Una gran alegría recorrió la habitación al finalizar, como si hubieran ganado el primer premio a mejores cantantes del mundo, aunque solo fueran ellos dos el mundo del otro, y a diferencia de Vegeta, Goku carcajeó satisfecho.
-¡Salió excelente! La verdad es que no cantas nada mal, Vegeta. Estuvimos bien.- Festejó mientras el príncipe, consternado, reflexionaba en un plan para escapar ileso.
Ese plan no apareció por mucho que lo buscara, ni otra solución que no fuera calmar las aguas antes de que la represa lo ahogue. Debía superar su debilidad o caer a ciegas en ella, y estaba dispuesto a intentar. Se dio cuenta que superarla nunca fue una opción.
-Kakaroto, yo...- Comenzó, pero las palabras se atropellaron en su garganta.
Ni bien este lo miró con cierta intriga, Vegeta se precipitó hacia adelante con un impulso de todo su cuerpo y le sacó la guitarra de encima con extraña delicadeza. Goku creyó que también querría practicar, o hacer algo con la guitarra, pero la teoría se le derrumbó cuando lo vio abandonar el instrumento en el piso, y la expresión en sus ojos no enardecía en ferviente interés musical, sino en la ansia bestial de un león por saltar a la yugular de una indomable cebra. Se retiró los guantes.
-¿Estás bien, Vegeta? ¿Qué haces?-
El príncipe, en un único acercamiento firme y persistente, apenas tocó los labios de Goku con los suyos, divisó cómo la culpa se desvanecía. Estaban en el suelo, el Clase Baja con la espalda apoyada en una columna blanca de las muchas de aquel sitio, y el Clase Alta hincado sobre sus rodillas, inclinado sobre él, ocupado en interactuar con la inexperta lengua. Al cabo de diez segundos, Goku se esforzó por conseguir aire. Apretó las manos en sus brazos para que lo suelte, cosa que Vegeta hizo pero sin apartarse ni un centímetro. Quiso ver la cara que ponía al ser besado por primera vez y tan bien.
-¿Vegeta?- Casi ni llegó a articularse la voz.
-Kakaroto.- Pronunció gravemente antes de acariciarle el rostro y volver a besarlo, esta vez sin lengua, desde la boca hasta la mejilla y al resto de la cara, con un cariño evidentemente inesperado de su parte, como si besara algo fino y recubierto en oro.
Goku rodeó la mandíbula de Vegeta con ambas manos y lo alejó un poco para verlo.
-*Por favor*.- Suplicó el de sangre real para sí mismo, en tono de orden. -*¿Está... de acuerdo con esto? ¿Por qué no dice nada? ¡Maldición! ¡Que haga o diga algo!*-
La preocupación lo atormentó por dentro, pero la expresión fría de su cara, intensa y seria, profunda como el océano, se mantuvo como si la hubiera tallado un escultor.
Con un extrañamiento resplandeciente en sus ojos, Goku levantó la mano diestra, la que usualmente hacía la teletransportación, y la hizo viajar desde la mejilla de Vegeta hasta su nuca. Acarició el cabello corto de la zona y sonrió a sus masculinos orbes antes de hacer que sus lenguas se reencuentren en señal de aprobación.
En cuanto el príncipe notó que de alguna forma su rival había aceptado, tuvo deseos de llorar. Esta vez no por su dañado orgullo; lo recorría la auténtica felicidad. Era un sentimiento maravilloso y completamente nuevo pero, por supuesto, la lascivia intervino y detuvo cualquier comportamiento de ésa índole. Solo se sintió el hombre más afortunado del planeta, no, del universo, teniendo a Kakaroto rodeándole el cuello con ambas manos y rogándole por un beso cada vez más húmedo.
Pasaron de besos a diminutas mordidas en los labios, como novios adolecentes. Vegeta se asombró de sí mismo al darse cuenta de que a pesar de sus deseos impasibles por hacerle el amor, aquel juego le resultó placentero y hasta divertido. Se ruborizó al notar que no solo Goku sonreía, sino que él también.
En un rápido cambio de aire, posó una mano en la cintura de su rival para acercarlo más y degustar el cuello de tensa piel que por tanto tiempo admiró de lejos. Lo mordió con sensualidad y sus dedos decantaron hacia el pecho para desprender sin dificultad el uniforme excesivamente llamativo que le había diseñado Wiss. Continuaron con los ardientes besuqueos, como un ritual, hasta que la paciencia de Vegeta se agotó.
-Vamos.- Lo levantó por los glúteos con deseo en las pupilas.
A pesar de su sorpresa ante repentino movimiento, Goku le rodeó por instinto la cintura con ambas piernas y se dejó sostener por esos anchos brazos mientras terminaba de retirarse por completo la parte superior y la dejaba tirada por ahí.
Como una pareja recién casada, llegaron al cuarto donde la cama grande los esperaba y Vegeta arrojó a Goku sobre la misma con poco cuidado. Procedió a quitarse su propia ropa, también la parte superior, y el Clase Baja aprovechó el tiempo para sacarse los zapatos y desajustar el nudo del cinturón azul que aseguraba el pantalón a su cintura. Vegeta sonrió ante su desesperación.
-¿Ansioso?-
Goku tragó saliva. Se sintió intimidado por Vegeta como nunca antes, pero sonrió.
-¿Tú no?-
Si lo que estaba buscando era prender más alto el calor del fuego, lo logró muy fácil. Sin más añadiduras, con el pecho descubierto y las botas a un costado de la cama, el príncipe se posicionó sobre Kakaroto, que lo miraba cada vez más perdido, como un animal que finge conocer la salida de una trampa pero se mete en otra peor. Vegeta arrastró los ojos sobre sus pechos sobresalientes, inflados y hermosos de contemplar, y procedió a tocarlos y besarlos, contrastando la línea de cada músculo con su lengua.
-Vege-ta.- Jadeó con una sutileza capaz de enamorar a cuanto tipo le camine cerca.
Lo único que su rival pudo hacer ante semejante melodía fue entrelazar manos. La piel cálida de su cuerpo, inusualmente suave, más característica de una doncella del renacimiento que de un guerrero atravesado por los golpes del tiempo y de otros guerreros, pensó, era la más hermosa y aromática que había degustado. En comparación con la suya, no estaba llena de innumerables cicatrices ni poseía la dureza digna de una roca. Por otro lado, era más fresca y sedosa que la de Bulma.
-No puedo creer lo suave que eres.- Añadió y volvió a devorar sus labios.
Poco a poco, Goku consiguió amoldarse al ritmo insaciable de Vegeta, hasta que lo sintió mover la pelvis, curvándola peligrosamente entre sus piernas. No dejó que se escapara un gemido y se tensionó sin querer. Vegeta abrió bien los atentos ojos.
-¿Oh? ¿Y eso?- Sonrió de costado. -¿Por qué te reprimes?-
Ni Goku supo por qué lo hizo.
-No lo hagas.- Ordenó (y sí fue una orden.) -Haz los sonidos que necesites. Grita.-
Esto último lo dijo con énfasis, y siguió apresándole el cuerpo con la boca y las manos, dando ocasionales besos que hacían a Goku estremecer. Este, apenas movió la rodilla, pudo identificar el prominente bulto del mayor apretado en la ropa, tan vertical y duro como jamás en la vida lo tuvo él mismo. Sus mejillas se calentaron. La vergüenza no era algo que soliera sentir. No estaba acostumbrado a sentirla ni a precisarla para nada, pero esa situación superó cualquier otra que haya vivido con alguien y fue inevitable enfrentarse a ella por al menos un momento, pero volvió a cambiar de actitud de ese modo repentino, característico suyo. Si se lo proponía, sus miradas provocadoras eran capaces de arrasar con lo que sea. Rozó el miembro con los dedos.

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Tu nombre
FanfictionLuego del Torneo de la Fuerza, Goku y Vegeta se someten a un tranquilo entrenamiento a voluntad dentro de la Habitación del Tiempo. Allí, la concepción que tienen de ellos cambia y conocen facetas nuevas del otro, a la vez que revelan los escondidos...