9. Cobarde.

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Recuerdo perfectamente cuando Ryu estaba totalmente renuente a ser mi novio... pero podía ver en sus ojos que quería serlo. No es que yo fuese egocéntrica, pero lo veía en los pasillos, mirándome, sus ojos iban directamente a mí cada vez que estábamos en una habitación y aunque normalmente se iba después de un rato porque estaba convencido de que yo le caía mal, siempre me echaba una última mirada antes de irse, como si quisiera asegurarse de algo. En ese entonces yo salía con Declan y Ryu no había llegado completamente a la pubertad, no me sentía atraída por él.

Pero entonces un día dejó de ser un niño ante mis ojos y cada vez que me lo cruzaba, mis ojos iban hacia él y los suyos hacia mí. Era una atracción mutua muy evidente y nadie podía convencerme de lo contario, ni siquiera él mismo. Las cosas en mi hogar eran difíciles pero cuando veía a Ryu yo quería sonreír y todo lo malo se iba. Y fue así como lo supe, que quería estar con él, que me haría feliz.

Se me ocurrían ideas tan poco comunes que ahora me hacen reír, pero en ese momento parecían sensatas. Como lanzar piedras a su ventana y salir corriendo. Él sabía que era yo, pero nunca me dijo que me detuviera. Lo buscaba en la biblioteca y lo miraba mientras leía. Se veía hermoso, concentrado. También lo acompañaba a casa al regresar de su práctica de karate. Iba a su casa y me sentaba a verlo estudiar. Ryu jamás pidió que me detuviera, le dije que lo haría si me lo pedía pero no dijo nada... y yo tomé eso como un reto.

Un día puse una rosa en su casillero, con una nota.

Papel rosa con mi mejor escritura, decía: "Tu mamá debe ser pastelera porque eres un bombón". Lo escuché reír a mitad del pasillo... y me di cuenta de que mi corazón latía rápido cada vez que yo le causaba una risa.

Lo vi caminar hacia mí con una gran sonrisa, la rosa en su mano derecha y la nota en su izquierda. Jeans negros, camisa azul marino, botas de trabajo y una chaqueta de denim, su cabello largo, peinado hacia la derecha, ojos azules brillando y esos deliciosos labios rosados. Dijo "¿Dónde aprendiste a coquetear? Eres tan rara, Amber..." y yo puse mis manos sobre sus hombros y choqué mis labios contra los suyos.

La cara que puso fue épica. Fue nuestro primer beso, solo un roce, pero todo el mundo lo presenció. Sus mejillas se colorearon y casi corrió lejos de mí hasta su clase. Su padre, nuestro profesor de matemáticas, pasaba casualmente por allí.

—Es tímido —me dijo—. No te preocupes, él volverá.

—¿Cómo lo sabe? —interrogo alzando una ceja.

—Es igual a su madre —el profesor Dewan negó con la cabeza—. Escapa de sus deseos, pero es valiente, una vez que lo asimile, lo aceptará... le gustas, Amber, porque Ryu no habla de la gente que no le gusta y últimamente solo escucho sobre ti.

Por un buen rato pensé que él estaba equivocado, pero después de aquella noche en la que me quedé en su casa por primera vez, supe que el padre de Ryu tenía razón. Ryu escapaba de sus deseos, pero una vez que decidía enfrentarlos, entregaba todo de sí mismo. Empezamos un romance increíble, desbordante, lleno de alegría y momentos inolvidables.

Los besos que compartíamos, las caricias, las palabras, nada nunca se sintió igual después de eso... dejarlo todo fue como un balde de agua fría, una bienvenida a la realidad, pero lo hice por el bien de mi futuro. Pensar en mí misma en ese momento fue un gran logro para mí y Ryu podría haber estado enojado, pero él solo estaba orgulloso.

—Paris te amará —me decía mientras me ayudaba a empacar mis cosas una semana antes de irme—. Debes enviar muchas fotos, de todo lo que veías y tienes que salir en ellas, quiero hacer un álbum, de ti en Paris.

Quiéreme otra vez |Payson 4|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora