Capitulo 2.

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Estaba acomodada en un asiento de pasajero, a medida que observaba cada movimiento del joven que tenía enfrente. Ese chico no me daba buena espina, no me daba ni una pizca de confianza y aun menos cuando dependía de su experiencia con los aviones para seguir viva.

– Y... ¿Sabes pilotar esto? –pregunté con la cabeza inclinada a un lado. Buscaba algún tipo de respuesta no verbal que me indicara inseguridad para que abandonase el vehículo–.

– Claro, llevo toda mi vida practicando –soltó una risa mientras se sentaba en el asiento de piloto–.

– Me refiero legalmente –intervine a la vez que buscaba en mi bolso mi inhalador, estaba sintiendo los síntomas que tenía cuando mi cuerpo necesitaba el medicamento–.

– Mira... –resopló y se giró levemente para poder hablar mejor– Hace cinco veces que he hecho esto y se podría decir que sigo vivo, así que no te preocupes –me observó con detenimiento y velozmente fijó su mirada en mi mano– ¿Eres asmática? –volvió a dirigir su mirada hasta mis ojos–.

– S–Sí –respondí con dificultad por causa de mi problema, pero de inmediato coloqué el inhalador en mi boca, pulsé el botón y respiré la medicación. Mi expresión fue cerrar los ojos por alivio–.

– Veamos... –murmuró mientras se giraba hacia el frente y se colocaba un casco el cual también llevaba unos auriculares y un micrófono incluido. Con concentración, pulsó un botón y, por arte de magia, se encendió una lucecita en el casco– Gianluca al aparato, ¿hay alguien en la central? Estoy a punto de embarcar –tras asentir varias veces a su operador, pulsó otro botón y con una llave puso el avión en marcha, en general: todo– ¿Está libre la pista de aterrizaje? Vale, hasta luego –dicho esto, pulsó el mismo botón que el del principio apagando la comunicación y, seguido de ello, subió una palanca pequeña– Señores pasajeros, el vuelo hacia Atlanta está por iniciarse, en unos diez minutos estaremos volando por encima de Estados Unidos –bajó la misma palanca y empezaba a reproducirse una grabación en la que anunciaba todas las normas– Yo de ti, haría caso –avisó girando rápidamente su mirada hacia mi para luego volver a centrarse en el mecanismo–.

Posada en un sillón azul marino, pese a que no estaba situado como los demás sino que permanecía verticalmente con la espalda contra las paredes que cubrían el avión, me dispuse a escuchar cada una de las normas y hice caso a todas ellas. Terminé con alguna falta de distracción para que pudiera olvidar que estaba con un desconocido que posiblemente, con un 50% de posibilidades, terminase por secuestrarme.

– ¿Que te lleva para ir a Atlanta? Por que no es muy conocida por ser bonita –preguntó con interés mientras avanzaba hacia la pista correspondiente–.

– Se que es conocida por ser una de las mas peligrosas del país, pero necesito ir allí –asentí con la cabeza al mismo tiempo que miraba hacia el suelo– Estoy buscando una persona –levanté la cabeza mentalizándome que lo iba a encontrar–.

– Vaya, pues si que debes estar desesperada por encontrarla –mis ojos se desviaron ignorando el comentario– ¿No vas a preguntar por mi?

– La verdad, paso –encogí los hombros– No estoy para preocuparme para los demás, ya me es suficiente con lo mio.

– Vale, pues que sepas que la sala que tienes al lado está llena de Marihuana –abrí los ojos sorprendida y aterrorizada al escuchar esa palabra, me llevó a recordar la época en la que papá se drogaba con ella, malos recuerdos– Soy traficante –seguido de ello pisó el acelerador y empezamos a volar–.

– Oh, Dios, ¿sabes que traficar en un avión es ilegal? Te podría denunciar ahora mismo –fruncí las cejas, sacando mi yo abogada interno– Tendrías que ir al juzgado y te condenarían diez años de cárcel –informé con facilidad– Y te informo por adelantado que estas hablando con una futura abogada, así que tienes los días contados.

Ciudad de MáscarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora