Tres.

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-¡Apúrate, nos quedan menos de cinco minutos!- A este comentario Melanie pareció entrar en pánico, habían alterado lo último que le quedaba de coherencia, tomó su lapicero negro y pareció trazar jeroglíficos en lo que parecía ser una hoja de historia.

El idioma le parecía relativamente fácil, desde muy pequeña lo había practicado por lo tanto no tenía complicaciones mayores.

Pero ahí estaba, escribiendo el trabajo que se suponía que sería en parejas, pero James se la había pasado hablando toda la hora, sin embargo también era su culpa por reírse con él.

El pelirrojo sólo la miraba escribir mientras rascaba sus cabellos con ansiedad, el profesor ya los había mirado con esa sonrisa de "Niños idiotas, nunca entregarán ese trabajo".

Inesperadamente Melanie lo terminó, había declarado su mano inválida por lo menos un par de días.

-Menos mal, hemos terminado.-Dijo James con una sonrisa de niño pequeño, sus ojitos verdes brillaban.

-¿Hemos? ¿Hemos? ¡Si yo lo he hecho todo!- A la pelinegra le dio un tic nervioso justo en el ojo izquierdo.

James negó con sus brazos, el salón entero había entregado, los uniformes pulcramente vestidos, chicos y chicas metidos en sus teléfonos, algunos en llamadas importantes en cierta manera.

-Tranquilízate, ¿Quién te ha apoyado?-Dijo irónicamente, Melanie solo lo miró incrédulamente y lo codeó.

Sentía que el esfuerzo empleado era más satisfacción personal, que la propia nota.

Al cambiar de clases hablaba con su compañero, y amigo pelirrojo, miraba hacia arriba, pues era muy alto.

No era sólo un chico rico, de alguna manera era un adolescente completamente normal, James hablaba de idioteces, literalmente.

-¿Crees que la comida pueda sentir dolor?- Alguna vez preguntó mientras almorzaban.

Melanie lo miró con una expresión que luego se haría típica de ella, por lo menos así lo pensaría el más alto, pues siempre la haría con él.

Era una mezcla de desagrado, incredulidad, asombro y risa, sus labios y frente se fruncían y era gracioso.

Se sentía cómoda, normal, a pesar de los comentarios despectivos que recibía de vez en cuando, no era como en las películas, a nadie le interesaba lo suficiente como para dedicarse exclusivamente a hacerle la vida imposible.

Caminaban hablando de lo que harían seguramente ese fin de semana, con el contraste de mundos.

-En realidad es muy común viajar en cualquier momento.-Aclaró el niño rico.- En esta institución hay personas que pueden hacer mucho más que permitírselo.- James parecía convencido de lo que decía, se dio cuenta que su rostro era mucho más infantil que su apariencia en general.

-Sin embargo todos parecen muy distantes.- Comentó la rizada.- Tiene mucho que ver con nuestra generación, mira.- Señaló un grupo al azar, estaban observando sus celulares y de vez en cuando comentaban acerca de algo que veían, hablaban, y no era por satisfacción, sus ceños estaban fruncidos, parecían enojados.- Están expuestos desde muy jóvenes a varias clases de estrés, no diferencian los ambientes, están creando máquinas de hacer dinero.

James miró al grupo que estaba sentado en la mesa del auditorio de reojo, tenía razón, aunque no lo había pensado demasiado, incluso a pesar de estudiar ahí hace mucho más tiempo del que recordaba.

Después miró con atención a la chica que parecía haberse enfocado en un punto específico.

No lograba distinguir que miraba con tanto detalle.

¿Hay diferencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora