-III-

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Pasaron los días desde aquella clase de repostería y Goku se sentía cada vez más a gusto con Vegeta. Se daban sus espacios. Eso es algo que especialmente el Clase Alta valoró mucho desde el principio: la distancia espontánea que tomaban si lo creían necesario. En cuanto comenzaban a sentirse hartos, cada cual iba por su lado. Era una extraña relación de dependencia independiente. Fueron pocas las veces, pero cuando sentían que el vacío de ese lugar tan inmenso se les metía en los huesos, buscaban refugio en el otro, cada cual a su modo: Goku sacaba temas de conversación y Vegeta lo hostigaba para discutir por cualquier tontería. En esta forma de entrenamiento sin presión fue que aprendieron a reconocer más uno del otro sin necesidad de tanta palabrería inútil. Sin embargo, al llegar al mes de su estadía, el corazón de Vegeta se inflamó de tal modo que dolía. Su pasión lo hizo enloquecer, hablando en términos exagerados aunque no tanto. Las imágenes retornaban sin cesar, más que nada por las noches, y la turbación lo agitaba de manera que no le permitía dar descanso a sus miembros. Le parecía escuchar música, una guitarra clásica, pero en cuanto se desperezaba para salir de la cama, el sonido cesaba. Pensó en que tal vez estaba volviéndose loco; en ese momento no le pareció ninguna imposibilidad, y ocurrió algo similar en más de una ocasión. Más bien, se había hecho cotidiano que mientras esperaba que Kakaroto desocupe el único baño, Vegeta se convirtiera en estatua en su lecho y respirara despacio para oír a su rival cantar en la ducha. La letra era siempre la misma, tan excesivamente romántica y atiborrada de expresiones terrestres que sintió ganas de gritarle que se calle desde la primera vez, pero en su estridente voz las palabras extranjeras sonaban bonitas, de modo que era sacrilegio preferir el silencio. Cerraba los ojos y sonreía cada vez que desafinaba, aunque cada vez lo hacía mejor.

Un nuevo día del quinto mes, al esparcirse la luz del "sol" en el cielo de aquella extraña edificación, trajo el final de su lastimosa espera.

Vegeta despertó ya acostumbrado a convivir con el insecto y sonrió orgulloso de su propia fuerza de voluntad. Iba por la mitad del tiempo establecido y sus instintos no habían conseguido domarlo, al menos no al extremo de empujarlo a hacer algo de lo que probablemente se arrepentiría. De nuevo la voz baja de su rival se escuchó junto con el instrumento de cuerda, desde la cocina. Ese día el príncipe despertó con inusual buen humor, y creyó que valdría la pena saber por fin qué tanto hacía el inútil en su ausencia casi todos los días por al menos una hora durante las mañanas. Se lavó los dientes, vistió el traje gris elaborado por su mujer y se puso los guantes.

Caminó despreocupado hacia donde se encontraba y aunque no le preocupó que Goku lo escuchara llegar, agradeció que no lo hiciera. Se detuvo a verlo y su alma se hinchó de dulce néctar. El Clase Baja estaba sentado en el suelo con la guitarra sobre su regazo y mirando la pantalla de un celular apoyado en una almohada. Tanta era su concentración que no se dio cuenta de que Vegeta estaba despierto y a menos de siete metros de él, con la espalda silenciosamente apoyada en la pared.

-"Tu nombre me tiene perdido, vagando en..." ¡Oops!- Se detuvo en cuanto notó que tardó demasiado en trabar la cuerda correspondiente. -Maldición.-

Repitió el proceso dos veces hasta que salió como quería y sonrió satisfecho con su logro. Movió la pantalla del celular con el dedo para avanzar en la partitura.

Vegeta quedó absorto, sin poder despegar los oídos ni los ojos. La imagen de Goku con el dogi desajustado en el pecho y aprendiendo a tocar la guitarra con sencillo interés prendió a fuego vivo la más poderosa adoración que su corazón desacostumbrado haya sentido. Esta vez fue consciente de que no habría modo de retroceder. Si lo vio así, querría ver más.

-Kakaroto.- Interrumpió antes de pasarle por el lado, simulando indiferencia.

-¡Vegeta!- Articuló apenas captó su presencia y se retiró el instrumento de encima, sin apuro. -No te oí llegar.-

-¿Puedo saber qué estás haciendo?- Se sirvió un vaso de agua y fue hacia él.

Inocentemente, el Clase Baja dio un vistazo a la guitarra mientras cerraba bien su dogi.

-¿De verdad necesitas que conteste?-

-¿Desde cuándo tienes un celular?- Cuestionó árido, como por obligación.

-Bulma me lo regaló hace un tiempo atrás.- Se puso de pie para mostrárselo de buena gana. -Me lo había dado para avisarme cuando Wiss llegara a la Tierra.-

El príncipe recibió el celular en su mano libre y lo observó un poco antes de devolverlo.

-Se supone que aquí no hay WiFi. ¿Cómo estás haciendo para ver los acordes?-

-¿Qué es WiFi?-

-¡¿Cómo es que te está funcionando el internet?!-

-¡No lo sé, simplemente lo hace!- Quiso ser rápido para evitar enojarlo.

-Bien.- Tragó un sorbo de agua antes de intentar marcharse.

-¡Espera, Vegeta! ¿Acaso yo te desperté?-

-¡Tch! ¿Y cómo no? Tocas y cantas en un volumen demasiado alto. ¡Hasta me aprendí la letra de esa estúpida canción!-

-Oh. ¿Estuviste escuchándome todo este tiempo?-

-Pues sí, estamos los dos solos. No es como si pudiera escuchar otra cosa.-

Las mejillas de Goku se colorearon de rosa, lo que fue fácilmente perceptible en su piel blanca, imitadora impecable del nácar de las perlas.

-Lo siento, trataré de hacerlo en otro horario a partir de hoy.-

-¿Por qué demonios estás aprendiendo a tocar, de todas formas?- Parecía estar regañándolo, pero esa era su forma de hablar. -Nunca te he visto como alguien interesado en la música.-

Los ojos negros de su pareja, de una belleza irresistible, brillaron ante la pregunta.

-Es que yo practiqué cuando era niño. Aunque no era una guitarra, era un ukelele que había en casa, y la verdad es que no me acuerdo de nada. ¡Más bien, recuerdo que lo sufría! No veía la hora de que mi abuelito me dejara en paz con eso. A esa edad no me interesaba la música, ni ahora tampoco en realidad. Nunca fue mi fuerte.-

-¿Pero?-

-Pero al verla cuando llegamos, recordé a mi abuelito. A él le gustaba mucho. Tuve la sensación de que debía aprender al menos una canción ahora que la Tierra está en paz y tengo tiempo para hacerlo. Es la única manera que encontré de honrarlo, supongo.-

Vegeta fijó los ojos en su vaso y se esforzó para contener la sonrisa. Se sintió completo.

-Ya veo.-

Tu nombreWhere stories live. Discover now