.
.
Nunca creí esa frase "después de la tormenta, viene el arco iris". No me lo tomen a mal, no quiero arruinar su fantástica manera de pensar, pero llevo décadas esperando ese arco iris.
Después de un tiempo logré acostumbrarme a este tipo de vida, te adaptas o mueres, eso me decía mi tutor asignado. El problema es que yo aún quiero morir.-Choi Soobin, que extraño es verte por aquí sin que tenga que aplicarte una sanción.
La sonrisa ladina del encargado de Área bien podía sacarle algunos escalofríos a los demás, pero después de varios años visitándolo a menudo debido a mis "problemas mortales" me acostumbre a sus dientes de tiburón. Se verían bien en un collar.
-Quizá es porque quieren darme un premio, después de todo no he causado ni un problema -sonreí, mostrando el dedo índice.
-Cinco años sin problemas graves de los que nos hallamos enterado, Choi, no te sientas una deidad -cambió su expresión al verme de nuevo, acomodó un lápiz de su ridículamente mundano escritorio y me miró -. Sabes la razón por la que estás aquí, y no me enorgullece, pero debo darte el permiso. Irás al mundo humano, y antes de que te alegres, no, no irás a transitar tu sólo. Tienes una misión.
Bien, admito que me había ilusionado un poco.
-¿Misión?
-Debes encargarte de alguien. Serás un tutor.
Mis ojos se abrieron con asombro, lo miré esperando que se riera y confesara que era una broma. Pero eso no pasó.
-P-por qué yo.
-No había nadie más -mintió descaradamente. Yo sabía que era el menos indicado para este trabajo -Aquí tienes. Eso es todo lo que necesitas. También está la información que necesitas del custodiado.
Tomé la caja de cartón que me dio, le eché un vistazo y antes de poder controlar mis movimientos ya tenía el arma en mis manos.
-¡Es el arco, el arco! Oh, soy tan feliz, gracias, gracias, gracias. Wah, que hermoso es.
-Ten cuidado con eso, niño.
Tomé el pedazo de hierro, un trabajo bien hecho sin duda, era atractivo a la vista pero sin ser llamativo. Para un humano común sería pesado y difícil de usar, afortunada y lamentablemente no era uno de ellos. En mi emoción tomé una flecha y comencé a apuntar. Lo sentía ligero y cómodo. Como si estuviera hecho para mí.
Y sin quererlo disparé una flecha a su hombro.
Dejé el arma a un lado mirándolo con preocupación mezclada con risa, después de todo no quería que me quitaran la oportunidad de fugarme. Pero eso no quitaba lo gracioso que era.
-¡Lo siento, no fue mi intención!
-Tú, mocoso -se quitó la flecha del hombro -Sólo asegurate de no causar problemas.
-No prometo nada.
Pero es que, oh, Lucifer, ¿es este mi arco iris?
.
.