Capítulo 6.

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Capítulo 6.

Parecía que estaba jugando con el agua, también se la escuchaba. No entendí nada. Hablaba en un idioma que nunca antes había escuchado, pero supuse que estaba enfadada ya que su tono reflejaba ira. Intenté buscar un ángulo desde donde pudiera ver su rostro; me intrigaba.

Cuando empecé a moverme ella reaccionó, puede que fuera porque había hecho demasiado ruido o simplemente porque había captado mi movimiento. Se volvió bruscamente clavando sus grandes y oscuros ojos en mi escondite. Le pude ver el rostro, pero duró poco, después de haber echado una inquietante mirada se levantó y se marchó en dirección a la «cabaña».

Nunca se me olvidaría aquella cara. Sus ojos eran grandes y oscuros, como dos pozos sin fondo, pero tenían algo distinto; una luz que expulsaba aquella oscuridad. Reflejaban amor y confianza, o eso me pareció a mí. Su cara tenía el mismo tono azulado que el resto su cuerpo. También había dos rayas más oscuras que la cruzaban, desde la raíz, donde empezaba su pelo, hasta llegar a sus pies. O eso distinguí yo, pues mi escondite no dejaba demasiado campo de visión. Estaban colocadas a los dos lados de su cara y de su cuerpo, pasaban por sus párpados resaltando aún más sus ojos. Sus labios sólo se podían distinguir por el relieve que formaban ya que eran también azules.

Me quedé quieta sin saber muy bien qué hacer, allí, en aquel pequeño matorral. Mi «escondite». Sabía que en aquel lugar, aquel lugar que no era el bosque Liana, no podía estar a salvo. Pero aun así me quedé quieta, con la cabeza apoyada en las rodillas, oculta de miradas curiosas. No estaba pensando ni buscando una explicación a todo lo que había visto y vivido. Simplemente, estaba en blanco.

—¡Unthai! ¡Unthai!

—Niña, no molestes a Unthai.

—Pero, Flarea, ¡se ha despertado! ¡Me ha visto! ¿Y si me ha hechizado?

—¿De que hablas, Kimu?

—De ella, de la criatura. —Hablaba asustada y apresurada, sin pensar.

—La criatura esta en el bougle. No te preocupes, Kimu. Pero no te acerques.

—¡No me he acercado! Estaba en el arroyo… y lo noté.

—¿Notaste el qué?

—Su.., su.., su… —Tenía la mirada perdida.

—¿Su qué, Kimu?

—Note su alma, su espíritu.

—Kimu, tú eres una aprendiz, además de ver el espíritu, el alma de las criaturas es un don que pocos tienen. Dudó que tú lo tengas, sólo las grandes y poderosas criaturas lo poseen.

—Pero…

—No, Kimu, han sido imaginaciones tuyas, no molestaremos a Unthai.

—Pero…

—¡Kimu! No molestes más. Estamos ocupadas.

—Pero… ¿Qué? ¿Haciendo qué?

—Unthai ha recopilado información, estamos averiguando qué es.

—¡Yo lo sé! ¡He visto su espíritu!

—¡Kimu! ¡Vale ya, estás contando blasfemias! Vete y reflexiona.

—Flarea…

—¡Kimu, esa conducta no es propia de las ninfas!

—Sí, Flarea…

—Vete y no vuelvas hasta el alba. Unthai y yo estamos ocupadas y no necesitamos que una ninfa joven y sin experiencia esté por aquí molestando.

—Ya lo sé… ¿El alba? Pero teníamos clase al atardecer.

—Pues no podrá ser, tú obedece y no vuelvas por los bougles hasta el alba. Retírate.

—Sí, Flarea.

Se fue a paso ligero, visiblemente serena y conforme, pero en su interior una voz le decía que no se podía quedar así. No se podía quedar contenta con aquella manera que tenía todo el mundo de subvalorarla, de decir lo que era e iba ser.

—No más… —se dijo a sí misma ya muy lejos de oídos curiosos. Apretó los puños y dejó caer una pequeña y delicada lágrima que le cambiaría la vida.

La presión y la sensación de no saber lo que me rodeaba pudo conmigo. Cuando me disponía a salir de mi escondite y empezar a andar sin saber adónde me dirigía ni si saldría de aquel lugar, algo me obligó a permanecer en el sitio sin hacer ningún ruido.

Era otra vez esa criatura. Había vuelto. Parecía desesperada e inquieta, pues estaba mirando a todos sitios. Había entrado al claro con paso decidido, andando. Pude ver que medía aproximadamente medio metro, pero no me sorprendió; con todo lo que había visto, la altura era lo de menos.

Lo que sí me empujó a dar un grito de sorpresa fue cuando llegó al centro del claro, al lado del riachuelo. Ella seguía mirando a todas partes esperando alguna señal que yo no pensaba darle. Se quedó quieta unos instantes con la mirada perdida. Al cabo de un rato pestañeó unas cuantas veces como si se hubiera despertado de un largo y pesado sueño. Desvié la mirada; su belleza era hipnotizante.

Cuando volví a armarme de valor para seguir observándola, ya no estaba. La busqué con la mirada sin salir de mi escondite. «¿Ha desaparecido?» me pregunté, desconcertada. Pero todas mis dudas desparecieron cuando una cabeza pequeña y azul apareció sin  previo aviso entre los matorrales. Sus grandes y oscuros ojos estaban clavados en mí. «Me está…¿estudiando?» fue lo único que me pude preguntarme.

Otra vez esa sensación de inmovilización, mi cuerpo no me respondía. Salió de los matorrales y se situó en frente mío. Se le podía ver perfectamente. La ropa que utilizaba (si se podía  llamar ropa) contrastaba con su piel azul clara, ya que era más oscura. Era extraño, una nube de gas azul oscuro envolvía su cuerpo, a excepción de las piernas. Parecía como si una corriente de aire se la podría llevar muy lejos en cualquier momento. Pero ella parecía muy segura, así que no sería el caso. Me dirigió una sonrisa.

Empezó ha hablar. Hablaba en ese extraño lenguaje que no comprendía. La miré con cara de desconcierto. Ella pareció entenderme, porque se quedó en silencio y se llevó la mano a la barbilla, pensativa. Unos instantes después en los que no pude apartar la mirada, su cara se iluminó y me volvió a dirigir una sonrisa cálida.  Me recordó a Marcos «A él también… ¿lo habrán capturado?» me pregunté.

Pero esos pensamientos fueron interrumpidos cuando noté que algo aferraba mi mano. Inmediatamente me solté. Había sido la mano de ella, que me miraba con cara de desconcierto. Me volvió a tender su mano, azul. La verdad es que impresionaba bastante. Yo no sabía qué hacer; aquella criatura me inspiraba ternura y miedo a la vez. Ternura por sus ojos, esa luz que los iluminaba y te hacía sonreír. Y miedo por lo desconocido, por todo lo que tenía que ver con seres que desde pequeña me habían dicho que eran cuentos, sólo cuentos. Pero comprendí que no tenía otra opción; si la rechazaba ella se iría y yo me quedaría sola en aquel lugar tan… irreal.

Cuando nuestras manos se tocaron sentí una energía que me recorría por dentro. Cerré los ojos y disfrute de aquella sensación. Pero los abrí  de nuevo cuando noté que algo tiraba de mí. Era ella, ¿quería que la siguiera? Me levanté y solté su mano, ya que era pequeña y le sacaba varias cabezas. Ella me miró de arriba abajo, al principio pareció sorprendida de mi estatura pero luego (para mi sorpresa) alzó el vuelo y se puso a mi altura. No tenía alas, simplemente levitaba.

Me volvió a tender la mano y yo la acepté. Me arrastraba. Me guió hasta el centro del claro, al lado del riachuelo. Soltó mi mano y sentí como si me hubieran arrebatado una parte de mí. Con un ágil y bello movimiento se sentó de rodillas. Primero me pareció que jugaba un poco, sus pequeñas y azules manos hacían ondas sobre la cristalina agua una y otra vez. No llegaba a sumergir toda la mano, simplemente rozaba la superficie, como si temiera a que algo la succionara. Siguió haciendo ondas hasta que quedó un extraño relieve en el agua.  «Es imposible» me decía una y otra vez, pero me estaba engañando a mí misma, porque yo sabía que era real. Todo era real.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2014 ⏰

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