PARTE NUEVE

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PoV Suho

El ruido de golpeteo en la puerta me despertaron.

Me había vuelto a dormir por lo que estaba sobre el piso, rodeado de frituras y la botella vacía del coñac que había bebido durante toda la noche. Me moví despacio mientras tapaba mis ojos del brillo del sol entrando por la ventana.

Estaba sudado y el estómago lo tenía revuelto.

Volvieron a tocar a la puerta.

Respiré profundo y me senté con cuidado. La ganas de vomitar me impulsaron directo al baño donde me tire de rodillas y metí toda la cara en el excusado. Pedazos de cacahuates y papas salieron expulsados de manera violenta, las nauseas siguieron en mi garganta junto con el sabor amargo del alcohol.

—¿Estás bien?

Me encontraba aún tirado en el suelo abrazando el ahora sucio retrete, cuando me giré para verlo. El prostituto estaba ahí, recargado en el marco de la puerta mientras sus ojos me miraban con asco.

—¿Quién te dejó pasar? —dije al mismo tiempo que me incorporaba con dificultad y limpiaba mi boca con el dorso de la mano.

—Llamé varias veces a la puerta y lo único que escuché fueron tus arcadas. Imaginé que necesitarías ayuda.

Su voz tenía un peculiar acento y era fácil suponerse, ya que su nombre era chino. Eso quería decir que no tenía mucho tiempo viviendo en el país.

—Estoy bien, espera afuera mientras me limpio —me acerqué a él y pude comprobar que era más alto que yo. Su piel brillaba y era tan bonita como los hoyuelos que se marcaban en sus mejillas.

No dijo nada más y se dio media vuelta para salir y cerrar la puerta del baño. Me desnudé y me metí en la bañera, sentía la sensibilidad en la boca del estómago pidiendo que volviera a vomitar. Me apresuré a bañarme y salí para ponerme la única toalla disponible.

Necesitaba comer algo y calmar estas ansias.

Abrí la puerta para entrar en el cuarto y me quedé pasmado al verlo agachado en el piso donde hace unos minutos dormía por la borrachera, estaba recogiendo mi desastre con calma.

—Te dije que salieras.

Levantó la vista y lo que hizo me enfureció. Sus ojos me inspeccionaron de arriba a abajo deteniéndose en mi torso.

Me moví de su vista estúpida y caminé hasta el closet para sacar lo primero que encontré.

—Ve a la cocina y pide que me preparen el desayuno —ordeé.

—Yo no soy tu empleado —contestó de inmediato y con mucha autoridad.

—Sí lo eres desde el momento que estoy pagando por que estés aquí. Apresurate.

Me pasé la camiseta y busqué algo de ropa interior. No voltee a mirar hasta que escuché sus pasos salir.

Me sentía avergonzado y asqueado, a mi mente regresó lo que había pasado entre nosotros el día de ayer. Tenía la extraña sensación de pánico, mi forma idiota de resolver los problemas, me tenían frente a éste chico que me traía de vuelta ese extraño magnetismo, que estaba comenzando a detestar.

Era un charlatán, estaba seguro. No me explicaba como un hombre como él, tuviera algún tipo de relación con mi padre. Estaba decidido a obtener cualquier tipo de información de su parte que ayude a destruir la perfecta vida que lleva mi progenitor. No habrá nada que se interponga en mi camino.

No pasaron más de 10 minutos cuando volvió a entrar por la puerta sin tocar, estaba frente al catálogo viendo su página.

El otro se acercó y se sentó junto a mi en el piso mientras veía su propia foto.

—Salí guapo ¿No crees? —la voz le tembló en la última palabra.

—Dime qué eres en realidad.

Dejó de prestar atención y me dio la botella de jugo y el paquete de galletas que traía en la mano.

—No había nadie en la cocina, solo encontré esto.

Me bebí el jugo con prisa y mordisqué un par de galletas mientras permanecimos en silencio absoluto, escuchando el aire entrar por la ventana y su respiración pausada y corta. Era un chico sumamente apuesto, de eso no había duda. Podría estar diciendo la verdad y sólo ser un modelo que trabaje para esa compañía, pero seguía la duda en mi, ¿Para qué mi padre necesitaría un modelo?

—¿Para qué mi padre necesitaría un modelo? —solté de repente.

El chico dejó de ver el piso, se veía claramente perturbado y sus ojos mostraban temor, un temor hacia mí.

—No... no lo sé —sus palabras sonaban ciertas.

—Explicame éstos números —giré la revista hacia él y le señalé lo que parecían coordenadas.

Las miró un rato y añadió.

—Este catálogo lo vi hace mucho y solo una vez, además es viejo. Necesita las actualizaciones, varios chicos de los que ves ahí ya no trabajan con nosotros y faltan los nuevos que los suplantaron.

Comenzó a hojear y a mirar a cada hombre. Se detuvo en una en especial. El nombre que aparecía era Kim Jongin. El chico en la foto era de piel morena y labios gruesos, se veía alto y los números en su pagina eran mayores a los que tenía Yizing.

—¿Eres chino verdad?

—Si.

—Cuéntame de ti.

—¿En verdad no sabes para qué me necesitaba tu padre?

Cerró con fuerza la revista y se levantó del piso. Caminó hasta la terraza y abrió la ventana para salir. Me levanté y lo seguí, se había recargado en el barandal para mirar la piscina y se asomó de forma peligrosa.

—No, no sé para qué te quería mi padre.

Parecía como si quisiera arrojarse.

—¿Para que quieres saber? —continuaba mirando el fondo de la piscina con ojos perdidos.

—Deja de hacer eso o te caerás —le tomé el hombro y lo jalé.

Se giró para verme y sonrió. La marca de sus hoyuelos iluminaron su rostro que antes parecía sombrío.

—¿Para qué quieres saber? Puede que de lo que te enteres no llegues a soportarlo. Estamos hablando de tu amado padre.

Bufé al aire y me reí.

—No es mi amado padre, yo lo odio.

—Yo también.

—¿Qué?

Di un paso hacia él e inspeccione todo su rostro. Se veía molesto, pero también parecía que lloraría en cualquier momento.

Desvió la mirada hacia la piscina.

—Te contaré lo que soy, pero también debes decirme porqué lo odias.

Perfecto pensé para mis adentros.

—Trato hecho.

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⏰ Última actualización: Mar 18, 2019 ⏰

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