Introducción II

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    Azúcar y sangre

Mucho tiempo después: Kioto, invierno.

      No puedo dejarlo. No puedo dejarlo. Ya no puedo dejarlo.

   Estoy seguro de que puedo, pero, por mucho que intente imaginarlo, no consigo que parezca posible.

   Hay sequía. O podría decirse que hay una tormenta. Una tormenta de ausencia de heroína. Siempre pasa; cada uno o dos años. 

   Durante dos o tres días, todas esas llamadas llenas de pánico, todo el mundo llamando por teléfono a todo el mundo. Solo hay heroína suficiente para seguir adelante a duras penas. Mierda cortada con tanta azúcar que apenas si notas el efecto. Todo el mundo dice que ha oído que mañana van a llegar un montón de rocas rosas.

   No paran de llamar. 

   Repaso todos los números de contactos, llamo a Himiko, tan poco de fiar, tan traicionera, que nunca recurriría a ella si la situación no fuera tan desesperada. Se mueve con unos tipos que están completamente colgados. Unos tipos de lo más violentos.

   Himiko dice que tiene droga.

   - ¿Cuánto quieres?

   Le digo que la volveré a llamar en un momento. Hago otro par de llamadas. Preparo una papelina de glucosa en polvo. En tiempos de sequía esto es la ley de la jungla.

   Denki, Fumikage, Mina, Rikido y Mezo vienen al almacén donde vivimos. Todos amontonados en el coche de Fumikage; nadie quiere alejarse demasiado de su dinero. Deku espera en casa. Yo soy el enlace. Todo el mundo está nervioso. Nadie está colocado. La sequía hace que salga a relucir lo peor de cada uno. Conducimos en silencio hasta casa de Himiko. Le indico a Fumikage que pare en una esquina.

   - Espera aquí- le digo.

   Son cinco personas apretujadas en un coche. Todos fuman sin parar.

   Himiko y alguno de los chicos me estás esperando en el salón.

   - Venga, vamos a hacer esto de prisa. Nos tenemos que largar- dicen.

   Debería hacerle más caso a mi instinto. Sé que me están engañando, que ellos también están secos, que necesitan mi dinero para ir a comprar algo para ponerse. Pero ya no hay vuelta atrás. Hace más de dieciocho horas que no me meto nada. Solo espero que lo que me pasen tenga un poco de heroína, lo suficiente como para aguantar hasta que las cosas mejoren. Estoy comprando droga para siete personas, incluido Deku y yo. Incluso si me están engañando, la mitad de la droga adquirida para siete personas debería bastarme para aguantar el tirón.

   Pruebo la droga. Tiene el sabor a tiza de la droga muy cortada.

   - Voy a coger un poco para mí- digo.

   Todos me observan fijamente. Todos estás de pie, con los nervios a flor de piel. Yo soy el único que está sentado.

   Aparto la mitad de la droga, la pongo en otra papelina y la escondo en mi calcetín. Añado la misma cantidad de glucosa y la mezclo con el polvo de la primera papelina. Entonces pasará lo siguiente: volveremos al almacén y probaremos la droga- yo tendré que disimular y meterme lo que sé que es prácticamente azúcar- y todos se darán cuenta de que nos han timado. Se quejaran y maldecirán y yo me disculparé y diré que no podía saberlo, que no podía hacer nada. Al final, se acabarán yendo. Entonces yo me meteré lo que tengo escondido en el calcetín y estaré bien. Esta vez, ni siquiera lo compartiré con Deku. Corren tiempos difíciles.

   Pero cuando vuelvo al coche y les enseño la droga, empiezan a quejarse.

   - Devuélvela. No la queremos.

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