Todo cambia tan rápido que resulta difícil de creer. No existe Deku. Tampoco existen las drogas. En la clínica de desintoxicación me dicen que soy como una hoja en blanco. Supongo que es verdad. Nunca sé lo que puede ocurrir al instante siguiente. Todo lo que sucede resulta inesperado.
Cuando las drogas empiezan a abandonar mi sistema, cuando salgo de la clínica, el mundo explota sobre mí con tanta intensidad que casi no puedo soportarlo.
En el centro intermedio de rehabilitación comparto habitación. Por las noches, permanezco despierto temblando en la cama. Tengo los ojos llenos de lágrimas pero soy incapaz de llorar. Siento júbilo. Me siento vulnerable. Estoy lleno de temor, lleno de desesperanza, confundido por el estado de consciencia que he alcanzado.
De alguna manera consigo superar ese invierno. En mi interior, la fragilidad y el entusiasmo parecen haber alcanzado un compromiso que garantiza mi supervivencia. Cuando los días comienzan a hacerse más largos, mi compañero de habitación y yo jugamos al frisbee al ponerse el sol.
Lo conocí en la clínica. Creo que los amigos serán importantes en mi futuro. Tenemos treinta años. No tenemos que avergonzarnos de nuestra edad. Aquí es donde hemos llegado. La edad no tiene ninguna importancia cuando has vivido una vida que acaba en una clínica de desintoxicación.
Caminamos juntos y hablamos. Largos paseos. La experiencia común de haber emergido recientemente de esa vivencia de miedo y trauma que es la desintoxicación, nos ha convertido en compañeros. Vamos a la playa en autobús. Que cosa tan aterradora es el mar.
Tanto en la clínica de desintoxicación como en el centro de rehabilitación rigen unas normas muy raras. Cuando llegó me dicen que no puedo tener contacto con Deku hasta que transcurrían noventa días. Tan sólo una llamada para decirle que no podemos tener ningún contacto ¿Quién soy yo para poner en duda sus normas? ¿Qué sé yo de lo que es bueno para mí y lo que es malo? No tengo ninguna virtud que no sea la capacidad de supervivencia.
Hago esa llamada. Mil doscientos kilómetros de cables y alambres y aún así, su voz está ahí mismo, en mí oído, como si bastara con que yo cerrase los ojos para que él se inclinara hacia mí y me besara. Como no conocemos más que el pasado, todavía no sabemos que en el futuro no hay sitio para nosotros dos juntos. Lo sabemos, pero no lo sabemos. Todavía nos dejamos llevar por la inercia. Le pido a Deku que por favor venga a verme a Tokio y lo organizamos todo para vernos dentro de noventa días.
Pasan los tres meses y Deku viene a verme. No hay mucha privacidad en un centro intermedio. Vamos a un restaurante.
- Es posible vivir sin drogas- le digo yo.
- Supongo que debe de serlo.
- ¿Qué va a ser de lo nuestro?
- Quién sabe.
Su mirada es triste. No me mira a los ojos. Me dice que ha salido con otro hombre un par de veces y que posiblemente siga saliendo con él y que quizá fuera preferible que nos diéramos un respiro. Me dice que el tiempo decidirá lo que tenga que ocurrir. Además, él no tiene intención de quedarse en Tokio ni yo de volver a Kioto. Es es la triste realidad. Rezo un poco, aunque en voz baja. Dios, haz que las cosas le vayan bien a Deku.
Pagamos la cuenta y nos vamos. Deku conduce un par de manzanas y para el coche, igual que lo hizo otra vez, hacen mucho tiempo, al final de un otoño, en la época en la que nuestras vidas sólo eran sufrimiento. Aquella vez follamos en el asiento de atrás del coche. El viento había asolado la superficie de la tierra y se había derramado en nuestras mentes y nos había dado un momento de respiro en medio del frenético latido de nuestros corazones y la constante búsqueda de dinero y heroína.
¿Será posible que la búsqueda haya acabado? Nada parece real. Y, si la búsqueda ha acabado, entonces ¿habrá acabado también lo mío con Deku? No resulta fácil pronunciar las palabras que tengo en la cabeza. No resulta fácil decir que lo nuestro ha acabado.
Deku tira del freno de mano y dice:
- Hace mucho que no follamos.
- Sí, hace mucho- concuerdo.
Nos acomodamos en el asiento de atrás.
- Podemos ir a algún otro sitio- sugiero.
- No. No tenemos tiempo.
No hay nada más triste que follar sabiendo que es la última vez que lo haces con esa persona. Deku me monta. Yo me sujetó a sus brazos, a su espalda. Enfrente del coche, las luces de neón de un cartel publicitario parpadean.
Cuando acabamos, permanecemos unos segundos en silencio, Deku sigue encima de mí. Nos abrazamos con fuerza. Los dos estamos llorando.
Deku vuelve a Kioto y yo se que nunca más volveré a verlo, que nuestras vidas, tal como eran, han acabado para siempre.
Voy superando las semanas con un pie en el pasado y otro en el futuro. No sé quién soy. Me aseguran que eso es normal. Me dicen que el presente es todo lo que tengo y, por primer vez, sus palabras parecen tener sentido. A veces resulta tan duro sobrevivir a cada nuevo día. Me dicen que eso también ea normal, que sólo estoy empezando, que todo es nuevo para mí, que así es como tiene que ser. Y yo sé que todos mis pequeños ahoras, la manera en que me comporte cada día, conducirán hacia mis mañanas.
Cuando me metía jaco creía que todo cambiaría al día siguiente, eso hacía que lo que ocurriera ese día no importara. Creía que si lograba aguantar la respiración durante el tiempo suficiente, entonces, al final, llegaría mañana, y ese mañana estaría lleno de luz.
Y aquí está. Por fin puedo volver a respirar.
FIN.
********************N/A: Bueno... Querid@s lector@ aquí de acaba esta historia, espero que hayan disfrutado de ella. Perdón si se me fue la cabezan un poco. En fin gracias por leer y dedicarme tiempo. ¡Hasta la próxima! Besos mil 😘.
Marxliro ya puedes dejar de sufrir 😁
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Candy
FanfictionEsta es la historia de un amor, pero no es tan sencilla, es un amor en medio del mundo de las drogas ¿Cómo aman los toxicómanos? Pues como cualquier otra persona pero en un mundo con una realidad diferente. Esto es un "ficmovie" (me lo he inventa...