PARTE CUATRO

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PoV Lay

Después de que el gran jefe me dijera que mi última cita del día era el sr. Kim, no dejé de temblar.

No tengo un pasado intachable por que he cometido grandes errores y he mentido a mucha gente, pero no quería que la parte más oscura y dolorosa de recordar estuviera nuevamente frente a mi. 

Simplemente no quería verlo, no sería bueno para mi salud mental tener que enfrentarlo. Ya habían pasado varios meses. Las cicatrices más profundas en mi ser seguían palpitando y sangrando.

Mi vida ya era una mierda metido en este lugar, rodeado de gente que me odia y que me ven como alguien inferior sólo por ser de otra nacionalidad, además de que ser el más popular en el Instituto es meterse en problemas con los demás "estudiantes".

El hartazgo diario era parte de mi días manchados con semen y sudor de hombres que me han prometido la gloria, mientas me están cogiendo, pero se olvidan de mí una vez que salgo de su vista. Yo no elegí éste camino, yo no quise ser prostituido desde temprana edad y tampoco quise ser llevado a un estado de trauma absoluto por parte de ese hombre, que aún hoy en día estoy enfrascado en el terror por su culpa. Lo que me hizo cumplió su cometido: que no pudiera dejar de pensar en él cada minuto de mi puto día.

La cita prometida era en cuanto la noche se hiciera tan negra como para ocultar mi vergüenza.

Salí por la puerta trasera, aquella que está en la enorme cocina y me dirigí a la capilla, ahí estaban los estilistas que se encargan de poner en orden el desorden de ser humano que somos. Todos eran buenas personas, jamás he recibido un mal trato por parte de alguno de ellos, aunque no puedo dejar de darme cuenta que cada vez que nos tocan, sus rostros muestran el asco que provocamos.

Había un chico de todos los estilistas que mantenía la cabeza fría y disfrutaba de muy buena gana su trabajo, su nombre era Luhan y al ser el único chico con la misma nacionalidad que yo, pudimos entablar una pequeña amistad.

Me dirigí a su cubículo para que él fuera el encargado de al menos, maquillarme.

—Yo creí que tus citas habían terminado. ¿No te bañaras primero? —me recibió con una sonrisa en cuanto entré a su espacio.

Me senté en la silla frente al enorme espejo y me relajé.

—No, no lo haré.

Se paró a mi lado y me miró a través del espejo.

—¿Estás bien? —preguntó.

Su bonito rostro se contrajo, mostrándome su preocupación.

—Mi cita de último momento es el sr. Kim.

—¡¡¿Cómo?!! —gritó e hizo girar la silla para poder verme de frente. —. ¿Hablas en serio? ¿No estaba vetado?

Me encogí en hombros.

Dejé de verlo o me pondría a llorar como mariquita. Me fijé en todos los cosméticos que tenía perfectamente acomodados, los peines, cremas hidratantes, productos para el cabello, secadoras, planchas para alaciar...

—¿Que harás?

Su pregunta me sacó del trance. Volví a mirarlo.

—Nada, poner mi mejor sonrisa y dejarme coger como siempre, como con todos.

—¡Oh dios Lay! Esto es terrible. ¿Sehun ya sabe?

—No lo sé, supongo que sí. —el ardor de mis ojos me alertaron. Debía apresurarme y no aletargar más el asunto —. Deja voy a las regaderas, por favor consígueme algo de ropa, vuelvo enseguida.

Salí de su cubículo y me dirigí a la zona de baños que antes eran los dormitorios de las monjas, ahí todo estaba acondicionado en grandes duchas con hidromasajes y cuartos de vapor exclusivo para los "estudiantes". Me di un regaderazo sin profundizar en mi limpieza y regresé con la bata al cubículo de Luhan, éste ya tenía conectada la secadora y había corrido la cortina para poder cambiarme sin que nadie me viera desnudo, a pesar de que en este lugar cada persona que trabaja aquí, ha visto todo de mi sin ningún tapujo.

Me puse la camisa blanca junto con los pantalones azul marino y  zapatos de gamuza cafés. Peinó mi corto cabello en un flequillo sencillo y evitó ponerme maquillaje, hidrató mi rostro y aplicó una base ligera. No me puse colonia, no me preocupé en ocultar mis ojeras ni me importó que debía usar el enjuague bucal.

Salí de la capilla tal y como si esa noche no fuera a ver a uno del que fue, mi mejor cliente y el que apoyó a la construcción de este imperio de prostitución.

Caminé con pereza hacia la entrada donde vi mi auto negro estacionado con las luces prendidas y el cabello rubio de mi conductor sobresaliendo ante lo oscuro de su interior. Me subí y no dije palabra, ambos sabíamos a donde debía ir.  El auto arrancó sin prisa, mi cuerpo se relajó en su interior y dediqué todo el camino a ver a través de la ventana. El trayecto sería corto, la mansión del sr. Kim estaba a 15 mins de distancia desde el Instituto.

Cuando faltaba una cuadra para llegar, la apacible voz de Sehun por fin se hizo escuchar después de días.

—Estás loco.

Detuvo el carro frente a mi parada.

—El dinero es poder —mantuve la vista fija en la ventana, viendo que la luz de su habitación estaba encendida. 

—Te hubieras negado.

Bufé al aire.

—Como si eso fuera suficiente para que el gran jefe no me hubiera mandado aquí.

Se quedó callado unos segundos, luego añadió.

—¿Tienes miedo?

Temblé.

—Desearía que esa vez me hubiera matado a tener que vivir cada día con el miedo que plantó en mi.

Volvió a quedarse en silencio y antes de que siguiera con la platica más larga que habíamos tenido desde hace mucho tiempo, bajé del auto y caminé con pasos inseguros hasta que llegué a la entrada y con el estómago revuelto, toqué el timbre.

El mismo anciano de siempre me recibió con la misma amarga sonrisa y dejó que pasara a la misma sala donde de inmediato una de las mismas amas de llaves se acercó a mí y me pidió que subiera hasta la habitación principal, esa donde nunca fui invitado. Había recorrido cada cuarto de esa casa y el sr. Kim jamás quiso cogerme en ese lugar.

Eso me hacía temer más.

Les di las gracias y subí por las mismas escaleras hasta el mismo pasillo y caminé hasta el final para encararme a esa puerta prohibida.

Suspiré antes de tocar. 

Me quedé estático esperando. Me respondió de inmediato.

—Pasa.

Esa no era su voz.

Volví a temblar.

PASSION FORBIDDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora