Capítulo 1

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Estoy en un lugar donde ya no cuento los días, ni las horas, solo sé que es invierno, porque el frío me cala los huesos, lo único que veo en este lugar es un pequeño foco que alumbra las paredes ya desvestidas hay una cama de una sola plaza; me encuentro semidesnuda, con moretones y heridas en mi cuerpo, me siento sucia; tengo mucho miedo y estoy aterrada. Desde ayer he oído como discuten mis secuestradores, sé que uno de ellos es una mujer por la voz, sé que me odia porque ella misma lo ha dicho, lo que no se es porque me odia, tampoco sé quién es porque nunca la eh visto. Un ruido me saca de mis pensamientos, el ruido se acerca hasta que noto que se tratan de unas sirenas que suenan fuera de la propiedad donde me encuentro, oigo la puerta abrirse y ella aparece por primera vez ante mis ojos, veo que me apunta con un arma, lo siguiente que veo es una bala impactar contra mis costillas, veo como la otra le da en el pecho a un policía que ni siquiera había notado, ella sale corriendo para encontrarse con Miguel y decir con una risa malévola.

-¡llegas tarde, lo más probable es que ella ya no esté viva!

Entonces despierto a mitad de la noche con la respiración agitada, la ropa pegada al cuerpo y una fina capa de sudor cayendo por mi frente, miro el pequeño reloj que se encuentra a un costado de mi cama y marca las 3:43, de nuevo ese sueño que me atormenta, lo más extraño es que no se quienes sean las personas, sé que ya no volveré a conciliar el sueño así que me levanto con pereza y bajo a buscar un vaso de agua, para tranquilizarme.

A la mañana siguiente la alarma suena anunciando el inicio de nuevo de la semana, me alisto para llegar al primer día del semestre, he escuchado que tendremos un nuevo profesor de lengua inglesa, espero que sea más entretenida que la clase del semestre pasado, sin más salgo de casa con los audífonos puestos y en mi ser retumbando Believer, mientras camino a la Universidad con la cabeza en otro mundo.

Para mi suerte la primera hora es libre, pasa entre risas y chismes del verano, pero claro debía terminar dando paso a un joven de unos 26 años, de cabello rizado y de un porte imponente, escribe en la pizarra con una caligrafía simplemente perfecta Mr. Digory. Quien no pierde el tiempo y se presenta ante el grupo con un acento británico, que te enchina la piel y te corta el aliento.

La clase pasó entre presentaciones y formas de evaluar, mentiría si dijera que la clase paso normal, todas las chicas miraban al profesor como si fuera un trozo de la carne más jugosa, alguna que otra se ajustaba la falda como si fuéramos en la secundaria, otras se mordían los labios, y algunas otras simplemente se limitaban a suspirar cada vez que el se movía o hablaba, obviamente yo no era la excepción a sus encantos.

Al término de la clase debemos tomar un taller ya sea artístico o deportivo, por lo que espero paciente a que llegue el profesor de canto, así que me pongo en marcha con la canción de I have nothing, cuando entra el profesor reprochándome que sigue sin tener pasión, pero que la técnica es perfecta, así pasan las semanas siguientes en una rutina ya bien aprendida y memorizada.



Pero algo en mi interior me dice que este día no será igual a los demás, algo en mi ser me grita de la emoción, es más me obliga a correr para llegar a la puerta de la Universidad donde me topo con mi mejor amiga Vanesa, con un par de horarios en la mano de nuestro curso pero no del mismo aula, entonces el tiempo se detuvo, olvide como respirar, las piernas me temblaban y el corazón parecía querer salir de mi pecho, Vanesa pareció notarlo porque me pidió que les diera un tour por la escuela y les ayudara porque ella tenía práctica de danza y sin esperar mi respuesta se fue.

Cuando salí por completo de mi trance me encontré con dos chicos idénticos a primera vista, ambos de cabello castaño, altos, me miraban expectantes. Esperando que respondiera a las preguntas que me habían hecho, no sabía que era, por lo que me presenté y les dije que les daría un tour por la escuela y los llevaría a sus aulas.

No podía creer lo que mis ojos veían estaba segura que no eran reales, sus ojos castaños y su pelo levemente rizado, por un lado una sonrisa pícara con unos hoyuelos que lo hacían adorable y por el otro una mirada sería y calculadora que denotaba misterio.

Ambos me seguían escuchando las palabras que salían de mi boca y al terminar el recorrido toque la puerta del aula 136 donde casualmente se encontraba el profesor Digory, quien con el ceño fruncido me miró para luego comprender que se trataba de los nuevos alumnos ya previamente anexos a su lista.

Me despedí y camine rumbo al patio para meditar lo recién ocurrido, era cierto que la sonrisa de Alexander cautivaba y su seguridad te llamaba, pero el misterio que Esteban emanaba era aún más intenso y vibrante era algo que me invitaba a saber más.

El  pequeño receso de las clases llegó y con eso el ruido y la exaltación por saber quiénes eran los nuevos recién llegados, y cabe resaltar que al ser gemelos eran la sensación, y sumando que eran extranjeros bueno...

Puedo ver como sus ojos castaños buscan un auxilio, piedad para huir de túmulo de jóvenes que chillan a su alrededor, me acerco a ambos y los guío a una sombra en el campo de fútbol. Realmente planeo escabullirme de su lado, en los días como hoy prefería sentarme debajo de un árbol y leer un buen libro, pero claro mi intento de salir se vio frustrado por uno de los gemelos que se presentó de manera formal, Alexander es el chico carismático y Esteban es el chico del misterio o por lo menos para mí lo es.

Pasaron los minutos entre pláticas y preguntas, era hora de regresar a las clases, al entrar al aula ya se encontraba el profesor, tenía en el pizarrón los temas a tratar en clase, tome asiento en la primera fila pegada a los libreros, nadie más había llegado pero era lo normal. Conocía a la perfección los temas a tratar por lo que decidí sumirme en el libro que me acompañaba, no ponía atención a la clase de Historia Cultural, ni al libro mi cabeza parecía estar a miles de kilómetros de aquí, aunque eso también era mentira solo estaba a unos metros en un joven que tomaba clases con atención o eso aparentaba.

Podría pasar horas observando la forma en la que se curvan sus pestañas en la punta, como sus cejas parecen tocarse cuando no entiende algo, o la forma en la que toma el lapicero para anotar algo en su cuaderno, era tan perfecto y a la vez no, podía intentar contar los lunares que saltaban de forma divertida en su rostro, pero aunque quisiera descubrir todo sobre él sabía que pronto se volvería un chico popular y claro esto no es una novela llena de clichés es la vida real.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no escuche la campana sonar, era el final del día, y yo ya esperaba con ansias el día de mañana esperando que esos ojos me dijeran todo lo que escondían o que esos hoyuelos me dejaran pasear hasta la curva de su sonrisa.

Bajo las sombras del paraíso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora