⇝ Aquellos días ⇜

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Estoy en una de las ramas más altas del árbol de los recuerdos. Desde aquí veo todas las tardes el anochecer, es lo que llevo haciendo todo este tiempo, mientras me castigo a mí misma viendo una y otra vez el rostro de Peter ante mis ojos, hasta el punto de que solo recuerdo su espalda, la postura de sus hombros, su paso firme y decidido, la ausencia que va dejando atrás, la escena de cómo se marcha. Me llevo una mano al pecho y cojo con fuerza la tela.

No, no te salgas aun del pecho, sigue un poco más, solo quedan segundos para que el sol se oculte y la noche nos deje vagar sin rumbo bajo las sombras. Solo espera un poco más.

A veces imagino que él vuelve, que al fin este dolor se marchará, pero entonces siento algo frío vibrando en el interior de mi cuerpo que me recuerda que nada cambiará, solo será más pesado el dolor, serán más pesadas las palabras de Uriel, más pesado el hecho de que no seré jamás feliz.

Miro al cielo y la luz de la Luna llena baña por completo la piel de mi cara. Cierro los ojos y dejo que el viento frío me rodee. Sopla esta noche con una fuerza inusual, ¿acaso él sabe de mi tormento?

- Alessia.- La voz de Kail me saca de mis pensamientos- Carol me pidió que te dijera que desea verte.

Abro los ojos y lo miro desde las alturas, sus ojos siempre son tristes, aunque no han perdido la esperanza.

Aún recuerdo como me abrazó cuando desperté, todos estaban tan felices. Recuerdo que fue la primera vez que me pregunte porque yo no podía sonreír también, porque sentía este dolor si todo había terminado.

Ese día Kail me abrazo con tanta fuerza. Nunca podré olvidar lo que me susurro: "Algún día volveré a verte sonreír".

Desde entonces jamás se ha permitido el lujo de dejarme sola. A veces pienso que me sigue a todas partes porque así siente que no me abandona, pero lo cierto es que él no había sido quien me había abandonado, no, él era el abandonado, fui yo quien los deje e incluso a día de hoy lo sigo haciendo.

Al final suspira y se marcha, derrotado como de costumbre, me pregunto cuánto más podrá aguantar mi silencio afilado como las cuchillas.

Me pongo en pie en la rama y miro el cielo de nuevo. Entonces algo llama mi atención, algo que cruza la noche iluminada, pasando por delante de la Luna llena, casi es como si quisiera asegurarse de que lo veo, sus alas se mueven como si fueran las tranquilas olas del mar en calma. Pero no puedo dejar de preguntarme porque, porque un águila de ese enorme tamaño cruza este cielo, y porque solo yo he reparado en ella, ¿de verdad es cierto lo que ven mis ojos?

Salto al suelo aun mirando el cielo, el viento de nuevo se alza feroz, moviendo todo mi pelo, algo pasa, hace tiempo que eso sucede, pero siento como si fuera distinto, algo se avecina, ¿pero qué? Entonces noto como algo se acciona, noto una punzada en el pecho e inclino un poco el cuerpo, más por la sorpresa que por el dolor, en cuando se pasa vuelvo a ponerme firme y miro de nuevo el cielo, que ahora está vacío, ni rastro de esa rapaz.

Ando despreocupada entre los árboles hasta ver las luces de la casa, sin dejar de perseguirme la sensación de que algo sucede.

Entonces una tercera oleada de viento trae un aroma totalmente distinto, algo que hace que eche en falta mis armas. Por un instante pienso en los demonios y las manos me sudan. Pero no, no es ese olor, ni siquiera siento lo que suelo sentir, es algo totalmente distinto, incluso más peligroso.

Sigo caminando, intentando calmar mis emociones primarias. No debo correr, no correré, sea lo que sea no le tengo miedo, si viene en mi busca no sirve correr, ya me ha encontrado.

Al llegar a la casa me sorprende ver en la puerta un gato gris, gris como las cenizas. ¿Pero qué demonios pinta un gato en una casa de lobos? A su lado veo a Carol sonriendo, algo usual estos días, supongo que lo hace por un intento inútil de que yo copie el gesto.

MurallaWhere stories live. Discover now