Dos.

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Un día en el penthouse, si lo pensaba con detenimiento, quizás llegando a su hogar encuentre algo que hacer.

Al tener su propio piso, la incomodidad no era la definición correcta para lo que usualmente sentía.

Su madre solía pasar admirando la vista, al contrario de lo que la mayoría pensaría, su madre era muy callada.

Creía poder ver reflejada la tristeza en sus ojos.

Y sí, su vida era tan brillante como el oro, pero se veía tan opaca cuando miraba a su progenitora.

Los eventos eran otra cuestión, no los deseaba, pero tenía que acoplarse a que su padre, aquel hombre que no está seguro de que realmente razone, era el presidente de una de las potencias más importantes del mundo, de su país.

Barron estaba sentado mirando su teléfono, usaba un suéter que costaba el sueldo completo de un año para cualquier trabajador común, sin embargo para él no representaba en lo absoluto una pertenencia, le daba igual ir utilizando marcas reconocidas mundialmente.

Al ser joven y con recursos dudablemente agotables, debía considerar hacer realmente algo productivo, pero prefería mirar su celular leyendo artículos al azar, quizás cuando se aburriera iría a jugar golf, si sentía que había sudado, seguramente tomaría un baño y su madre le daría esa extraña crema de caviar de su propia marca.

A pesar de ser multimillonarios su vida parecía ser completamente aburrida, no había incentivo económico que justifique ese hecho.

Nuevo Mensaje:

De Arthur:

Hey niño de papi, vamos a recorrer las costas, ¿Quieres ir?

-No.- Dijo como si pudiera Arthur leerlo y lo dejó en visto.

Dejó su celular en el sofá, y miró hacia la nada, quizás no la nada, en realidad habían muchísimas cosas a su alrededor.

Suspiró, y su teléfono volvió a sonar.

De Arthur:

Imagino que no responderás, pero tan buen amigo soy, que iremos a verte todos;)

Y así fue, en media hora se encontraban en la puerta, lo supo incluso antes que tocaran, por las historias que subía el idiota de su amigo.

¿Siquiera eran amigos?

El personaje de Arthur era todo lo contrario a él, un chico totalmente cegado por la adolescencia y el dinero, lo cual era una muy mala mezcla si lo pensaba.

Barron caminó por la sala hasta la puerta, sabía que tocarían descontroladamente y que su genio se alteraría.

Su camisa perfectamente planchada debajo de su suéter, debía mantenerse de esa manera, no soportaba el hecho de no tener algo bajo su control.

Y tocaron la puerta con suma molestia.

Con una mueca abrió la puerta blanca principal.

Los miró con una extraña expresión de disgusto mezclado con algo de incredulidad.

Pero al fin y al cabo esa era la expresión que siempre tenía, o la que más conocían, pensándolo bien, la única que conocían.

-Oh, pasábamos por aquí...-Dijo Arthur con fingida y molesta modestia.- A visitarte.

Arthur era su "amigo" pues se habían conocido desde muy pequeños, a pesar de no encontrarse en el mismo instituto, usualmente en algunas ocasiones volvían a dialogar, si a eso se le podía denominar al único asentir por parte del rubio.

¿Hay diferencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora