Que sabes de mi...

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Nuestro próximo hogar. Rodeado por un puñado de cabañas ubicadas en el medio del bosque, distanciadas una de otras.

Baja Samuel orgulloso. -¿te gusta?-.

Anuncia nuevamente sin despegar su mirada.

-Sí, es nostálgica como las demás- musito aun con resto de la oleada de calor. Martina pasa deprisa delante de Samuel y empieza a hablar pacíficamente, son mis preciados momentos de paz, escasos y valiosos.

-Daniella, en verdad quiero que disfrutes el verano, según Samuel-. Mirada comprometida. - el lugar es tranquilo, así que puedes ir a investigar cuando quieras-. Samuel la admira maravillado, sí que es un hombre enamorado, y se adentran en la cabaña, de manera acaramelada. - ¿vienes? -.

-voy por el bolso, adelántense-. Me revolvía el estómago ver el episodio. Y trate de disimular lo máximo posible. Pues Samuel toma a Martina del trasero, y a los gritos entran al hogar. Quedo mirando la espantosa escena, tardare años en borrarme el trasero masajeado de mi madre, menos mal que no ingerí alimento, ya la hubiera lanzado. Reacciono exaltada en cuanto me tocan el hombro. Giro, y era un puñado de personas. Alzo la ceja, quedando congelada ante los presentes ¿abran visto la escenita de mi madre junto a su novio?

Amagué a abrir la boca pero me arrepentí en el intento. El chico de pelo corto y cabello platinado sonreía de manera amable exponiendo una arrogante sonrisa.

-hola, soy Emilio. Mi padre es el propietario de las cabañas y restaurante de la zona e inclusive de grandes terrenos de la zona cuyos lagos son míos-. Sonriendo orgulloso del poder de su padre.

Que arrogante, parece Ricky Rincón versión estrella pop. Me limite a sonreírle, simule ser amable. De veras lo intente. Pero este tipo de gente me da repugnancia.

-ellas es Valeria-. Señala la chica morena y delgada, que me comía con la mirada, era demasiado seca y vuelve a mirarme de reojo, y por demás molesta. Me removí incomoda en el lugar, quería que la tierra me tragase o apareciera Martina para poder irme de inmediato; aunque al instante, para mi suerte y alivio se presentaron dos más, una era Zaira, pelirroja y de ojos azules con una sonrisa angelical y con pecas decoradas al costado de la nariz. Era hermosa de piel terciopelada, pero lo que más me agrada en ella, era su humidad al hablar, que no congenia para nada con su vestimenta, ya que traía un impresionante vestido verde que se ajustaba a su perfecto cuerpo esbelto. Sonreí a gusto. A su lado estaba otra morocha, extremadamente delgada. Su nombre es Sofía, Me saludo con una cálida sonrisa, con ellas dos me sentía totalmente a gusto como en Valle Terra: divertida, cómoda y aliviada, como cuando estaba con mis amigos.

-¿quisieras conocer Trafúl?-. Pregunta Sofía amablemente.

Estaban todos expectantes. Le iba a responder, pero de imprevisto caen de la nada dos chicos, que parecían integrar el grupo. Ellos eran Hernán y Franco, ambos eran altos y morochos, y muy lindos. También deben de tener unos diecisiete años. Y con muy buena onda. Me hicieron reír apenas aparecieron, se empujaban uno a otro tratando de ver a quien saludaba primero. En fin, salude a Franco, y Hernán se me tira encima, acurrucándome contra el coche. Lo empuje divertida con ligera fuerza, Emilio se había puesto loco y los echo metiéndose en la pelea los tres. Nos reímos entre todos, salvo Valeria que estaba enfadada por el espectáculo que habían dado estos dos últimos.

- ¿cómo te llamas?- Pregunta Zaira con su agradable sonrisa.

-Daniella- respondo precipitadamente.

- ha ¡Dahna!-. Grita Hernán con picaros ojos.

-Daniella o Dani, como quieras-. Corrige avergonzada y casi con culpa, no ese sobrenombre, me produce escalofríos al oírlo, revive los fantasmas del pasado. Y Zaira se da cuenta de inmediato de mi incomodidad.

Oscuridad desconocida #WATTYS2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora