VI

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Pero a vos no le importaba ya mantener el café caliente para cuando despertase, regar las plantas, cariño ven y dame un beso, los tirones y peleas. Pero usted sabía en el fondo que la bondad salía a florecer siempre, como la primavera. Pero (siempre va de la mano) también sabía qué había algo muy sombrío sobre usted, una tendencia al desastre. Pero cómo perdonarse a uno mismo. Cosa tan díficil, tan sencilla. Sólo era un abrazo y las palabras correctas. Sólo eso, una extensión del trato, pero no, siempre hay un poco más. Un poco más de algo que tambaleaba en la dualidad de ser o no ser.

Las disculpas se torcían, los besos eran golpes y los abrazos gritos. Tan desesperado usted, que busca la manera correcta (siento decirle, pero no hay ninguna). Pero no le gusta rendirse. Busca bajo las piedras de culpa, sobre escritorios de ocio, tras cascadas de llanto. Sin encontrar nada, usted se cansa. Pero sabe qué hace falta algo, no está seguro de ello, pero el atisbo, sí, ese mismo que no se esconde ni cuando se cierran los ojos. Sí, ese qué le hace falta al mundo. 

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2019 ⏰

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