dice señalando el retrete.
Obedientemente él se sienta. Ella busca las toallitas y demás cosméticos que completan la (interminable) rutina facial de él.
Una vez con todo al alcance de la mano, ella se sienta a horcajadas sobre él, quedando frente a frente y lo empieza a desmaquillar con delicadeza.
Evidentemente, el peliblanco no se lo pone fácil.
Aprovechando cada vez que baja la guardia para robarle un beso, una caricia detrás de la oreja, un pequeño bocado en el cuello.
- Las manos quietas, colega.
Si ella lo dice...
Le recorre la espalda para dejarlas apoyadas sobre el culo de ella, agarrándolo con fuerza e invitándola a acercarse más, aumentando cierta fricción más allá del ombligo de ambos que hacía que empezaran a perder la concentración en lo que estaban haciendo.
Desmaquillar al actor, eso.
Estarse quieto, claro.
- Eres lo peor.
Le dice ella, y ahora sí que lo besa de verdad, y las manos ya no pueden estar quietas.
- ¿Me acompañas a la ducha?
- Sabes de sobra que sí.
Entre risas se persiguen por el baño y el primero en ser pillado paga prenda y, literalmente, se desprende de una. Entre besos y más besos, las yemas de los dedos dejan paso a las uñas y las respiraciones empiezan a entremezclarse con el vapor del agua caliente al, por fin, abrir el grifo.
Se empapan en el calor del otro.
Se empañan los espejos.
Pero dentro de la pasión también hay un pequeño hueco para la ternura.
Como cuando ella le enjabona el pelo y le masajea la cabeza, no sin, antes de terminar, darle un tirón a su coleta de plata para volver a unir los labios.
O cuando él extiende jabón por el cuerpo de ella, recorriendo cada centímetro de piel desde los pies a la cabeza, con ciertas paradas en zonas estratégicas, pues sus pechos se yerguen apetitosos y él no le teme al aliento de burbujas.
Aunque el agua está caliente, el ardor que se extiende desde el bajo vientre de ambos es mayor, por ello, cuando ella lo empuja, obligándolo a sentarse en el borde la bañera, ya no importa si les cortan el agua o se enfada el dueño del hotel.
- ¿Vas a bailar para mí, princesa?
Ella se acomoda en su regazo, con cuidado de no resbalar. Como al principio pero con mucha menos ropa.
Con una mano se sujeta a los hombros de él.
Con la otra, vuelve a tomar su coleta, como una amazona la brida del caballo.
- Depende de lo que entiendas por bailar, Hyun. Y tú, ¿vas a gemir para mí?
Es una pregunta trampa, realizada en el momento justo en el que acomoda la erección de él entre sus piernas y baja las caderas.
El primer gemido es, más que nada, de sorpresa.
Le sigue una risa cómplice.
Una embestida mutua.
Compañeros en un crimen que tendrá sus consecuencias en la factura del agua, disfrutando de la adrenalina que brota del movimiento ajeno, del tacto desnudo y la piel que resbala dentro y fuera.
Las manos de él son como las de la sirena que guía al marinero a las profundidades, sujetándola en pleno aleteo de caderas, controlando la velocidad, para, en el momento justo, volver a la superficie.
Una bocanada de aire que sabe a labios del otro.
Una chispa en forma de hormigueo que se extiende por todo el cuerpo.
Una mirada escarlata que la lleva a tocar el cielo.
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Mystic Messenger [One Shots]
أدب الهواةAquí quiero recopilar algunos relatos breves centrados en los distintos personajes de Mystic Messenger enfrentándose a todo sitio de situaciones: desde el romanticismo más azucarado a otros momentos con un toque más intenso. Mystic Messenger y sus p...