Bajo las sombras del paraíso.

Capítulo 3

Los siguientes días al incidente todo había cambiado pareciera que el mundo conspiraba en mi contra, y que todo lo que conocía se había puesto de cabeza, después de la nota habían llegado muchas más, todo había cambiado me aislaba cada vez más, parecía no terminar esta tortura. Y bueno yo me encontraba en el filo de la ventana de un departamento caro en el centro de la ciudad. 

Puedo sentir cómo mi luz se extingue, mis ojos arden, todo parece ir más lento, me falta el aire, mi garganta se seca, puedo sentir como me agobio, como caigo y no puedo hacer nada para evitarlo, esa sensación que me oprime el pecho, que hace que sienta que estoy cerca de colapsar, porque esto solo me produce una agonía constante, ya no lo soporto es demasiado y aun así me levanto cada mañana esperando que se diferente, aunque sepa que es mentira y que todo se repetirá, siento como me mata lento dejando que me desangre lento, ya no puedo sonreír, ni reír ni siquiera recuerdo las cosquillas de la emoción que produce el amor, ese calor que te llena el pecho, ya no quiero seguir peleando y aun así me pongo una máscara que ya no sirve, ya no puede ocultarse y aun así la indiferencia reina, la burla sobre mi estado, el enojo, la herida que no sana arde y sangra de nuevo con el paso de los primeros rayos de luz.

Ya no tengo un lugar seguro como los brazos de mamá después de la tormenta, o a un amigo que pueda reconfortarme o un amante que me acune en su pecho y frote mi espalda mientras me dice que todo estará bien, claro que ahora todo parece difuso y muy lejano casi inalcanzable.

Pero existe una herida que duele más que las otras y es el saber que me vuelvo invisible a los ojos de las personas que me importan, como me van pasando de largo, como mi voz se pierde en el abismo de su indiferencia, me siento en un cautiverio, aunque la diferencia es que en el sabes que alguien te busca y te ama y ruega porque regreses a su lado y en cambio ahora eres parte de la decoración, algo más del inventario.

¿Pero es que acaso se puede ganar esta batalla? ¿O es que estoy condenada a no ser feliz?

No lo sé en realidad, pero lo que, sí es que las sombras buscan romper, arrastrarme a la miseria y luego burlarse de mi desgracia porque saben que me rendiré porque ya no aguanto soy una bomba de tiempo la cual sólo tiene segundos. Y al llegar al final se leerá en la historia de mi vida game over.

Muchos dirán que fue cobardía y otros que estaba metida en líos o en cosas ilegales, quizás también digan que no pude vivir a una ruptura amorosa pero lo cierto es que, simplemente me habré cansado de levantarme cada vez que caigo, me habré cansado de luchar por ser notable, de buscar llenar las expectativas de la gente, de ser perfecta por claramente no lo soy, pero sobre todo habré perdido la batalla conmigo misma y le abriré la puerta a todos los miedos e inseguridades que tocan y arañan la puerta en busca de salir del baúl y acabarme porque es lo que hacen te destruyen y una vez afuera cuando estás completamente sola, ya no hay salida por que la obscuridad me arropa y la idea de rendirme me persigue.

Quizás a nadie le importe porque al final del día todos somos reemplazables, como amigos, como consejeros, compañeros, aun y cuando quede ese vacío en la mesa en las reuniones familiares, quizás al inicio lo noten, pero gradualmente es algo que se supera.

Nadie ha dicho que sea fácil, si no es fácil tomar la vida de otro menos debe serlo tomar la de uno mismo y aun así aquí estoy en el filo de la ventana viendo los coches transitar abajo con prisa, todos ajenos a lo que sucede a unos metros de sus cabezas.

Siento el viento frío chocar con mi rostro es lo que me saca de mis pensamientos, sé que él me ha encontrado y ya no estoy dispuesta a huir, pero estoy agotada de luchar, como para seguir.

Quizás sea el momento de saltar y dejar todo atrás. Pero unos brazos me detienen, atrayéndome dentro del cuarto, todo se vuelve oscuro entorno a sus ojos casi negros.

Desperté sola en casa de nuevo, los rayos de luz apenas pintan de rosa el cielo, puedo ver como las bolsas moradas verdosas debajo de mi ojos resaltan, la vida no es la misma pero es hora de seguir me prometí que ya no huiría de él y eso es lo que voy a hacer, me maquilló bastante natural y salgo de casa.

Llego corriendo a la escuela por que como siempre voy tarde, la verdad no me considero una persona especialmente mañanera y bueno eso me causa algunos problemas, al entrar choco con alguien que hace que los dos caigamos, me disculpo pero la otra persona se ríe, Esteban se levanta y me ayuda a pararme, estamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan, y me permito ver sus ojos cafés en el centro pero se van haciendo más claros a la orilla.

-una foto dura más.- dice con risa

-y tener pesadillas con tu rostro?, no gracias.- me alejo de él.

-ambos sabemos que no serían pesadillas preciosa.- dice muy cerca y con las pupilas llenas de adrenalina. Siento el impulso de besarlo, pero en su lugar me alejo.

Cuando me giro puedo ver que estamos solos en el pasillo y la profesora no me dejaría pasar por lo que me dirijo a la cafetería por algo de desayunar, cuando algo impide mi paso, se muy bien que es Esteban.

-ya que no va a entrar bella dama a clase  qué le parecería ir a desayunar conmigo.- me mira con una ceja alzada y con tono serio, pero coqueto.

-tal vez, acepte caballero si usted invita.- respondo de forma coqueta y lo tome del brazo antes de caminar a la cafetería de la Universidad.

Para cualquiera que nis mirará podríamos ser una pareja de adolescentes, bebiendo café pero lo cierto es que, no lo éramos, sin embargo, eso no nos impedía coquetear uno con el otro de manera descarada, reíamos como los niños en el parque, nos acercábamos para decirnos secretos, nuestros ojos decían más que nuestras palabras y entonces en un abrir y cerrar de ojos nos subimos a su auto la música sonaba fuerte y por primera vez en mi vida me deje llevar, dejando que otro tuviera el control.