Tumbado en la cama, con un dolor casi insoportable en la cabeza a causa de todo el alcohol (y a saber que más) que había ingerido la noche anterior. Tenía un pincel en la mano, manchado de pintura verde, y un lienzo en frente de mi, mi última pintura hasta aquel entonces. En el se veía la figura de mi gato Lily White, un gato blanco y, sin duda alguna, mi mejor amigo hasta el momento.
Me levanté llevándome las manos a la cabeza por los pinchazos en las sienes. Luego tiré el pincel, manchando sin querer el suelo de la habitación. Agarré una botella de whisky que solo contenía la mitad de la bebida, una repugnante bebida, pero mi única manera de desahogo. Le di un largo trago para luego hacerla añicos contra la pared.
Todo estaba borroso a mi alrededor y me costaba mantenerme en pie. Rose no estaba en casa, llevaba una semana fuera de casa, desfilando para Versace. Me sentía completamente solo, de no ser por Lily todo esto me hubiera superado por completo.
Mientras mantenía mis manos temblorosas sobre un viejo mueble oí el agradable maullido de aquel pequeño animal. Me agaché y miré a mi alrededor hasta que divisé una pequeña mancha blanca acercándose hacia mi. Sentí el rostro de Lily frotándose contra mi mano. Aquella minúscula criatura me llenaba de paz. Pero, aquella tregua no duró demasiado, ya que tuve que salir precipitadamente hasta el baño por las inesperadas nauseas.
Aquella noche cuando aún me sentía mareado y fatigado (pero no me opuse a terminarme el resto del whisky que quedaba en la casa) recibí un mensaje de un número desconocido.
-Tienes (1) mensaje(s) nuevo(s)- 23:06 p.m.
Número desconocido: Pensé que me mandarías un mensaje.
Yo suspiré dejando el teléfono sobre la mesa de noche que tenía a mi derecha. Maldigo aquella noche, ¿cómo se me ocurrió? Me había prometido a mi mismo no volver a dar números a desconocidos. Aunque, claro, también me había prometido dejar la bebida.
Volví al baño, el olor a vómito aún estaba impregnado en el ambiente, por lo que terminé vomitando de nuevo. La garganta me ardía. Salí del baño tras lavarme la cara con agua fría, intentando despejarme un poco.
Me puse un suéter de color negro y volví a meterme en la cama. Lily se recostó a mi lado y yo acaricié su cabeza. Entonces sonó la irritante melodía de teléfono. El gato maulló de nuevo obligándome a contestar.
—Brian, ¿qué tal? ¿Has cenado?— Era Rose.
—No, no he cenado aún —contesté. —Creo que me iré a la cama directamente.
—Apuesto lo que sea a que nos has comido nada en todo el día, ¿me equivoco?— Su voz ahora sonaba algo más "madre estricta".
—No, la verdad es que no —respondí con voz apagada. Mis ojos empezaron a humedecerse, sin saber exactamente por qué.
—Prométeme que comerás algo antes de dormirte.
—Déjame en paz —contesté antes de que se formara una gran tensión en mi garganta.
—¿Has vuelto a salir de fiesta? No me lo puedo creer, ¡estás hecho un parásito que solo sabe drogarse, Brian!— me gritó haciéndome romper en llanto. —No, no llores. Lo siento, estoy bastante estresada aquí. No quería gritarte. Pero, no puedes negarme que no te he dicho ya demasiadas veces que debes poner freno a todo esto. Vas a terminar demasiado mal, piensa en tu carrera. Terminarás haciendo algo de lo que te arrepentirás.
—Te echo mucho de menos, Rose —le dije limpiando las lágrimas que no dejaban de brotar. Pero, ella no contestó. Colgó la llamada dejándome con la angustia dentro de mi.
-Tienes (2) mensaje(s) nuevo(s)- 23:35 p.m.
Número desconocido: Pensé que me mandarías un mensaje.
Número desconocido: ¿Hola?
Miré de nuevo mi teléfono y me pasé las manos por la cara. Me restregué los ojos, dejé el móvil sobre en lado en el que Rose dormía y me tapé la cabeza con la almohada al recostarme, intentando conciliar el sueño.