Regreso a casa.

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Finalmente mi Steve llegó de Wakanda; no podía creerlo cuando lo vi parado en la puerta. De primer momento salté sobre él; lo que provocó que soltara el bolso que traía en sus manos para abrazarme. Me sostuvo con firmeza y viéndome a los ojos se disculpó por haber tardado tanto en su última misión. Lo noté evidentemente exhausto, pero más allá de eso se veía bastante desanimado, como si hubiese sido, un viaje para nada grato. Sus ojos azules estaban algo opacos y titubeaba al hablar, como si no quisiera hacerlo o le costara demasiado. No lo presioné al respecto por sus silencios; estoy consciente que es un soldado y aunque no fuese así, siempre las misiones se llevan una parte de nosotros que jamás regresa y también deja heridas que tardan en sanar. Afortunadamente, al ser su esposo, sé perfectamente cómo cuidar de él, pues no es la primera vez que lo he visto llegar así; como un cachorro agonizante he indefenso.

Después de llevarlo dentro de la torre, lo jalé como pude a nuestra habitación. Preparé la tina con agua tibia para él, aunque insistió en que no era necesario; lo hice de todos modos, pues era él quien estaba decaído, así que yo decidí que debía hacer. Le ayudé a desvestirse y entró a la tina; mi corazón se apachurró al ver las heridas aun frescas sobre su piel blanca mallugada, tal parecía que había corrido apresurado por regresar desde del campo de batalla a casa, pues se notaba que sus lesiones no fueron tratadas adecuadamente. Me senté junto a la tina, sonriendo para él; lo extrañaba tanto que no podía creer que de un momento a otro estuviese frente a mí. Lo contemple por un buen rato hasta que me invitó a entrar al agua; dudé un poco, pues tenía un par de meses sin estar así de cerca; incluso escuchar su voz gruesa provocaba ciertos escalofríos en mí ser; sin embargo no habían motivos, ni tenía ganas de negarme a su petición. Me quité la ropa bajo su intensa mirada azul y quedando en completa desnudez entré a la tina con su ayuda; me senté a su espalda y se recostó sobre mi pecho. Enseguida suspiró, como si se hubiese quitado un peso de los hombros. Le acaricié el cabello y besé un par de beses su cuello, con la gratitud de tenerlo una vez más entre mis brazos, sabiendo que luego de sus misiones, siempre regresaría ante mí, pues ya que es Steve, me pertenece y yo a él.

Sus palabras eran escasas o prácticamente nulas, apenas guerreó un poco cuando le ayudé a acicalar su cuerpo, argumentando que no era un niño pequeño y pues no, pero es mi esposo yo cuidaría de él, solo quería mimarlo por todos esos días que estuvo lejos. Lavé su cabello y froté su piel, como si fuese la primera y última vez; de a poco lo escuché suspirar y luego de unos minutos, al fin se giró regalándome medía sonrisa y también un beso corto, lento, de esos suaves que duran todo el día sobre los labios; correspondí recibiendo una caricia, pensé derretirme como chocolate al sol, ese era mi Steve, de apoco su mente también regresaba a casa.

Finalizamos el baño he insistí en secar su cuerpo, obvio se me hizo agua la boca, pero no era lo que capturaba del todo mi atención, sino sus ojos azules que por nada dejaban de mirarme, aun con ese pequeño vacío en ellos. Luego de vestir algo, lo llevé sobre la cama, luchando para que se recostase un poco; realmente es un hombre grande y terco, quizás tanto como yo. Corrí a la cocina a preparar algo medianamente comestible; luego de quemar unas cuantas cosas, terminé encargando algo de comer. Soy un pésimo esposo, lo sé, pero al menos lo intenté. Finalmente fui a la habitación, pero poco sirvió tanto correr, pues mi amado Steve había sido víctima de un sueño muy denso; intente despertarlo sin obtener éxito, finalmente me di por vencido, recostándome a su lado; lo contemple una vez más; se veía tan relajado, suspiraba muy profundamente, como soltando el cansancio de estos meses. Mis manos se movieron solas sobre su cabello y delineándole el rostro fui a parar en sus labios rojos; resoplé como todo un tonto y me acomodé sobre su pecho, escuchando con agrado el palpitar de su corazón, corazón. Pensé por un momento haberlo despertado, pero solo tanteó entre sueños mi mano y tomándola, me apretujó un poco contra su cuerpo reanudando su quietud. Pronto imité su acción y enterrando mi rostro en su cuello adoré su aroma a lavanda que me guió a la inconsciencia total.

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Hola preciosas, espero la esten pasando de maravilla por aqui. 

Esta  vez traje algo corto, pero hecho con mucho cariño para ustedes mi amdas lectoras.

como siempre, gracias por votar, comentar y no olviden compartir c:

¡Quiero a mi Steve!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora