uno.

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Las palabras esconden aveces cuchillos afilados.

Una frase agazapada en el tiempo puede desgarrarnos la piel con el frío del acero. Un nombre basta para que la memoria nos devuelva al mejor momento de nuestro pasado, de nuestra vida.

O peor.

El anciano Draco Malfoy encontró el profeta en el que se hallaba hojeando unas palabras que se le clavaron en el alma y lo transportaron a una terrible mañana de marzo, más de medio siglo atrás.

Clara, su nieta, velaba su reposo después de la intervención. Sentada a su lado, vigilaba cualquier movimiento que revelase la más mínima inquietud del abuelo. Lo veía desvalido, por primera vez en su vida, y sabía que él detestaba esa situación. Él, Draco Malfoy, tan ligero y fuerte como su apellido, tenía que resignarse a ser ahora el enfermo, el dependiente, el frágil.

Llevaban toda la tarde en la aséptica habitación y él apenas había pronunciado un par de monosílabos. Sin embargo, Clara era conciente de que apreciaba su compañía más que a ninguna otra cosa para ayudarlo a superar la convalecencia de aquella inoportuna operación. Su madre le había contado que las primeras palabras del anciano tras despertarse de la poción somnifero fueron para preguntar por Clara, esa nieta rebelde que le había robado su alma de abuelo tardío: cuando ya no tenía edad casi para ser bisabuelo lo apareció la niña para volverlo todo del revés.

Clara no pudo notar cómo el abuelo aferraba el periódico con las manos y palidecía. Malfoy se removió en la cama, lanzó una especie de gruñido seco como si un dolor agudo le punzase la herida, balbuceó algunas palabras que la nieta no pudo entender y,al fin, arrojó el periódico lejos de sí con todas sus fuerzas.

—¡Maldita comadreja!—Exclamó temblando.

Las palabras del anciano sobresaltaron a Clara, que no esperaba oír su voz tan ronca ni tan agreciva. Se puso en pie de un salto, muy preocupada. ¿Estaría delirando?

—¿Te encuentras bien?—Le preguntói acercándose a la cama.

Malfoy la miró... ¿Qué podía responder a su nieta?

¿Qué dolor más agudo, el peor, es el que quema en el alma?

—¿Tú crees —respondió intentando aparentar una calma que no tenía— que se puede estar bien cuando hace dos días que te han dado un hachazo, te han quitado un riñón y vas a cumplir noventa años?

Clara miró hacía el periódico tirado en el suelo.

Entendió que era algo que había leído allí lo que le había angustiado tanto, e iba a preguntarle por el motivo de su reacción cuando Scorpius, su padre, entró en la habitación haciendo el habitual revuelo.

—No se puede soportar el cúmulo de gente que hay en el Atrio, me costó más de veinte minutos llegar hasta aquí por polvos flú. ¿Qué tal estás, papá?

—Bastante bien, papá.—respondió Clara por él, sin revelar su extraño comportamiento de minutos antes.

—Acabo de hablar con tu sanador, me lo he encontrado en el pasillo. Dice que eres duro como una bludger. Así que enseguida te mandarán a casa. Eso es lo que quieres, ¿verdad?

Malfoy, a duras penas, asintió con la cabeza. En ese momento lo único que deseaba era quedarse solo y no tener que dar explicaciones, ni siquiera a su hijo: solo con sus recuerdos, solo con la herida del cuerpo que le mostraba su debilidad y con la que le atravesaba las entrañas del alma.

—Pilar me ha dicho que llegaría enseguida, no creo que tarde. Se quedará contigo. ¿Podrás aguantarlo? —preguntó, irónico—. Nosotros tenemos que irnos o llegaremos a las tantas a Londres, y esta niña mañana tiene que dar un examen.

—Marchaos tranquilos. No era necesario que Pilar se quedase esta noche.

—Sabes que no te dejaríamos solo aunque estuvieses saltando por la habitación. Y no te hagas el fuerte, papá, que ya nos conocemos.

Padre e hija se despidieron del anciano. Antes de marcharse, Clara recogió el periódico del suelo preocurando que el abuelo no se percatase. No se resignaba a quedarse sin saber que había provocado la transformación de su abuelo, y esa extraña maldición pronunciada con tanto dolor.

Ya de vuelta a casa, Clara iba leyendo la página del periódico. Varias noticias la ocupaban: en una se hablaba de los problemas económicos del equipo de quidditch Chudley Cannons. Al abuelo nunca le interesó demaciado el quidditch -o eso suponía ella-, seguro que no se había enfadado por eso. En otra se contaban las inversiones de gringotts para los próximos meses, motivo más de alegría más que de disgusto. El tercer artículo era una entrevista al Consejero del Departamento de Cooperación Mágica Internacional: Ronald Weasley-Granger. Sorpresa: aquel hombre era el padre de Victor, un compañero de clase. Hablaba sobre el próximo centenario del nacimiento de Hermione Granger y afirmaba en el titular que podrían aparecer aún escritos de la misma heroína en épocas de guerra, fallecida en 2006.

—A ver si te vas a marear leyendo mientras viajamos.—la voz de su padre la devolvió la realidad.

¿Qué relación podría tener su abuelo con ese hombre?

El padre de Victor era muchísimo más joven que él.

—Pero ¿Qué lees con tanto interés? — preguntó su padre intrigado—. No has dicho ni media palabra desde que salimos de San Mungo.

—El abuelo se ha puesto un poco nervioso cuando ha leído esto.— No era cuestión de explicarle a su padre, ya que muy preocupado, que más que nercioso se había puesto frenético.

Clara leyó el titular y algunos párrafos de la entrevista.

Cuando acabó percibió cómo su padre suspiraba.

—¿Qué pasa, papá?

—Lo único que puedo decirte es que, después de la guerra, tu abuelo estuvo cautivo con Hermione Granger. Quizá esa entrevista la haya traído tristes recuerdos. La heroína murió con él y eran amigos. Tu abuelo solo tenía veinte años.

La muchacha se quedó helada, creía conocer a su abuelo mejor que nadie y resultaba que le había ocultado un acontecimiento digno de libros de Historia. Hermione Granger se estudiaba en libros de guerra y se leía en hogwarts con especial devoción porque la heroína había estudiado allí durante su infancia. No daba crédito a lo que acababa de escuchar.

—Tió, ¿Me estás diciendo que mi abuelo y la heroína del mundo magico más famosa, fueron amigos?

—No me llames tío, que soy tu padre. Sí, eso mismo es lo que te estoy diciendo.

—¿Y por qué no me lo habeís contado antes?

Scorpius se tomó un tiempo antes de contestar; sabía que tarde o temprano Clara se enteraría y estaba seguro de que su padre no deseaba recordar. A pesar de que abuelo y nieta era uña y carne, el anciano había evitado durante todos esos años contarle la parte de su pasado que quizá más le podría interesar, la más triste pero también la más intensa. Pero Clara ya no era una niña.

—No era yo quien debía contártelo, sino él. Tarde muchos años en enterarme, nunca quiso decirnos nada. En mi casa jamás se hablaba de la guerra, yo ni siquiera sabía que mi padre era mortífago. Yo ya había cumplido los veinte años cuando supe algunos avares de su vida y los pormenores de su cautiverio.

—¿Crees que es buen momento para que le pregunte?

—Cualquier momento puede ser bueno o malo, depende de lo predispuesto que esté a hablar. Pero una cosa es evidente: si alguien puede hacerle bucear en sus recuerdos esa eres Tú.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2014 ⏰

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Recuerdos de una mente atormentada. (Dramione.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora