Parte 8: Reencuentro

16 1 0
                                    

Permanecí escondida durante varias horas hasta que el silencio y la oscuridad me permitieron recorrer el lugar.

Los gritos se habían convertido en un amasijo de lamentos, gemidos y rezos a un dios con escasa memoria para acordarse de ellos.

Estos me dirigieron a un escondido pasillo detrás de la falsas oficinas y fachada del enorme patio del galpón donde estacionaban los autos.

El nauseabundo olor, mezcla de sangre, transpiración, orín y excrementos que formaban parte de la tortura, amplificado por el encierro y la humedad reinante, me condujeron a lo que eran las celdas de los "chupados".

Una de ellas me llamó la atención, en ella se encontraba una camilla de acero inoxidable y una mesita con instrumental médico ensangrentado, el famoso "Quirófano" donde se efectuaban las torturas a los ilegalmente detenidos.

De una de las celdas escuche los escalofriantes lamentos de una mujer que entre llantos reclamaba por su hijo recién nacido, que había sido retenido para entregar a las familias de apropiadores.

De pronto, algo alejo de mi mente los atemorizantes pensamientos del posible futuro de mis hijos, entre todo aquel olor putrefacto distinguí uno familiar.

Me acerque a la puerta, estaba sin candado y entreabierta, apenas la empuje pude ingresar.

Topandome con una enorme y desagradable sorpresa por la cual necesite varios segundos para reponerme. Ahí estaba Juan en posición casi fetal, sobre el piso que aún se hallaba mojado, un par de horas antes había sido despertado a manguerazos con el objeto de prepararlo para su sesión de tortura.

Su mejilla apoyada contra el suelo inmersa en un charco de un líquido de color marrón sanguinolento que brotaba de su boca.

Su cuerpo tembloroso, cautivo de convulsiones y espasmos repentinos, su rostro lucía totalmente desfigurado por el cual me costó reconocerlo. La piel de su cuerpo amarillenta, pálida, reseca, como una hoja de otoño.

Al acercarme noté su cuerpo helado, y dentro de esas circunstancias solo pude acurrucarme tratando de brindarle un poco de calor.

En medio de la noche por unos instantes Juan pudo liberarse de su estado de inconsciencia logrando reconocerme.

Acariciándome tiernamente mi panza me dijo:-ya falto poco -para luego nuevamente volver a desvanecerse.

Los otros desaparecidosWhere stories live. Discover now