8. Te Pido Vuelve

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"Nadie puede darte todo este amor tan sincero, no voy a fallarte, en mis brazos yo siempre te quiero"— Te Pido Vuelve

León apenas si cerró la puerta y ya estaba lamentándose por la sequedad de sus palabras, el no podía hablarle así a Emilia; no podía tratar así a la reina de sus pensamientos.

Asi que después de pensarlo un momento más, abrió la puerta encontrándose con su amiga a la mitad del corredor, desde donde se escuchaban sus sollozos.

Rubio respiró hondo y caminó a paso apresurado para alcanzarla.

Sinceramente, no le importaba cuántas veces la fémina decidiera jugar con el, ni siquiera le interesaba si nunca correspondía sus sentimientos, el estaría siempre a su lado, porque así se lo dictaba su corazón aunque no su razón.

Al llegar a su lado, el menor de los Rubio alojó a Emilia entre sus brazos y la estrujó lo más fuerte que pudo, sorprendiendo a la chica, la cual no tardó mucho en abrazar la cadera del joven y recargar la cabeza en su pecho.

El oji-verde dejó un beso discreto en su cabello y llevó una de sus manos al mismo.

— Perdóname por ser un idiota— murmuró con notable pena— Escúchame Emilia, y necesito que me pongas atención.— le susurró mientras los nervios empezaban a consumirlo por dentro.— Te amo, te amo desde que te conocí, desde que me devolviste aquel dinero, desde que vi tus ojos castaños tan cristalinos como el mar, tan temerosos de todo— sonrió con ternura—  desde ese momento supe que debía cuidarlos de cualquier estímulo que les causara llanto.— pausó— Pero eso no fue lo mejor.— aclaró su garganta— Cuando lograste articular un saludo hacia mí te juro que me sentí desfallecer— rió con nerviosismo— Me enamoré de tu voz, de cada uno de tus gestos...de cada sonrisa que me regalabas...— suspiró— Entiendeme un poco Emilia... No es fácil estar tan enamorado de ti y al mismo tiempo verte tan enamorada de él.— habló amargo y después se separó para observar su mirar.

La peliazulada se quedó perpleja, ¿Era verdad lo que le estaba confesando?.

No sabía propiamente en qué momento había dejado de llorar para ahora prestarle lugar a un asombro que le estaba albergando la mente.

—¿De qué hablas, cachorro?— preguntó confusa— los amigos no se pueden gustar— aseguró intentando ignorar la mirada suplicante del morocho.

Después de unos cuantos segundos que a Ruiz le aparecieron eternos, habló el atractivo hombre.

—No te estoy mendigando amor wey.— rió sarcástico para romper un poco el momento incómodo, pero sólo logró que su voz que quebrantase por las las lágrimas que se acumulaban en sus pupilas.— Solo dime... ¿Cómo fue que me enamoraste?, ¿En qué momento empecé a extrañarte?— respiró y continuó— Ahora solo dime si me vas a herir, porque no quiero que te lamentes, creo que me preparé— tomó de las mejillas de Emilia y la obligó a mirarle.— Yo siempre estaré como tu amigo, nunca te abandonaré.... Pero quiero que algo si te quede muy en claro... No creo que nadie sienta lo que yo siento por ti en estos momentos... Así que... Si cambias de opinión, si tan solo en algún momento hay espacio en ese corazón para darle un hogar al mío, házmelo saber... Porque por mi parte yo estaré esperando todo lo que sea necesario. Me mantendré siempre alerta, incluso aunque nunca te decidas— espetó sonriente mientras dejaba pequeñas caricias es el rostro de Emilia y un beso en la frente al terminar de hablar.

—No me hagas esto, León.— pidió— Yo te tengo un gran cariño...pero no puedo ser recíproca con todos tus sentimientos ...— masculló con el mayor tacto que pudo.

Por otro lado, el respiró profundo infiriendo sus siguentes palabras; y no, no quería escucharlas.

—Estaré en mi habitación— anunció cabizbajo empezando a solapar sus pasos, dejando a su amiga con un mix de sensaciones indescriptibles.

Se AcabóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora