Jamás fui tú opción

171 50 1
                                    

El mundo me da vueltas, el terrible dolor me perturba y me siento peor que nunca. Intento mover la cabeza, y mis músculos reaccionan adoloridos centrándose en el dolor en la nuca, como si me hubieran clavado una filosa navaja atravesándome el cráneo de par en par.

- ¿Va a estar bien doctor?-.

Esa voz, la reconozco... es... ¿acaso es mi madre? Y ¿Está llorando? Dedo estar en un sueño demente, de seguro.

-haay-. Intento moverme desesperada para verla, pero se me parte el cráneo como si me estuvieran sacudiendo contra el piso, gimo adolorida, muevo la cabeza para zafarme de esa tortura, ya me está fastidiando bastante el maldito dolor encefálico, abro costosamente los ojos y las imágenes se me representan borrosas. A duras penas veo sombras oscuras.

-gracias a Dios que estas bien, Daniella-.

Bien, no veo nada, esto no es estar bien, es un desastre. Me remuevo desesperadamente incomoda sobre la cama.

-¿Martina? -

-mi chiquita, mi bebé, quédate tranquila acá esta mami-. Murmura.

Mi madre está por triplicada, y se presenta llorando, la vista regresa a mis ojos y me siento una ebria en su peor momento. Esto es demasiado, estoy viviendo un desgraciado sueño en que mi madre esta afligida llorando desconsoladamente a mi lado. No, no me lo creo. Muerdo mi labio inferior de bronca al verla tan embustera. Lo suelto, no deseo sangrar.

Regresa a mi mente de manera espontánea mi último recuerdo, y me tomo de inmediato la garganta, y esa rara sensación, se me revuelve el estómago de pensar en el deseo desgarrador de... qué asco, lo borro de mi mente. Sacudo la cabeza evitando que regrese ese momento, no quiero ni acordarme. Froto mis ojos, y al fin logro visualizar perfectamente, y veo a Martina abrazándose de manera tensa a sí misma. Se me escapa una sonrisa incrédula.

- ¿Cómo llegue?-. Me siento de a poco sobre la fría cama.

-Buenos días señorita Lafevre, soy el doctor Ferguson, ¿cómo te encuentras niña? -. Un joven doctor con bigotes gruesos, revisa mis ojos y el pulso. Intranquilo.

Estoy en un maldito hospital, pero como. Ojeo levemente la habitación, es pequeña e iluminada, con un extraño olor a químico, todo aquí es blanco, salvo mi madre que resalta por su colorado solero ajustado. El doctor no para de mirarle las tetas.

-estoy bien, solo me duele la cabeza-. Más calmada me detengo en los ojos del doctor, por momentos se transforman en púrpura. Abre sufrido un fuerte golpe, o se me habrá distorsionado la imaginación, desde que llegue a Trafúl todo es tan confuso. Friego mis ojos, y vuelvo a mirarlo, sorprendida. Maldita sea. Que está pasándome.

-tienes suerte de estar bien, niña. Te quisieron robar, tu amigo te encontró y te trajo de urgencia al hospital. Sufriste una pérdida postraumática temporal de la conciencia-.

Que... inconsciente, y de que amigo habla. Miro hacia ambos lados y no veo a nadie, solo una pulcra habitación blanca.

-mamá ¡ya basta! estoy bien-. Toma de mi mano, y retiro inmediatamente la misma, esa sensación es nueva y extraña. Y el doctor, calcula cada movimiento que hago, curioso.

-tenía tanto miedo Danielita, mi chiquitita, ahora estas bien-. La miro desconfiada, acaso se bajó la botella de wiski. Ahora entiendo de donde saco los dotes Daiana, tremenda actriz. Se me escapa un asustado gemido, que logro esconder de ella.

-Mamá... en serio estoy bien, ya podemos ir a casa-. En cuanto salte de la camilla, un tremendo mareo me toma por sorpresa. Una desprevenida mano sujeta de mi espalda, desconcertándome.

Oscuridad desconocida #WATTYS2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora