Capítulo 6

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Era una mañana fría de noviembre, cuando él llegó a mi puerta luciendo unos jeans, una camisa ceñida al cuerpo y una chamarra roja, por su cabello castaño corrían gotas de lluvia, su sonrisa adornaba su rostro.

Sabía muy bien que veía por mí, pues teníamos una cita, fue en ese instante en que supe que volvería a caer una y mi veces en sus juegos,que no podría negarle nada y tampoco quería hacerlo

Conducía sin distraerse, de fondo sonaba sweet dreams, y en un alto poso su mano en mi muslo, causando un sin fin de emociones en mi, y una sonrisa de satisfacción en él, nuestro destino era un café, mientras conversábamos de todo y nada, pero todo cambio después de ordenar las bebidas y que la lluvia continuara. Nos subimos al auto ahora con otro destino en mente, conducía a su casa, y en cada curva y semáforo mi nerviosismo  crecía.

Aparcamos frente a una casa blanca imponente, donde un cachorro esperaba con ansias para salir a jugar, seguimos de largo y entramos al cobijo del salón, pero justo en la puerta me beso, con desesperación.

Nos separamos y me invito a sentar, mientras colgaba nuestros abrigos en espera de que la torrencial luvia cediera un poco, sentí el frío chocar con mi piel, lo cual no paso desapercibido por el joven caballero quien me invito a tomar una sudadera, pero en cambio lo bese, mentiría si dijera que no extrañe sus labios y su sabor a menta con chocolate, pero claro entre beso y beso la cosa fue subiendo de tono y la ropa empezaba a estorbar, sin importar que pudiéramos ser descubiertos continuamos subiendo la escalera rumbo a las habitaciones, donde a tropezones y de más, entramos en el cuarto y ahora con más privacidad desabroche la camisa bajo su mirada fija, enseguida el quito mi blusa y desabrocho mi sostén,  para empujarme a la cama y seguir dándonos caricias y besos, las cosas siguieron fluyendo y aunque nuestros cuerpos pedían unirse en uno mismo, no sucedió y descubrimos nuevos horizontes.

Aun era temprano con por fin llegamos al clímax por lo que me recosté en su pecho como lo hacen en las películas románticas mientras el acariciaba mi cabello,  ninguno decía nada y el único sonido era el de nuestros corazones

Ambos sabíamos que todo debía acabar y nos vestimos, arreglamos nuestros atuendos y fue cuando descubrí la pequeña marca morada-rojiza que adornaba mi cuello, fingí  molestia aun y cuando me encantaba, la cubrí con maquillaje y regresamos a mi casa.

A partir de ese momento supe que mi luna tendría nombre y apellido o eso pensaba.

Al llegar a casa un auto negro con los vidrios polarizados  se encontraba en la entrada de él bajo un hombre de unos 40 años, parecía buscar algo o alguien, y de nuevo aquel terror me invadió al ver que el mismo sujeto de las cartas estaba tocando a mi puerta, aquel hombre al que alguna vez llame Papá.






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⏰ Última actualización: Mar 06, 2019 ⏰

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