Capítulo 7: La llamada

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Me encanta que de la nada me diga que me ama, me encanta la forma en la que me hace sentir, como si me faltara al aire cuando no estoy cerca de él de alguna forma, me dan ganas de llorar del éxtasis que se siente al estar enamorada de él. Cada vez que intento describir como me siento, me es imposible, porque no conozco palabra alguna que se compare siquiera con lo que siento.

Desde que finalizamos la llamada no he podido dejar de sonreír, ya hasta me duelen los cachetes, pero no puedo dejar de sonreír, «me estoy volviendo loca». Me levanté del sillón y corrí a la puerta, sentí una eternidad de tiempo hasta que vi abrirse aquellas puertas del elevador, dándose paso a la perfección de pies de nombre Christopher el amor de mi vida. Le sonreí desde la puerta, en mi imaginación corrí hacia él entrelazando mis piernas a su cadera, pero mis pies no funcionaron otra vez... solo me quedé viéndolo venir con cara de estúpida y una enorme sonrisa.

«Con que esto es estar enamorada, ¿eh?»

—Hola Arie, te extrañé –me sonrío de la forma más coqueta posible, metiendo sus manos a los bolsillos de sus pantalones.

«Bésameeeeeee»

—Hola...

Como si estuviéramos dentro de una novela, como si pudiera leer mis pensamientos, se acercó a mí y me dio un beso, un delicioso apasionante beso. Coloqué mis manos alrededor de su cara para que no se fuera, para que el tiempo no detuviera nuestro beso, o al menos esa era mi intención. Claramente en algún momento tenía que acabarse nuestro momento y al finalizar hizo una de las tantas cosas que me mata que haga, sonrió sobre mis labios, se me hace un acto tan sexy, tan... de él.

—¿Por qué siempre haces eso? –musitó.

—¿Hacer qué?
—Agarrarme la cara, cuando no es la cara es el cuello -soltó una ligera risita.

—Porque no quiero que te separes de mí nunca –lo miré con amor.

«Y porque me gusta tocarte»

—Ah...

—¿Por qué siempre preguntas lo mismo?

—Porque me gusta escucharte decirlo –me dió un pequeño beso a mi nariz-. Te amo.

Lo tomé de las manos sin dejar de sonreírle y lo guíe dentro del apartamento, pero a los segundos de haber cerrado la puerta tocaron, «debe de ser lo que pedí». Así fue, llegó primero la comida que pedí para mi novio «mi novio, me gusta cómo suena eso».

—¿Es comida? –preguntó y pude ver entonces cuán hambriento y cansado se encontraba.

Asentí con un leve movimiento.

—Siéntate en la sala, cierra los ojos y abre la boca –le ordené.

—Ok mandona —rio por lo bajo, y siguió mis órdenes-. Listo.

Miré embobada algunos segundos a la persona más guapa que mis ojos han podido ver, lo más perfectamente imperfecto. Me acerqué y tomé los palillos que venían dentro de la caja, tomé una porción y la deposité dentro de su boca; comenzó a masticar e inclusive hinchando sus cachetes, sigue siendo perfecto.

—Sushi, que rico –logró pronunciar, pero aún con los ojos cerrados—. ¿Hoy es día de consentirme?

—¿No te consiento siempre? –expresión sorprendida.

—No, porque no todos los días puedo verte.

—Sabes a lo que me refiero, chistoso.

Tocaron a la puerta interrumpiendo nuestra breve charla, le entregué la caja con los palillos a Chris para que continuará comiendo mientras iba a abrir. «Espero que sea la pizza», fui escuchada y un bonito repartidor me entregó mi pedido, lo pagué y volví a entrar, sentándome al lado de mi novio.

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