Desperté con Lily sobre el abdomen y me dio pena quitarla de encima. Pero, la mancha de color verde que ya estaba seca en el suelo, me obligó a levantarme para limpiarla. Aún estaba cansado y mi barriga rugía por no haber comido nada el día anterior.
Fui al baño y me miré el pelo rojo y descolorido que parecía tener la misma película de grasa que cubría el viejo e intrigante sótano del difunto Jack Angus Warner. Aún recuerdo a la perfección aquel gabinete que escondía incontables cajas de condones (quizá algunas ya gastadas), la ventana gris, cuadrada, que parecía dar al mismo infierno, y el escritorio ennegrecido bajo el que viví los diez minutos más incomodos de mi vida.
Me quedé mirando a la nada mientras mordía algo que no recordaba que era, pero que sin embargo estaba más bueno que nada de lo que había preparado mi abuela durante sus años de vida. El reflejo de la ventana me mostraba a un hombre alto, delgado, de ojos oscuros y pésima estabilidad emocional, un hombre corrompido; y, a la vez, al niño pequeño que disfrutaba disparar animales con una pistola de munición, el que pretendía ser detective y ha terminado siendo un blanco fácil para cualquier cristiano que buscase la definición de algo blasfemo y "satánico".
El sonido de mi teléfono me dispersó de mis pensamientos, lo que agradecí enormemente. Me levanté de la silla en la que estaba sentado y me apresuré a descolgar la llamada. Era Jeordi, o, como todos le conocían, Twiggy Ramírez. Aquel nombre lo eligió con la misma estructura con el que yo decidí llamarme Marilyn Manson. Twiggy, una modelo de los '60 y, Richard Ramírez, un asesino en serie.
—¿Brian?
—¿Qué pasa?
—Los de la CNN, quieren entrevistarte.
—¿Qué? ¿Por qué cojones no me han llamado a mi?
—Lo han hecho, o eso me han dicho.
—Mi teléfono no ha sonado hasta que no has llamado tu.
—Se habrán equivocado —dijo. Podía escuchar como exhalaba el humo de un cigarro. —Por cierto, ¿has pensado bien todo esto?
—¿A qué te refieres?
—El ritmo que está tomando la banda. Se me hace muy confuso el giro que le has dado a todo.
—Hace unas semanas que volvimos de hacer una gira, ¿recuerdas?
—Si, ya me lo has dicho. Y, si, las plazas del público se llenaron.
—Entonces, ¿qué problema hay?
—Solo no quiero que todo esto se vaya a la mierda por una mala decisión. Una vez casi lo echamos todo a perder por las puñeteras drogas.
—Estamos todos mas controlados que entonces.
—Esto cada vez se parece menos a lo que empezamos
—Jeordie, no estoy de humor para esto ahora, por favor. A demás, los demás están de acuerdo con todo.