𝐉𝐞 𝐬𝐮𝐢𝐬 𝐚 𝐯𝐨𝐭𝐫𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐨𝐬𝐢𝐭𝐢𝐨𝐧

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𝐐𝐮𝐚𝐧𝐝 𝐢𝐥 𝐦𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝 𝐝𝐚𝐧𝐬 𝐬𝐞𝐬 𝐛𝐫𝐚𝐬
𝐈𝐥 𝐦𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐥𝐞 𝐭𝐨𝐮𝐭 𝐛𝐚𝐬
𝐉𝐞 𝐯𝐨𝐢𝐬 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐞 𝐞𝐧 𝐫𝐨𝐬𝐞

𝐈𝐥 𝐦𝐞 𝐝𝐢𝐭 𝐝𝐞𝐬 𝐦𝐨𝐭𝐬 𝐝'𝐚𝐦𝐨𝐮𝐫
𝐃𝐞𝐬 𝐦𝐨𝐭𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐮𝐬 𝐥𝐞𝐬 𝐣𝐨𝐮𝐫𝐬
𝐄𝐭 ç𝐚 𝐦𝐞 𝐟𝐚𝐢𝐭 𝐪𝐮𝐞𝐥𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐡𝐨𝐬𝐞

El era una estrella, brillaba igual que ellas.

Sobre las 7 de la tarde el pelinegro se encaminó a un pequeño restaurante muy escondido de la multitud. El techo de este estaba decorado con lámparas árabes y las mesas eran troncos de grandes árboles.

—¿Sabes que cada línea es un año? Gracias a eso se sabe la edad del árbol.—  Dijo el pelinegro, mientras contaba una a una las líneas.

—¡73 años!— Exclamé rápidamente. Aquello se había vuelto una competición sobre quién averiguaba la edad antes. Tras su derrota el pelinegro hizo un puchero admitiendo su derrota.

—Eres demasiado rápido— Doyoung parecía un niño pequeño haciendo un puchero y hablando con aquel tono de voz.

—Y tú demasiado lento—

Aquella noche descubrí muchísimo sobre Doyoung.

Él era vegetariano

Su color favorito era el naranja.

Y para no gastar dinero solía tomar durante el día el zumo de naranja que sus compañeros no querían, así no gastaba dinero en comida innecesaria.

Doyoung utilizaba jabones sólidos, eso explicaba lo bien que olía su pelo.

El pelinegro odiaba hablar francés pero le encantaba escucharlo.

Y él era un fanático de Queen, aquella tarde vio una tienda de vinilos y se tiró de cabeza a ella.

—No entiendo tanta emoción por los vinilos...— A Doyoung le brillaban los ojos, no paraba de dar vueltas por todo el local. Yo simplemente había cogido un disco de Prince y me había dedicado a acompañar al menor.

—Hay muchas razones, una es que donde yo vivo no es muy común vender vinilos y adoro los vinilos. Me encanta coleccionarlos.— Al final Doyoung se decantó por comprarse “A day at the races” y nos marchamos de allí. Él más sonriente que nunca, de verdad que amaba la música aquel chico.

Al salir del restaurante fuimos caminando por la orilla del río, no había mucha gente y aquello había aquel paseo más relajante aún. La risa del pelinegro era la melodía más bonita que podría encontrar en todo París, los acordeones no eran capaces de igualarlo. Ni con sus pegadizas melodías que te invitan a tararear toda la noche "La vie en Rose"

Pero nada pudo igualar a cuando él comenzó a cantar. ¡Y decía que odiaba hablar en francés por su acento! Él pronunciaba perfectamente cada frase de la canción, como si hubiera nacido para cantar aquella canción.

𝐐𝐮𝐚𝐧𝐝 𝐢𝐥 𝐦𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝 𝐝𝐚𝐧𝐬 𝐬𝐞𝐬 𝐛𝐫𝐚𝐬
𝐈𝐥 𝐦𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐥𝐞 𝐭𝐨𝐮𝐭 𝐛𝐚𝐬
𝐉𝐞 𝐯𝐨𝐢𝐬 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐞 𝐞𝐧 𝐫𝐨𝐬𝐞

𝐈𝐥 𝐦𝐞 𝐝𝐢𝐭 𝐝𝐞𝐬 𝐦𝐨𝐭𝐬 𝐝'𝐚𝐦𝐨𝐮𝐫
𝐃𝐞𝐬 𝐦𝐨𝐭𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐮𝐬 𝐥𝐞𝐬 𝐣𝐨𝐮𝐫𝐬
𝐄𝐭 ç𝐚 𝐦𝐞 𝐟𝐚𝐢𝐭 𝐪𝐮𝐞𝐥𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐡𝐨𝐬𝐞

𝐈𝐥 𝐞𝐬𝐭 𝐞𝐧𝐭𝐫é 𝐝𝐚𝐧𝐬 𝐦𝐨𝐧 𝐜œ𝐮𝐫
𝐔𝐧𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐭 𝐝𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐡𝐞𝐮𝐫
𝐃𝐨𝐧𝐭 𝐣𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐧𝐚𝐢𝐬 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐮𝐬𝐞

𝐂'𝐞𝐬𝐭 𝐥𝐮𝐢 𝐩𝐨𝐮𝐫 𝐦𝐨𝐢, 𝐦𝐨𝐢 𝐩𝐨𝐮𝐫 𝐥𝐮𝐢 𝐝𝐚𝐧𝐬 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐞
𝐈𝐥 𝐦𝐞 𝐥'𝐚 𝐝𝐢𝐭, 𝐥'𝐚 𝐣𝐮𝐫é 𝐩𝐨𝐮𝐫 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐞


Definitivamente la vida era muchísimo más bella con Doyoung en ella.

𝐌𝐞𝐫𝐜𝐢 𝐛𝐞𝐚𝐮𝐜𝐨𝐮𝐩, 𝐏𝐚𝐫𝐢𝐬;  𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora