"La encarnación del mal" (3/3)

52 6 26
                                    

Ford miraba a Ray con detenimiento, analizándolo y detallando cada parte de su ser. Se veía bastante tranquilo y calmado, como si supiera todo lo que estaba haciendo.

Agarraba las herramientas con confianza y las utilizaba con mucha habilidad y experiencia, zafaba tornillos oxidados sin mucho esfuerzo e intercambiaba piezas viejas por otras renovadas que él mismo se había encargado de hacer.

El investigador estaba en verdad muy impresionado, pero la intriga lo seguía carcomiendo por dentro.

Si él era quien creía que podía resultar ser, entonces ya sabría lo que haría o diría; conocía muy bien la actitud de su viejo amigo y él siempre daba indirectas a las personas cuando ellas ocultaban algún interés o duda de su presencia..., pero quizá por eso mismo no decía nada por el momento, ¿lo estaría probando?

Ford sintió la presión por un momento, él también hacía lo suyo con la máquina, pero jamás le dijo qué hacer a Ray: el joven sabía qué hacer sin necesidad de indicarle nada y eso lo hacía dudar aún más.

A ese ritmo, ya no pudo contenerse más.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó directamente mientras seguía ajustando unas tuercas en la máquina.

—¿Qué cosa?

Ray estaba muy concentrado en la renovación de la pantalla de la máquina, la cual también fueron modificando para mostrar imágenes en vivo de los pensamientos de las personas a las que estuviera conectada.

—Tú sabes —lo miró de reojo—..., lo de hace rato... con mi hermano.

—Oh —detuvo su acción—, ¿por qué lo preguntas? —lo miró de fijo.

—Por favor, muchacho, nadie se salva con un chequeo de temperatura. Eso es ridículo —explicó—. Además, la temperatura de una persona no tiene nada que ver con convulsiones... y algo me dice que tú sabes eso.

Ray distrajo su atención hacia la pantalla rota.

—Es posible —contestó calmado—, pero sí hay enfermedades mucho más graves que incluyen los dos síntomas... y algo me dice que usted lo sabe —regresó su vista a él.

Ford no pudo negar lo que había comentado, sus viajes interdimensionales le abrieron un panorama mucho más amplio en diversos ámbitos de la ciencia y la medicina, incluyendo también aspectos geográficos y geológicos, entre demás detalles.

—Es posible —imitó la respuesta—, pero eso no explica el cómo lo sabes —retornó la cuestión.

—Ford —se levantó de donde estaba y recargó su mano en un mueble cercano—, ¿por qué no me dice lo que piensa de mí? —entrecerró los ojos.

—Chico..., a mí no me engañas —también se apartó de la máquina y se acercó a él—. Estás jugando conmigo —entrecerró los ojos.

—¿Qué le hace creer eso?

—Tu actitud, tus conocimientos, tus capacidades..., eso me lo hace creer.

—Mi actitud podría provenir de cualquier parte, mis conocimientos los podría haber adquirido de más pequeño al haber aprendido con mi padre que era ingeniero en sistemas y mecánica industrial y mis capacidades las podría haber desarrollado con esfuerzo físico diario y ejercicios mentales desafiantes... existen mil y una maneras de saber lo que estamos haciendo ahora, Ford —refutó cruzado de brazos.

El investigador no pudo dar un argumento sólido para negar lo que había dicho el joven, pero su viejo amigo siempre era así: lo ponía a prueba y lo forzaba a superar sus límites, lo orillaba a pensar de sobre manera para conseguir los resultados por su propia cuenta y descubrir los hallazgos más allá que por cuestión de fortuna.

Gravity Falls: La venganza es la Clave.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora