Celos adorables.

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-¡Maldito anciano mentiroso!- Apretó sus puños con fuerza y salió del oscuro lugar caminando como alma que lleva el diablo, en busca de aquel que a su juicio, merecía más de un puñetazo en el rostro. Recorrió la torre con rapidez, subiendo las escaleras a zancadas, respiraba agitado de la molestia, con una llama encendida en su estómago, sosteniendo en una de sus manos el pequeño objeto que había logrado hacerlo rabiar hasta enrojecer sus mejillas. –Rogers...-Escupió con desprecio al llegar al gimnasio en la segunda planta del edificio, el rubio practica como de costumbre y aunque la escena del soldado alzando pesas, todo sudoroso y agitado en otro momento le había hecho temblar las rodillas, ahora solo pensaba en lanzarlo por la ventana.

-Anthony- Volteó a verle desde su posición y al notar que no se acercaría, dejó las pesas de lado y se puso de pie, buscando recuperar un poco el aliento y la fuerza en sus músculos, le sonrió al acortar la distancia entre ellos, observando con adoración las acaloradas mejillas del castaño y su respiración temblorosa, eso tal vez solo significaba una cosa, que su rutina de ejercicios para ese día se tornaría algo más caliente y húmeda, lo que ensanchó la sonrisa en su rostro y tomándole de la cintura lo estrujó contra su cuerpo sudado, besando su mejilla.- Que agradable sorpresa verte aquí.- Abandonó sobre su mandíbula, frotando su rostro contra la mejilla morena como tanto le gustaba al otro, escuchando un suave quejido que solo le hizo pensar en un Tony bastante fogoso y lascivo jadeando sobre su máquina de alzar pesas, babeando y rogando por más, como terminaban siempre que el moreno se daba sus masadas por allí. -¿Has venido a ayudarme con la rutina el día de hoy mi amor?- Susurró en su oído con voz sugerente, listo como un lince hambriento, preparado para saltar sobre su presa al mínimo movimiento, sin embargo aquello que pensaba se desvaneció al sentir un golpe sobre su pecho, no era fuerte, pero allí estaba, junto a esos ojos cafés encendidos en furia.- ¿Tony?- Lo miró extrañado sin entender nada, intentó acariciarle el rostro, pero el castaño se alejó fastidiado, lanzando a sus pies con desprecio un pequeño objeto, uno antiguo y que él conocía perfectamente.

-¿Por qué no lo había notado?- Se cuestionó a sí mismo, mirando con recelo el artefacto a los pies de un muy desconcertado rubio. –Soy bajito, pelo castaño, lindo trasero, ojos marrones, así, como ella.- Expresó envenenado, entornando los ojos, acuchillando al otro con su enojo.

-¿Qué? Eso no es así Tony, yo no...- Se inclinó, recogiendo el objeto, viéndolo por un momento, apreciando la imagen de aquella a quien alguna vez había querido entregar su corazón y luego miró al moreno, deseando acercarse y borrar aquella expresión dolida con la que ahora lo miraba, pues más allá de la rabia, sus hermosos ojos cafés se humedecían con cada palabra y eso apachurraba el corazón de Steve como nada en todo el mundo.

-Sí no es así, entonces ¿cómo?- Apretó sus puños, sentía un nudo en su estómago, un volcán preparado para hacer erupción, como sí intentara digerir la mentira del otro.- Porque en lo que a mi concierne, sigues obsesionado con esa mujer y ni siquiera buscándote a alguien con sus característica, terminas de desechar de una vez por todas esa foto.- Explotó soltando una palabra tras otra, con toda la acides estomacal que le producía la situación.

-Anthony cálmate por favor, eso no es como...- Buscó acortar la distancia entre ellos, pero no logró más que el otro se alejara.

-¿No es que?- No le dio tiempo a argumentar alguna cosa.- Soy tan iluso, ¿Por qué pensé por un momento que la habías olvidado?- Sonrió con sarcasmo, ese que usaba para no verse demasiado derrotado.- ¿Por qué asumí que el único objeto existente que te recuerda a ella no estaría bajo el techo de MI casa? ¿Por qué creí que la habías superado? Peor aún, que yo podría ocupar su lugar, que yo tendría todo ese amor que por lo visto sigue siendo para ella.- Tomó aire para continuar, porque el fuego en su interior aun quemaba. –Pensé que lo habías tirado u ocultado en algún lugar lejano, pero no, estaba en el sótano, entre mis cosas, como si deliberadamente lo hubieses dejado allí, ¿crees que esto es gracioso? No lo es...- Bajó su rostro, sintiéndose derrotado, vencido por un fantasma, apretó con rabia sus puños y cruzó sus brazos, evitando golpear al otro quien permanecía como una estatua.- Lo cierto de todo esto es, que tú nunca la dejarás de amar, yo apenas soy su remplazo y aunque te lo mentalices, jamás seré ella.- Aclaró mirándolo decepcionado y salió del lugar, dejando al soldado más que confundido, angustiado.

¡Quiero a mi Steve!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora